sábado, 17 de diciembre de 2011

Hasta el final

Everardo (el Perro) Martínez*
Sábado, 17 de diciembre de 2011

Cubría mis oídos insistentemente, puse mi cara entre mis piernas, solo veía las luces que se apoderaban de la noche, los estallidos atravesaban los sentidos, me conducían ciegamente por el camino de la desesperación, me cubría de los estallidos atrás de ese bendito muro, un muro que sería mi salvador, levanté la cara y traté de mirar a través de esa ventana, esa pobre ventana roída.. Todo se observaba sombrío, sucio, destruido, las lágrimas corrieron estrepitosamente por mis mejillas, como escapando de la maldita realidad. Sabía que esta sería la última mirada de mi entorno, lo presentía, sabía que toda esta destrucción determinaría la belleza de la ciudad, una belleza sucia, bizarra, insipiente. Me levanté cautelosamente, mientras mis piernas seguían temblando y mi corazón palpitaba de dolor, tenía miedo de salir, mi cuerpo temblaba y las lagrimas bailaban el compas del dolor, mis pasos parecían muy lentos, muy pausados, mi sudor resbalaba lentamente por todas las partes de mi cuerpo, eso era lo que yo sentía. Quizás debió de haber ocurrido porque había perdido la noción tiempo y espacio, no sabía dónde estaba, no encontraba ningún rasgo conocido, mis ojos deambulaban con torpeza entre toda esta ruina, mis pies tropezaron sordamente con un cuerpo mutilado, lleve mis manos a mi cara, corrí sin saber qué dirección tomar, caí y ahí estaba una mano, una mano cercenada. Traté de levantarme, caí suavemente entre tres cuerpos ensangrentados, uno apretó mi pierna, yo grité asustado, lo pateé, corrí. Quería salir, quería encontrar ese bello lugar que muchas veces me relataron, caí de rodillas en medio de unos cuantos edificios destruidos, lloraba con una rabia y un sentimiento inimaginables. Miré al cielo, le pedí a Dios que se manifestara, le grité que se manifestara, que lo necesitaba, la lluvia comenzó a caer, lavé mis lagrimas, quería ponerme de pie, observé una luz que se dirigía hacia mí con una velocidad y una hermosura impresionantes, cerré los ojos para poder sentir el milagro, el calor que producía esa luz me fue invadiendo, un sólo estallido calló mis gritos y secó mis lagrimas... mi cuerpo fue invadido por el milagro de la destrucción.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM

Comido por el tiempo

Citlali Rossalí Salazar García*
Sábado, 10 de diciembre de 2011

Por extrañas razones en la familia tenemos una copia del Plan de Ayala, y lo mejor, es que está firmado por Mateo Zapata en memoria de su padre, Emiliano Zapata. 
Una tarde, haciendo una tarea de historia, me puse a revisar cuidadosamente el susodicho plan, noté que tenía acuerdos muy interesantes. Estaba a punto de cerrarlo, cuando llegué a la sección de firmas, supuse que había personajes importantes que avalaban este documento; así pues me detuve a ver los nombres y el nombre de un coronel me llamó la atención en especial y al verlo dije: -mira papá hay un coronel que se llama como tú: Pedro Salazar. Mi padre se me quedó viendo y sólo asentó a decir un “sí pues”. Sin embargo desde ese instante su comportamiento comenzó a cambiar. Nunca me pregunté si el Plan tenía algo que ver con su comportamiento, con una temporalidad que rebasaba mi lógica o la “realidad” que hasta entonces conocía. 
El caso es que una noche mi padre despertó sobresaltado, como de una pesadilla, mencionando a gritos “la tropa o el ejército libertador” y a la mañana siguiente me dijo cómo el general Zapata lo había llamado en sueños, yo sólo me burlaba de él y le decía “son sólo sueños papá, ya no pienses en eso”. La situación se volvió preocupante cuando una semana después había tenido otro sueño con visiones de guerra, y así se repetía constantemente hasta el punto del insomnio y visiones aún estando despierto. La última noche recuerdo que aún le dijimos:”trata de dormir, mañana te llevaremos con un psicólogo”. 
Sin embargo al despuntar el día y apagarse las últimas estrellas, me asomé a su cama de donde había desaparecido misteriosamente, al acercarme al cobertor que lo cubría, encontré un trozo del Plan donde había una nota que decía: Cumplo el llamado de mi General, Atte.: General Pedro Salazar… En ese instante la cabeza me dio vueltas, la mente se me turbó. Efectivamente mi padre (o debo decir) ¿el coronel? Había sido comido por el tiempo, y el Plan había desaparecido… 

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Me gusta

Sábado, 26 de noviembre de 2011

Me gusta que la avenida esté llena de obras porque siento que estoy en el fin del mundo y que justamente por eso, por primera vez, la ciudad está viva. La calle invadida por máquinas, tractores, trabajadores que día y noche pican piedras y aplanan el pavimento. La gente está despierta en una lucha diaria. Me regocijo cuando los veo intentando cruzar las avenidas derruidas para tomar su ruta y que ésta los deje porque los choferes sólo están atentos al tiempo que han quemado para checar en la base, se van rápido esquivando a otros automóviles e ignorando a los policías que en los camellones se comen el polvo que levantan las llantas al rasgar el suelo. El sonido del claxon se concentra en los cruceros como una sinfonía que define a nuestra época: los coros son el “chinga tu padre pinche perro” que los automovilistas intercambian sardónicamente en los semáforos mientras su ventana está arriba y los protege del mundo exterior. 

Me gusta ver a los comerciantes afuera de sus negocios invitando a la gente a pasar por una calle llena de baches y cemente fresco (no faltan los jóvenes que dejan su huella de converse impregnada en el piso o el clásico “Puto el que lo lea” dibujado por un dedo puberto) para comprar y recordarnos que ellos siguen ahí a pesar de todo. De pronto, todos los negocios tienen descuentos y el comprador que llega es tratado como un gran amigo que merece la atención de los fenicios. El comprador a su vez se convierte en un aventurero que debe escalar montañas de grava, tener cuidado de las varillas sueltas que son como trampas mortales, debe sobre todas las cosas estar atento de no caer en una zanja cerca de las banquetas. Cuando llega a la tienda la recompensa es mayor y uno siente que ha logrado algo sustancial y trascendental para su existencia. 

Me gusta ver a las personas solidarias e intrépidas improvisar cruceros y paradas. Los jóvenes ayudan a las personas mayores a cruzar la calle. Son ellos o nosotros: coches contra peatones. El tráfico es mayor pero permite conocer a los habitantes de Jiutepec, estar detenido por tanto tiempo nos brinda la oportunidad de realizar ejercicios de contemplación o de meditación. Cómo no recordar “Autopista del sur” de Cortázar y mirar al individuo del coche contiguo como un compañero de viaje, alguien que entiende lo que es llegar tarde al trabajo y perder una hora en una fila interminable de coches que quieren regresar a su casa. Me gusta que de pronto una obra como la pavimentación de una avenida se convierta en símbolo de despertar. Porque sólo entonces nos damos cuenta que existen árboles en medio de las calles y que hacen falta más; que los negocios necesitan mejorar su trato y sus precios; que los automóviles son demasiados y que quizá poner concreto más resistente no sea la solución porque el tráfico es insoportable con tantas rutas invadiendo todos los carriles. Y sobre todo que no nos gusta que el gobierno se burle de nosotros. 

*Estudiante de la licenciatura en Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades 
davotanko@hotmail.com

sábado, 19 de noviembre de 2011

El mundo en un callejón


César Hernández Bahena*
Sábado, 19 de noviembre de 2011
…una parte de nosotros (la parte social)
se relaciona de manera normal con la
sociedad y una con tintes diabólicos.
Juan Francisco García Reynoso,
Delirio controlado, No. 0, pág. 18.

Respecto del problema entre los libreros del callejón de Comonfort, se le ha querido ver como algo trivial, y en realidad es un problema de poder que implica el ejercicio ciego del patriarcado, de la violencia de género y de la incapacidad de reconocer que el poder puede distorsionar y corromper hasta el ámbito cultural. Quienes están en la cultura buscan entendimiento, conciliación y aporte a su mundo, y el lenguaje e ideas para discutir sin pelear; para organizarse y crear, y para designar a las experiencias con categorías que expresen con valores universales la vida diaria, en lugar de consignarlos a la vulgarización de una anécdota. Lo que pasa allí es el ejercicio de un liderazgo impuesto con prácticas caciquiles por parte de quienes dicen coordinar este experimento cultural. Pero ante voces disidentes que llaman a una toma de conciencia de la diversidad, al derecho a pensar distinto, a la libertad para expresarse y existir, estos supuestos coordinadores responden con agresividad, prepotencia y sordera ante la invitación al diálogo y la petición a algunos libreros para linchar a quienes no se sometan a su grupo. Nietzsche dijo que somos presas de la voluntad de poder.
La violencia de género que se ha ejercido en el callejón, pertenecer al Movimiento por la paz, la justicia y la dignidad y fomentar allí la violencia, decirse gente de cultura y propiciar la injusticia muestra que el callejón de Comonfort es un fractal del país y del mundo, donde lo que se dice no se practica y se niega con el ejemplo. El papel de los intelectuales es ubicar con exactitud la problemática y proponer solución para los conflictos. Puntualizar el problema de Comonfort con la teoría es sacar el conflicto de los estrechos límites del chisme y ubicarlo en una justa dimensión: la del ejercicio patriarcal e injusto del poder de quien cree ser líder. No queremos violencia, pero no dejaremos sin nombre ni explicación esta realidad. Juan Francisco García Reynoso, Héctor Cervantes, Yazmín Carmona y sus asociados no son víctimas; son personas que cometieron errores con su realidad que hoy no quieren aceptar. En la misma forma nos negamos a invisibilizar y naturalizar la violencia, a hacerla parte del paisaje en lo cotidiano, pues es la base para comenzar a combatirla en todas partes.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lo sublime y lo perverso de la violencia de género

Samantha Brito*
Sábado, 12 de noviembre de 2011

Las humanidades, no siendo rentables, revelan el sentido 
humano de cuanto concierne a hombres y mujeres en sus vidas. 
(Miguel León Portilla) 

Infinidad de ocasiones se ha discutido dentro de la academia la existencia de patrones de dominación fundados en el género, es decir, de la construcción cultural de la diferencia sexual biológica y también su persistencia, de lo que entreverado con otros procesos culturales, sociales, políticos y económicos surgen distintos tipos de violencia de género que es necesario dar cuenta pero también emitir una opinión al respecto. 
Sistemáticamente, dos mujeres universitarias y humanistas fueron víctimas de violencia de género por tres personas, quienes encabezan arbitrariamente, porque no hay una reglamentación como tal, la organización de la calle Comonfort mejor conocida como el Callejón del Libro. Estas agresiones infringen en violaciones severas de derechos humanos fundamentales como el trabajo, el libre tránsito y la libertad de decidir con quién hablar, estar, platicar o enamorarse.
Está por demás explicar que los motivos se fundan en experiencias privadas, sin embargo, ¿por qué escribir sobre esto? Una vez que los conflictos privados trascienden a la esfera pública, es decir, a la negación de los derechos fundamentales como el respeto y la soberanía individual, es necesario tipificar, lo que absurdamente los ingenuos, incrédulos y acríticos atribuirán a “chismes y habladurías”, como violencia de género.
Es necesario situar este conflicto en las lógicas construidas desde el género y la dominación masculina porque el móvil son egos heridos y una víctima más del patriarcado. Situar la violencia de género, especialmente contra las mujeres no ha perdido su dificultad por dos razones: Una, dada la naturalización que posee la violencia misma en nuestros días y otra, los matices simbólicos que adquieren sus manifestaciones, que fácilmente se silencian y se olvidan sino se denuncian con lo que tenemos en nuestras manos, es decir, la palabra.
Insisto mucho en derechos fundamentales, violencia de género y necesidad de denuncia porque son tres personas que mal manejan el poder bajo un discurso incongruente de “la calle es de todos” que se toman atribuciones que rebasan lo establecido. Es cuando se puede hablar de los matices sublimes que adquiere la violencia de género y paralelamente, la perversión de que personas de formación “humanista” reproduzcan patrones de dominación a nivel micro. 
Por ello, subrayo que mis palabras son una denuncia, una inconformidad y una exigencia. No podemos permitir que en un espacio que se construye como un escenario donde se propicia la cultura se reproduzcan prácticas entendidas como la persistencia de las manifestaciones diversas de la violencia, porque como bien lo dice Miguel León Portilla, “gracias precisamente a las humanidades, nos sentimos y queremos ser de verdad humanos”. 

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM. 

sábado, 5 de noviembre de 2011

Los “humanistas” por las causas injustas

Sábado, 5 de noviembre de 2011

¿Cuántas veces los que nos autodenominamos “humanistas” hemos protestado y repudiado todo acto de prepotencia y de abuso de autoridad?, ¿cuántas veces no hemos levantado la voz llenos de coraje en pro de las causas justas?
En esta ocasión vengo a denunciar y a protestar en pos de una causa justa, a evidenciar el abuso de autoridad que unos “humanistas” están llevando a cabo en el Callejón del libro, ubicado en la calle Comonfort, en el centro de Cuernavaca.
A mediados del mes de octubre Juan Francisco García Reynoso y Héctor Cervantes –quienes creen ser los únicos dueños y la autoridad de aquel espacio cultural– intimidaron y violentaron a Mireylle Nava Díaz, vendedora del Callejón. Los dos sujetos la acorralaron para decirle que no querían que tuviera ningún tipo de relación con Luis Vásquez Galván ni con Edalit Alcántara Pérez -quienes algunas ocasiones han apoyado a Mireylle por encontrarse imposibilitada para ir a trabajar- y por tanto no querían verlos, por ningún motivo, en el callejón. Ahí mismo la amenazaron con sacarla de este espacio si no accedía a su petición, además de exigirle que se sometiera al grupo que ellos comandan. Edalit Alcántara viene sufriendo este tipo de acoso y de amenazas desde hace varios años, pues Yazmín Carmona, esposa de Héctor Cervantes, la ha insultado en el callejón y ha expresado abiertamente querer golpearla. Los motivos de esto, está por demás mencionarlos, son personales, y lo que cabe preguntar es por qué la situación ha trascendido a la esfera laboral y ha comenzado a involucrar a personas ajenas a esta situación, como es el caso de Mireylle.
A mi parecer, el principal problema que se presenta aquí es el hecho de que en pleno 2011 sigamos encontrándonos con este tipo de acontecimientos, donde el honor y la honra siguen defendiéndose a la manera de la Edad Media. A los consumidores no nos interesa si Panchito vio la novela la noche anterior, o si una mujer está ardida porque su novio prefirió a otra y no a ella, nos interesan los libros, el trabajo, y no la vida personal de los vendedores. 
Como consumidora exijo respeto, estos actos misóginos deben terminarse. Este espacio cultural es libre y es de todos, el libre tránsito es un derecho, al igual que las relaciones personales que cada quién decide establecer. ¿Qué nos está pasando “humanistas”?

*Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades de la UAEM
andro0717@gmail.com

sábado, 29 de octubre de 2011

El fusil académico

Angélica Ayala Galván*
Sábado, 29 de octubre de 2011

En los últimos meses el tema de la violencia ha estado en boga en los medios de comunicación, los discursos políticos, incluso me atrevería a decir que en algunos casos es el tema central de conversaciones cotidianas. 
En esta ocasión no pretendo hablar de cuerpos destazados o de narcotraficantes negociando a balazos, sino simplemente poner en cuestión la capacidad que tienen algunas personas para infundir poder dentro y fuera de un salón de clases, por medio de la violencia y el miedo con forma de amenazas, mismas que reflejan el coraje, los intereses, la envidia, entre otras cosas, que son al mismo tiempo relaciones y realidades que se reflejan desde el ámbito escolar, hasta un conflicto internacional. 
Cuando entré a la Facultad de Humanidades, recuerdo que aún tenía la ligera esperanza de cambiar el mundo o al menos que mi mundo fuera distinto, conforme han ido pasando las clases poco a poco ese pensamiento se ha ido deconstruyendo, porque lo que he encontrado son múltiples realidades que desvanecen cualquier clase de teoría. 
Ahora no pretendo cambiar el mundo, es más, actualmente me cuestiono ¿para qué habría de hacerlo? Sin embargo, aún considero que cada libro y cada clase siguen forjando el aprendizaje y la postura que cada uno de los estudiantes tienen ante los sucesos que presencian a diario en sus investigaciones y por qué no, en su vida diaria. 
Esa postura que las más de las veces, vale la pena defender cuando se trata de proteger la libertad o la integridad de un grupo que lo único que pide es respeto a su mundo y su realidad. 
Evidentemente esto conlleva riesgos, pero si se guarda silencio y si se sigue actuando como si no pasara nada, lo iremos naturalizando, hasta el punto en el que posiblemente esos mundos y esas vidas desaparezcan por completo. 
Actualmente el reto no sólo es comprender la teoría, pareciera que también es preciso guardar silencio para que no se creen disturbios intelectuales, aún sabiendo que el debate y la diversidad de pensamientos es lo que enriquece aquello que se ha dado en llamar “educación”, pero que pareciera se ha convertido en un fusil activo que amenaza a las instituciones académicas. 

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

sábado, 22 de octubre de 2011

¿Por qué prohibir la cultura tauricida?

Ángel Álvarez Franco*
Sábado, 22 de octubre de 2011 

La cultura tauricida es la mayor muestra de cobardía, arrogancia e intolerancia que la especie humana pudiera inventar, es la tradición de la vergüenza humana, fomenta el maltrato animal, el sadismo y masoquismo entre las nuevas generaciones, características evidentemente contradictorias a la racionalidad. Los tauricidas son aquellas personas que sienten placer, diversión, gusto, morbo, excitación mientras hacen o ven hacer sufrir a un toro hasta la muerte. 
Los partidarios de la cultura tauricida, los tauricidas, siempre han hecho alarde de ser poseedores de una tradición llena de honor y de gala, de belleza y de arte, de tradición y de lucha. La verdad es que el tauricismo se originó en los rastros minoicos antiguos de la edad de bronce como una práctica sádica al burlarse, someter y dominar al animal que estaba pronto a ser sacrificado, la forma antigua del tauricismo se origina debido a que el acto de matar a un animal se convirtió en una costumbre cotidiana y monótona.
Es evidente que el tauricismo fomenta conductas destructivas, violentas y sádicas que van en contra de los valores que esperamos encontrar en nuestra sociedad, ¿Qué valores podemos encontrar en el ruedo más que la exaltación de la violencia? ya existen muchas muestras de violencia en las calles como para que además se fomenten y se aplaudan formas de tortura diseñadas con rostro de espectáculo y que además sean difundidas y patrocinadas por el gobierno, tanto del estado de Morelos como el nacional, el dinero que se usa para patrocinar dichas corridas sale de nuestros impuestos, es decir, el gobierno gasta nuestros impuestos (los invierten según ellos) en algo completamente innecesario, y además en algo en lo que la mayoría de la ciudadanos estamos completamente en contra, Morelos no es un estado taurino, ahora bien, ¿En qué nos beneficia como ciudadanos que existan corridas de toros en Morelos?
El tauricismo es una de tantas muestras brutales de discriminación hacia los animales no humanos, se fomenta su maltrato por mera y simple diversión, no apoyemos estos actos irracionales. Unámonos contra la abolición. 

*Yayauhki_xolotl@hotmail.com
http://www.hermanosdegarras.com 

sábado, 15 de octubre de 2011

El especismo; un reflejo de las incongruencias del activismo

Carla Silvia Campos Torres*
Sábado, 15 de octubre de 2011


Quizá la palabra especismo sea difícil de comprender en una sociedad que ha naturalizado la violencia.
Vemos en muchos medios de comunicación a luchadores sociales que abogan por la dignificación de la mujer, de los ancianos, de los gays, de los niños, de los indígenas o de algún grupo humano que la hegemonía margina.
La mayoría de las personas se horroriza con la violencia que impera en el país, los miles de descuartizados, las fosas clandestinas, los feminicidios; la violencia exacerbada. ¿Pero es que esta sociedad vive  acaso una doble moral? Manifiesta su inconformidad hacia todas estas formas de abuso pero no se detiene a pensar en las otras formas de vida no humanas. No se pone a investigar o a reflexionar la manera en la que  se obtiene la carne que consume o la piel con la que se viste o los productos químicos que usa. 
Es lamentable escuchar a feministas decir “nos tratan como animales”; escuchar a activistas que luchan contra la violencia decir “mataron a mi hijo como a un perro”; donde se legitima, se acepta el  trato cruel y abusivo que se comete contra los que el humano llama animales, no deteniéndose a pensar que nosotros también lo somos y que las diferencias son mínimas.
Este tipo de actos, la indiferencia o el anteponer los intereses de una especie, en este caso los humanos, a costa del sufrimiento de otros seres, no humanos, se denomina especismo. La discriminación por especie; como el racismo es la discriminación por raza y el sexismo la discriminación por género. No hay diferencia.
El tolerar o reivindicar la cotidianidad de la percepción acerca de lo “animal” es alimentar las relaciones de poder sea de humanos a humanos o de humanos a no humanos por lo que en mi opinión, los activistas deberían reflexionar acerca de lo que se llevan a la boca, de lo que dicen en su “lucha” que también excluye de manera discriminatoria y de sus actos en general, porque es obligación de todos pensar en nuestras acciones de manera crítica.
No deseo con este artículo ganar adeptos al movimiento de liberación animal, lo que quiero es que reflexionemos y pensemos si realmente llevamos una congruencia entre lo que hacemos y lo que decimos. Cualquier lucha que tolere formas de discriminación es una lucha incongruente y mera retórica que no transformará las estructuras en una sociedad.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.


sábado, 8 de octubre de 2011

Avatares hoy en día del camino de las humanidades

César Octavio Cortés Velázquez*
Sábado, 8 de octubre de 2011

El camino que suelen caminar las humanidades está inducido a reducirse por “perspectivas simplistas”: la tecnología y la globalización, que busca homogeneizar el gobierno. Este problema ya lo estamos enfrentando quienes hemos decidido ser cómplices de las humanidades. El problema va desde la falta de oportunidades laborales hasta académicas, y nuestra reacción no es más que una eclosión de malestar.
Cada vez más carecemos de espacios para ejercer. Cuando hemos encontrado un espacio nos topamos con que por falta de experiencia no somos lo bastante calificados. En el ya infrecuente caso que se haya obtenido un empleo sucede que se nos paga una ridícula miseria de dinero. Pero lo lamentable, es saber que la mayoría de los espacios que pueden ofrecer empleo a los humanistas son las misma instituciones académicas, públicas o privadas, que nos rechazan, ¡qué poca congruencia!  
No obstante, nuestra universidad no está exenta de la problemática. Basta preguntar, qué tanta participación tiene el alumno fuera de clases. Cuántas veces un alumno es ponente o publica, pues muchas veces se escucha o lee a los profesores. Cuánta confianza tienen los profesores hacia los alumnos como para hacerlos participes de sus investigaciones. Qué tanto compromiso se da en la relación alumno-profesor, donde uno aprenda del otro. Qué tantos espacios de participación tiene el alumno dentro de la universidad, y que él haya organizado. Qué tanto los alumnos de humanidades se esfuerzan por hacer de los “espacios existentes”, en general, menos desalentadores. Qué tanto cree uno que hace y los otros creen que hacemos.
Pareciera que no sólo el gobierno, sino también los académicos se están apegando a que las humanidades están asociadas únicamente al currículo escolar y al prestigio profesional. Cabe señalar, que no asumimos la lectura y la escritura con el fin básico de “estudiar” y “pasar exámenes” para sacar la carrera, y hacer currículos que conduzcan al éxito, es decir, estar al margen de las evaluaciones escolares. No es un asunto exclusivamente instrumental y escolarizado, sino un devenir de nuestro humanismo y autonomía.

*Estudiante de Filosofía en la Facultad de Humanidades UAEM 
cesar_cortesv@hotmail.com

sábado, 1 de octubre de 2011

Las mujeres del 68

Edalith Alcántara Pérez*
Sábado, 1 de octubre de 2011

Si seguimos hablando lo mismo, si nos hablamos como los hombres nos han hablado, durante siglos, como nos han enseñado a hablar, nos fallaremos. Una vez… más las palabras pasarán a través de nuestras cuerpos, por arriba de nuestras cabezas, desaparecerán, nos harán desaparecer.
(Luce Irigaray)
 
El 2 de octubre no se olvida, imposible. Nuestra memoria se llena de imágenes de represión y abuso de poder: un militar que encañona a un joven y otros más que corren para resguardarse de los tanques de guerra que invaden la Plaza de las Tres Culturas.
Entonces, los nombres de Luis Gonzáles de Alba, José Revueltas, Raúl Álvarez Garín y Marcelino Perelló cobran significado, pues son las caras del Movimiento Estudiantil de 1968 que denuncian la podredumbre y decadencia del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Sin embargo, falta el otro lado de la historia en la que se encuentra las mujeres que lucharon por el mismo fin. Es necesario visibilizar y revalorar la participación de las mujeres en este movimiento social, no hacerlo significa perpetuar una mirada parcial y patriarcal de la historia de México.
La participación de las mujeres en el movimiento estudiantil es casi indetectable debido a que sus labores se restringieron al ámbito doméstico, por ejemplo, eran encargadas de la administración del dinero para auspiciar la causa y de la preparación de los alimentos. Además que para muchas de ellas esta experiencia representaba su primer acercamiento a la política. No obstante, muchas mujeres se arriesgaron a dejar su rol tradicional al salir con las brigadas a la calle para organizar mítines espontáneos en los cuales se le explicaba a las personas las demandas estudiantiles por medio de propaganda política que ellas mismas hacían. La encomienda no era fácil pues se trataba de divulgar conocimiento y generar conciencia sobre la problemática que aquejaba al país.
Existen dos nombres que pueden rescatarse del anonimato: Ana Ignacia Rodríguez, la Nacha, y Roberta Avendaño, la Tita, quienes eran estudiantes de la facultad de derecho en la UNAM y que fueron llevadas a la cárcel de Santa Martha Acatitla por su participación en el movimiento, imputándoseles 16 cargos. La opinión de Ignacia publicada en La jornada es reveladora acerca del papel de las mujeres en este movimiento estudiantil: "La discriminación de la mujer en el 68, ¡en serio!, es enorme. Nuestra participación fue determinante en el movimiento estudiantil, fuimos oradoras, sacábamos muchos pesos en las brigadas, hacíamos pintas. A pesar de todo, por el movimiento sólo hablan los compañeros”.
Como puede apreciarse las experiencias de las mujeres no han tenido cabida en el discurso hegemónico del 68 por considerárseles como meros pasajes anecdóticos. Sin embargo, es indispensable estudiar la participación y la trasformación de las mujeres en el México contemporáneo, pues para muchas resultó una revaloración de su entorno y de sí mismas.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Después del regio ahogado quieren tapar el casino

Oscar Daniel Prado Ramírez*
Sábado, 24 de septiembre de 2011

Mientras la columna de humo que dejó el incendio provocado en el casino Royale de Monterrey se disipa a lo largo y ancho de la prensa internacional, la política seguida por el gobierno federal es la de cerrar casinos en todo el país. Existe un entrampado escenario en esto, pues los hechos ocurridos no fueron propiciados únicamente por la ilegalidad de estos establecimientos. El mecanismo del desastre ocurrió principalmente por la falta de pago del derecho de piso de una de las muchas extorsiones de un grupo delincuencial, pues ya se le pagaba a una organización contraria, que no sólo afecta a los casinos sino a un gran porcentaje de los negocios de todo tipo, en la región y en el país. Entonces ¿por qué cerrar casinos en todo el país, o se creerá que con esto las demás extorsiones cesarán? Más que preocuparle al gobierno los 52 muertos y las víctimas futuras de su guerra, lo que realmente le preocupa es el estado de operación de estas casas de juego y su posición a favor de éstas en el pasado. Pues como sabemos los responsables de otorgar licencia a éstos es la Secretaria de Gobierno. Pero más allá, está la negligencia de que aún a sabiendas de que los casinos han sido centros operativos de lavado de dinero del narcotráfico y de que supuestamente la mayoría de estos son ilegales (lo que se sabe desde hace años) no se hace nada. Otra vez ¿por qué tanta urgencia por cerrarlos ahora, cuando más tranquilamente operaban? ¿no es contradictoria la política del gobierno que cuando pudo resolverse una parte de su torpe guerra sin armas, cerrando estos negocios, no se hizo? Incluso los panistas siguen estando implicados en la operación de éstos, sólo basta ver los videos y declaraciones del hermano y del gobernador de Monterrey para dimensionar la historia de apoyo a casinos que van desde el mismo presidente hasta el antes secretario de Gobernación Santiago Creel ¿o será que su guerra sólo funciona con enfrentamientos armados lo que sí los hemos visto propiciar? La política del gobierno panista cada vez más se asemeja a la discusión de borrachos después del partido de futbol dominguero, en donde el objetivo es ganar al contrario sin amainar pasiones hasta los golpes y con un hilo conductor de todo el sexenio, un autoritarismo patriarcal basado claro está, en una moralina de doble careta. Parecería que se quiere tapar el muertito, por las implicaciones del lugar en donde murió para con el cercano 2012, más que quererle dar una sepultura digna y honrosa como ya lo hemos visto en las tragedias anteriores.


*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.   

Consolar

Ricardo Molina Domínguez*
Sábado, 10 de septiembre de 2011

Alguna vez, en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Javier Sicilia decía que consolar era compartir la soledad; es por ello que quiero compartir lo siguiente:
Consolar es compartir las soledades, porque se consuela cuando hay duelo, pérdida, desesperanza; cuando el dolor es tan intenso que se piensa que se está solo y sólo es posible recibir consuelo de alguien que conozca el dolor. Al compartir la soledad, no desaparece el dolor, se asimila, se acepta, se vive; es entonces cuando renace la esperanza, no en recuperar lo perdido, pero sí en recuperarse, y en recuperarse con el otro, con quien consuela, con quien también siente dolor, pero no se estaciona en él.
Compartir la soledad es también esperanza, es ya principio de acción, de cambio, de no conformarse, de luchar contra las injusticias repetidas, es esperanza de que deje de suceder la terrible repetición de lo terrible. Dejarse consolar no es negar el dolor, es liberarse de la esclavitud del sufrimiento, es darse cuenta que sólo en soledad se toca hondura y que únicamente puede haber un viraje en el curso de acción a partir de uno mismo, y desde ahí encontrar al otro y ser en el otro.
Consolar es tener ya un principio de organización social, de indignación y resistencia ante la injusticia, consolar exige ser coherente con la propia soledad y con la indignación ante lo terrible, consolar y permitir ser consolado no es permanecer pasivo, es ya principio de acción que exige encontrarse y evitar que lo terrible siga sucediendo invariablemente.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

martes, 6 de septiembre de 2011

Se llamaba Muerte

Everardo Martínez Paco*
Sábado, 3 de septiembre de 2011

Todo el día se preguntaba lo mismo: ¿Por qué la vida era tan cruel?, ¿Por qué cada día tiene que morir alguien?, ¿Por qué lo que impera en el mundo es la violencia y la maldad?, ¿Quién se encargará de este trabajo tan nefasto? En su mente podrida revoloteaban miles de respuestas, el ciclo susceptible del destino atroz, los márgenes estructurales de una vida sin memoria o quizás sea que tienen que morir unos para otros quepan en esta vida, todas estas respuestas pasaban por su mente pero ninguna se le hacía factible. Parecía ser un imán de desgracias o alguna especie de amuleto de la mala suerte, su vida estaba inmersa en ese mundo de lo extraño, lo vil y lo vulgar. El primer encuentro que tuvo con la muerte fue a sus escasos cinco años, una larga edad para alguien inmiscuido en la desgracia, ese encuentro se originó cuando su padre, en un momento de locura la quiso asesinar clavándole un cuchillo en el tórax, no lo logró, aún se pregunta el por qué no lo logró… Su madre murió ante sus ojos, en medio de una serie de espasmos y de ataques repulsivos, desde ese momento se fueron ciñendo cientos de situaciones un poco cómicas sobre las muertes que desfilaban ante sus ojos, todo este ciclo de muertes y de situaciones extrañas la habían llevado a convertirse en alguien cruel, tétrico y solitario, por no decir que vivía en situación de calle. La mayoría de las veces hablaba sola, sola, completamente sola. Misteriosamente todas las personas que convivían con ella al tercer día morían, a estas personas se les veía el miedo en los ojos, como si adivinaran que morirían, que la muerte estaba cerca. Quizás la fama de esta lúgubre personaje los hacía temer un futuro incierto, todo era un enigma, hasta que un día ella tocó mi puerta, la miré de pies a cabeza, traté de hablar pero mis labios no se movían, no tenía miedo, al contrario sentía paz, extendí mi brazo y la hice pasar, no platicamos, nunca cruzamos palabras, ella sólo deambulaba por ahí, siempre mirando y vigilándome. He visto desfilar tantas vidas frente a sus ojos que se que la siguiente es la mía, por eso escribo estas últimas líneas, para recordar cómo fue ese, mi encuentro con la muerte.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

Cybor

Citlali Rossalí Salazar García*
Sábado, 27 de agosto de 2011
  
Desde hace meses que estoy en esta cama. Recuerdo que un día se me diagnosticó una extraña enfermedad, me dieron incapacidad pero ya no pude recuperarme. No tengo familia porque ya no pude tener descendencia, luego de la última guerra mucha gente se marchó de aquí o murió, aunque yo era la excepción al quedar en un albergue de mujeres.
El único que me cuida es Cybor. Él es un robot que me otorgó el gobierno para que me cuidara, pero creo que no hace bien su trabajo, a veces me lastima y hace cosas que yo no quiero como darme de comer cada tres horas, pero él así es, está programado y no le puedo reprochar nada.
-Cybor no, no vengas ahora con ese olor que me marea, no quiero dormir, todavía no estoy haciendo un recuento- pero Cybor no lo entiende y empieza martirizarme con ese olor que me hace dormir.
Me gusta cuando Cybor me deja pensar en un mundo paralelo, como cuando lavaba los trastes en el albergue, yo pienso y Cybor tiene la capacidad de proyectar mis recuerdos en una pared, como un cine… Qué difícil es ahora que yo lave los trastes o haga mi vida normal, con esta enfermedad tan dolorosa nada se puede.
-Cybor ¿Qué haces? No me toques de ese modo, ¿Qué no entiendes como me duele? Tu mirada me marea no me mires así- Pero Cybor se comporta muy extraño, ya no me oye.
-Cybor no me entierres esas agujas en el cuerpo ¿Por qué? ¿Qué te hice?- Casi olvido que Cybor no siente nada por mí y seguirá enterrándome esos como alfileres en todo el cuerpo hasta que duerma… Hasta que deje de hacer el recuento.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM

lunes, 15 de agosto de 2011

La nueva poesía

Davo Valdés de la Campa
Sábado, 13 de agosto de 2011

Hoy se vive en el mundo la renovación de la poesía. Después de muchos siglos de repetir una y otra vez, hasta el hartazgo las formas posibles de escribir poesía, hemos encontrado un nuevo modo, una nueva forma de crear. Otros poetas nos dicen que todo lo que estamos haciendo ya fue hecho por ellos o por las vanguardias el siglo pasado. Y es cierto, la vanguardia e incluso movimientos más viejos como el romanticismo siguen teniendo vestigios e influencia hasta nuestros días, pero nosotros contamos con un nuevo conducto, un medio que nos permite reinventar las formas poéticas y la forma en cómo se vive la poesía. Hablo del internet, de la multimedia, de las redes sociales, de la tecnología de la cual nos hemos apropiado para dejar fluir las expresiones artísticas. 
La poesía y las novelas híbridas, textos con hipervínculos, sistema binario, poesía en flash, con animación en 3D, video-performance, música electrónica, mashups, la colaboración entre escritores que viven a miles de kilómetros de distancia, la posibilidad de participar en tiempo real en festivales de poesía desde México hasta Brasil o cualquier parte del mundo con una webcam y un micrófono. 
La poesía y el internet han sido el medio por el cual diferentes colectivos y proyectos se han encontrado y la semilla de la poesía se ha diseminado por toda la red virtual, infectando a miles de personas. 
Los blogs, los libros en PDF, las revistas online, son nuevas estructuras por las cuales fluye la literatura joven. Encontramos más posibilidades de jugar con el espacio en el papel a través de programas como Photoshop, más tipografías, juegos visuales. El poema se vuelve algo más lúdico, algo que camina junto con el mundo. La poesía también se convierte no sólo en un producto de las élites culturales, sino un ente que vaga por los mundos (el real y el virtual) llenando los espacios vacíos. 
Los nuevos poetas creemos que la poesía no pertenece a un lugar específico, que la poesía es un arma que puede destruir el tedio de la cotidianidad, algunos dicen como Karloz Atl que “el poeta es un revólver en medio del dolor del mundo”; otros como Jhonnatan Curiel afirman que “si hay muertos en las calles, también habrá poemas; como una reacción, sí, como un efecto consecuente sin adjetivos, un puro acto creativo que nace y se redirige a los anhelos propios, como una especie de filtro que da aliento a la existencia” y otros como Gerardo Grande afirman contundentemente que “el rock no ha muerto, la poesía no ha muerto aunque parezca”. “La poesía es como un zombie que siguen matando periódicamente, pero que se rehúsa a morir”, aseveró el poeta argentino Ezequiel Zaidenwerg en una lectura hace unos días en la Casa del Poeta Ramón López Velarde. 
Yo digo que nuestro canto está resonando en otras galaxias y el eco dice que aún estamos vivos y nada nos detendrá.

*Estudiante de la Licenciatura de Letras Hispánicas de la UAEM
davotanko@hotmail.com

martes, 9 de agosto de 2011

En busca de ese tiempo perdido


Dzoara Delgado*
Sábado, 6 de agosto de 2011

“En este medio turbulento ir a contracorriente es arriesgarse a ser atrapado en un remolino”
Fernando del Río Haza

Dando vuelta a la página y yendo un poco al pasado, el panorama de los medios impresos culturales en la entidad, era completamente desalentador. Hoy, sigue siendo lo mismo. Se trataba de una situación penosa no sólo para los estudiantes que compartíamos la cátedra de excelentes profesores, entre ellos, al hoy polémico Javier Sicilia, sino precisamente para esos sujetos que continuamente nos alentaban a la entrega de ensayos, a la revisión de nuestros argumentos, a ser críticos delante de textos que enriquecieran el saber colectivo.
Parecía que toda iniciativa de sacar a la luz textos culturales, fracasaba ante la falta de recursos y por supuesto, debido al poco rigor que se imprimía en aquello que requiere dedicación y esfuerzo. En alguna ocasión, delante de un café, una de mis profesoras me dijo con aire resuelto y no carente de ironía que, bajo ninguna circunstancia adquiriría una de “esas” revistas que circulaban en el momento. La idea fue clara. Para qué gastar tiempo y dinero en esa literatura, en publicaciones (no vamos a dar nombres) que se hacían y repartían entre los amigos que asistían al mismo bar cada fin de semana, si, finalmente, en tales propuestas editoriales el papel de la literatura quedaba relegado a diferentes actividades que hablaban no sólo de la búsqueda de prestigio e ignorancia, sino de la urgencia de subsanar la carencia de textos que en el arte reflejan la realidad, las ideas y conceptos que dan forma al mundo que hoy se entreteje.
Me azora la manera espontánea en que surgieron y desaparecieron esas publicaciones que ofrecían como objeto mercantil a la cultura. Saber que pudieron enmendar fallas y ver que no pasó. Es más desalentador observar que no existe juicio crítico en el trabajo que actualmente exhiben las revistas que vemos en los estantes de algunos cafés. Porque, si finalmente se trata de perder el tiempo, quisiera hacerlo con material del que pueda extraer algo que me sirva, pienso en algún artículo que sea memorable y que quizá como lector no advierta enseguida pero me enganche, creo que este es el punto de mayor importancia en cualquier impreso que mantenga un sello de honestidad intelectual.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

sábado, 30 de julio de 2011

Sin el honor que se merece

César A. Hernández*
Sábado, 30 de julio de 2011
No sé por qué piensas tú, 
Soldado, que te odio yo 
Nicolás Guillen

Lo conocí hace más de quince veranos. Compartimos el tiempo de juegos, de aventuras extrainfantiles, de descubrimientos excitantes, de deportes mal practicados y de vicios prematuramente adquiridos. Dentro de todo esto él era el intrépido, el aventurero, el atleta; yo, un ser fatigado de nacimiento, me quedé con los vicios, él se rehusó a entrar en ellos pues desde entonces ya tenía bien definidas sus aspiraciones.
Una tarde lluviosa llegó con una sonrisa de alegría y orgullo, esa que se dibuja cuando al fin se ha alcanzado lo que se anhela, y me lo dijo sin rodeos. Yo bien sabía que lo lograría pero algo en mí me hacia desear que fracasara en ese empeño; yo era el único mal amigo que no quería que fuera lo que él quería ser: un miembro, el más destacado, dijo que llegaría a ser, del ejército.
Recuerdo que se había ganado la admiración de muchos al defender a aquellos que sufrían los maltratos de los abusivos. Era como un héroe escolar, como un ejemplo de buen chico, era lo que, en el fondo, todos, incluido yo, deseaban ser pero nunca tuvieron el valor de decidirse a serlo. Llegué a creer que era envidia mi deseo de su fracaso, pero luego cuando dejé de verlo comprendí que era miedo de perderlo; miedo a que dejara de ser el chico que hacía cosas buenas por  puro gusto; miedo a que dejara de ser un ser libre; miedo a que, como ahora, dejara de ser.
Hoy, entre cervezas y  cigarros, un conocido me dio la noticia; fue en un enfrentamiento entre su destacamento y miembros del crimen organizado. Ocho muertos, entre ellos él. Según una nota, en la que se omitían nombres, más de trescientos disparos fueron percutidos, dieciséis de los cuales perforaron su cuerpo. 
Con el rostro desfigurado y sin el honor que se merece, yace ahora en la sala de la que fue su casa. Entre llantos y reclamos, entre oraciones y plegarias sólo esperamos que su alma descanse y que no haya en este mundo un ser humano más que muera por el afán asesino de propios y ajenos; que la vida deje de ser condicionada a la trayectoria de las balas y que los deseos de contribuir para mejorar de algunos no sean justificación para disponer de sus vidas tan valiosas como las de cualquiera.
El adquirió la responsabilidad de servir y ese fue a sus ojos un gran logro. Lástima que los que ordenaban de qué forma se tenía que servir no sirvieran para eso.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

sábado, 23 de julio de 2011

El tren de la diversidad

Angélica Ayala Galván*
Sábado, 23 de julio de 2011

En este tren van diversos pasajeros, cada uno con un pensamiento. Algunos mantienen el mismo sitio de llegada, otros aún no tiene el sitio definido. Cada viajero posee su propia historia, y durante el viaje, se entrelazará con las otras por casualidades o azares del destino. 
En este trayecto se comparten paisajes, música, libros y anécdotas de todo tipo. Algunos pasajeros sufren el recorrido, otros lo gozan, unos tienen miedo y otros tantos ni siquiera se han dado cuenta que están viajando. Varios de ellos no llegarán a la central principal, se quedarán en las estaciones precedentes, en las que al mismo tiempo habrá pasajeros que estén esperando con ansia o infortunio la llegada del tren.
A lo lejos, se escucha acercarse, poco a poco, un tren que viene en línea contraría. Al quedar en paralelo, por escasos segundos se alcanza a percibir lo que sucede en el vagón opuesto; otras historias, otros pensamientos, otros pasajeros que por un momento entrelazan miradas. Sin saberlo, en este vaivén los viajeros han compartido un pequeño instante de su vida, el cual puede, o no, ser significativo.
Cada tren, cada vagón, cada pasajero tiene un mundo dentro, en el que se comparten relaciones con otras personas, éstas pueden ser de amistad, de desprecio, consanguinidad  e incluso puede que no tenga un término para referirme a ello.  
Así, como en cada uno de los viajes del tren de la diversidad, las sociedades van y vienen, cada una con sus propias lógicas y paisajes, éstas suelen ser como los vagones a los cuales sólo se tiene acceso por un momento, y de ellos sólo observemos una parte de su esencia.
Aunque no se logre distinguir qué pasa en cada vagón del tren opuesto, es interesante tener la noción de que atrás, delante, e incluso a los lados, existen más vagones que mantienen una línea: la línea de la diversidad, que lleva a destinos nunca imaginados.
En este momento el tren se detiene y después de un breve descanso nuevamente comenzará a avanzar. Por la puerta suben varios pasajeros, entre todos ellos hay una persona que me ha hecho pensar todo esto, tal vez en este trayecto pueda conocerla, o tal vez se pierda entre la multitud, mientras tanto, agradezco este pensamiento que puede que se desvanezca con el paso del tiempo o que perdure en este viaje sin regreso.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.
angyayala@yahoo.com.mx  

viernes, 15 de julio de 2011

Ambivalente panacea

Samantha Brito*

Entonces me dijo: Vamos a hundirnos en nuestras espaldas para siempre y yo le creí. Nunca regresaríamos. Nuestros cuerpos prometían eternidad, pero nuestros actos tergiversaban la pasión en flaqueza, indiferencia y ociosidad. Aún así, lo seguí, anduve sus caminos de vidrios rotos, con una prenda en los ojos y con una soga al cuello. Gritaba su nombre cada amanecer en señal de mi génesis, de un aquelarre pendiente. A pesar del carácter voluntario de estos hechos, el dolor sucumbía, pero el deseo persistía como una mala hierba, asfixiante, similar a la soga que me lograba sangrar el cuello.
Al despunte del alba buscaba su silueta, especialmente su espalda de la cual bebía, delineada por el sol, mientras permanecía con los pies descalzos en la terraza. Su mirada era, cada vez que buscaba enamorarme, auténtica, alevosa y voraz. Todo el tiempo supe su juego, lo fugaz de su materia, lo profundo de su naturaleza y el silencio de su partida. Aquí nada se le acusa al desconocimiento sino a la necesidad de su templo, aquel lugar entre sus piernas, por mi sacralizado, donde aguardaba mis plegarias más oscuras y el centro del universo donde se fundían el caos y el orden mítico.
Arribamos a la noche. Nos envolvíamos en excesos que nos recordaban de alguna u otra manera a la irreverencia, a la magnificencia del quebranto de lo que tu cuerpo me propone como frontera. Transgresión. Éramos la orgía universal.
Escalaba desde sus pies a sus labios como un oficio de artesanía. Moldeando con mis manos, caricias que involucraran un placer que pudiésemos después compartir con los dioses como una ofrenda. Agradecer aquel instante donde renunciamos a nuestra fugacidad, a lo incierto que nos cubre. El sudor y los olores del pubis, sahumerio, flores muertas, conexión única. No quedaba lugar para los arrebatos ni para gemir.
Nunca dijo adiós, pero su ausencia era clara. Necesitaba de él una vez más. Las horas no podían contenerme, las charlas con otros eran un teatro mudo, no sabía de qué rayos me hablaban, mis ojos sólo perfilaban su nombre en los labios de extraños. No había preludios, la noche era recordarlo y simular vivir un día más. Sin consuelo. Pero nunca lo busqué, no le hablé por teléfono, ni le escribí por correspondencia. No podía cederle más docilidad.
La realidad entonces se me tornó agresiva, insufrible. Requerí la ayuda de María, siempre fugaz, preciosa. Fui a buscarla, a contarle de mis ganas por él. Al contrario de otros consuelos, no me abrazó. Se quedó mirándome con unos ojos de ternura, me tomó de las manos y me dio un beso. Entonces susurró: “una vez probando la miel de las espaldas y del sexo, imposible es no volver”. Me quedé callada con dolor en el pubis y escribí su nombre con desesperación. Te desintegraste en tu propio caos, me dolió el pecho. Entonces te consagré la muerte que te espera en aquel par de piernas abiertas. Por lo pronto, muérete.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM. 

Anuncio comercial

Patricia Romero Ramírez*


Soledad abrió la puerta de su recámara. En la mano derecha llevaba la botella de un líquido amarillo, espumoso y muy frío, en la izquierda un cuchillo de cocina. Su cara traslucía una tristeza aterradora. Encendió el televisor y una vez más transmitían aquel comercial que le repugnaba tanto. En él, con apenas unas prendas cubriéndole el cuerpo, Soledad anunciaba la marca de una bebida alcohólica. En ese instante recordó la lascivia con la que los hombres hablaban de la hermosa modelo y sintió asco, se tapó con amabs manos los ojos y lloró de impotencia. Mientras las gotas saladas rodaban por sus mejillas vinieron a su mente un montón de recuerdos…
A ella le gustaba la actuación desde muy chica, mas nunca tuvo las posibilidades económicas para estudiar teatro. Tenía una cara muy linda, era alta, de cuerpo delgado y tez clara, y su familia y amigos le decían siempre que poseía la belleza de las modelos de pasarela. Por ello, la animaban constantemente a que hiciera casting para alguna de las grandes televisoras. “Puedes ser conductora y ganar mucho dinero” –le decían ellas– pero eso no le importaba. Soledad no sentía atracción por ser artista de televisión, no buscaba ser famosa o ganar mucho dinero, solo quería actuar, gozar de lo multifacético que pueden ser los actores.
No obstante, un día sus amigas la convencieron. Televisa lanzó una convocatoria para ser modelo en un programa matutino, y Soledad se animó a participar. “Son las ganas de actuar –dijo– no la belleza de la que tanto se hace alarde. Un mes después le avisaron que el resultado era favorable, y que inmediatamente debía presentarse a las oficinas. Animada acudió al llamado, y al llegar, sin darle muchas explicaciones, le pidieron que firmara el contrato por seis meses. No tardó en descubrir que había cometido un error. Le avergonzaba el trato que le daban a cada una de las chicas, pues lo único que al productor le importaba era que mostraran su cuerpo. A ella le incomodaba el uso de diminutas ropas, el exceso de maquillaje, y aquellas formas de bailar que en nada le convencían, pero sin duda lo que más le fastidiaba era el comentario de su jefe: “el que no enseña no vende”. Quiso salir de ahí, pero le preocupaba el contrato que estaba de por medio, temía a la demanda. Un día le obligaron a filmar un comercial de la cerveza “Corona”, y se sintió degrada, por la forma en la que pedían que anunciara la bebida; los movimientos, los gestos, las posturas y actitudes que debía tomar le causaron aberración, y más aún el éxito del comercial; las frases hirientes que las personas decían al mirar la publicidad la llenaban de coraje.
De repente volvió en sí, y pensó en que ella no quería pasar más por ello pero seguramente el productor no le permitiría cancelar el contrato. Entonces colocó la botella sobre el piso y con el cuchillo cortó su cuello. Cuando los peritos llegaron al lugar buscaron alguna pista que revelara homicidio, pero en lugar de eso encontraron un televisor repitiendo una y otra vez el mismo comercial, una mujer fría y una cerveza caliente.

 * Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM

andro0717@gmail.com

Antropología ficcional

Miguel Ángel Álvarez Franco*

La siguiente crítica se centra en el método para manejar y publicar los datos de la investigación antropológica, es decir “el estilo” o forma con el cual se redacta un diario de campo y posterior edición para la publicación de los datos en él contenidos.
La Antropología se ha ido ficcionalizando a raíz de que los investigadores se han orientado a hacer más literatura que Antropología, novelando sus publicaciones ya sea por mero amor a la mano literata o por pura estrategia de mercado, algo que a simple vista parece no representar problema alguno, por otro lado podríamos pensar que esta ficcionalidad da la oportunidad al investigador de jugar con los datos, agregando o quitando, según los requerimientos de su investigación/novela.
Como es sabido los datos de una investigación pueden ser fácilmente sesgados. Desde el mismo momento de concretar su pregunta de investigación, y sin haber pisado campo, el antropólogo es capaz de realizar una previa selección de los datos que pueden ser favorables para su investigación y cuáles no, con la intención de no oponerse a lo que se busca demostrar. Desde esa posición, algunas investigaciones antropológicas se basan en una pequeña y focalizada muestra previamente seleccionada haciendo caso omiso a las periferias que pudieran ser contradictorias, dichas investigaciones pueden ser extensas y complejas, las cuales muestran su pequeñez y ficción hasta que otro investigador tiene la gran idea de corroborar los datos de investigaciones ya realizadas.
Quizá lo anterior no se dé por intención consciente del investigador, dejándole la responsabilidad a una errónea o “inocente” forma de comprender los datos de aquello que se observa y estudia. El problema en esto es precisamente que existe un sólo par de ojos para registrar y “comprender” la información observada en un tiempo y lugar de estudio preciso; la soledad con la cual trabajan algunos antropólogos es peligrosamente perfecta para crear esa ficción que aporta a nuestro registro esa peculiaridad interesante, una aventura por aquí, un Juan Matuz por allá, después de todo ¿Quién se va a enterar?

¿Por qué creer en las publicaciones antropológicas? La ficcionalidad es algo que se permite desde las aulas, desde la formación de aquel antropólogo/poeta.

* Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

La conciencia social, una vía para la exclusión

Carla Silvia Campos Torres*

Muchas veces hemos sido testigos de las diferentes formas de lucha que diferentes grupos o individuos mantienen en la sociedad, de hecho algunas veces nos sentimos  identificados con alguno de ellos pero ¿qué sucede cuando luchamos en contra de creencias o formas de expresión donde nuestros intereses se ven afectados?, tal es el caso de luchas que promueven el respeto hacia otras formas de vida no humanas.
Donde muchos vemos tortura y abuso por parte de los humanos hacia los  animales, otros ven tradiciones, creencias religiosas, preservación de cultura, supervivencia. ¿Cómo luchar contra cosmovisiones o percepciones de valores diferentes a los de nosotros?
Muchos grupos de lucha por la vida digna de seres no humanos argumentamos que en este tipo de actos se exalta la violencia y la tortura, el abuso y la dominación hacia el otro, en este caso los animales. Pero también debemos ser concientes de que cada individuo tiene creencias y el querer prohibirlas implica no llevar a cabo la tolerancia, el respeto, valores por los que luchamos. La pregunta es si es válido hablar de respeto ante situaciones que abusan de otros, respetar a los que no respetan.
El conflicto en cualquier lucha social es la diferente visión que se tiene de las cosas. Se ve a los diferentes como los contrarios, los enemigos, como los que están cegados, los inconcientes y los que no se dan cuenta de la realidad o la verdad que nosotros vemos. Ese pensamiento que algunos activistas o luchadores sociales tienen respecto a los otros es una actitud dogmática, el no autocuestionarse o el no tener una visión crítica de sus propias creencias es asumir la actitud opresora contra la que se supone luchamos.
El hablar de la conciencia social implica excluir a los otros y tomar una personalidad mesíanica, encumbrarse ante los demás como el conciente implica discriminación, pero ¿es que entonces debemos ser indiferentes ante los abusos de poder? Creo que un aspecto importante para cualquier lucha social es estudiar la problemática integralmente, conocer los antecedentes a diferentes prácticas que consideramos abusivas y aprender a escuchar y dialogar con los que las practican o promueven; sólo a través del diálogo y la reflexión podremos llegar a un punto en común sin tratar de convencer a nadie de nada, el primer paso es el entendimiento, claro es que todos hemos sido víctimas de estructuras cimentadas en la violencia y la no reflexión.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

Las máscaras de la violencia

Edalit Alcántara Pérez* 

“Eran dos chavos, uno homosexual y el otro normal” 
Comentario de una estudiante de antropología en clase de género.

El 17 de mayo es la fecha que se ha designado para conmemorar El Día Internacional Contra la Homofobia, sin embargo, un día no es suficiente para aniquilar la ola de violencia que este grupo ha sufrido a lo largo de la historia.
Cuando se pronuncian las palabras violencia contra los homosexuales a nuestra mente vienen imágenes de hombres y mujeres golpeados o muertos debido a sus preferencias sexuales, y es cierto, pero qué hay de esa otra violencia y discriminación que no deja huella pero se materializa en el lenguaje. El mundo mantiene una relación de interdependencia con las palabras, entendiendo que éstas tienen una carga valorativa con la cual se jerarquizan las cosas, por lo tanto estos clichés del lenguaje generan estereotipos y determinan nuestra visión del mundo o en palabras de Derrida “el prejuicio no deja espacio al juicio”.
Hay que escuchar lo que las palabras callan, pues de esta manera podemos comprender que los significados no están en las cosas sino que nosotros asignamos esos significados a las cosas, en muchas ocasiones de manera arbitraria y la mayoría de las veces sin darnos cuenta.
El epígrafe elegido muestra que la estudiante de antropología ni siquiera se percató que su comentario es discriminatorio, pues nos remite a un opuesto binario: heterosexual/homosexual desprendiendo un elemento que se coloca en el centro, la heterosexualidad, dejando al otro elemento, marginado; desprendiéndose una nueva dicotomía normal/anormal y una pregunta en el aire, ya muy gastada y que pensé que ya se había superado, ¿qué es lo normal? Esta situación  me remontó a los criminólogos mexicanos del XIX que consideraban que las desviaciones sexuales eran antinaturales, antisociales y se vinculaban con la delincuencia. Todo esto situados en pleno siglo XXI y con una revolución sexual acuestas.
Pretendo enfatizar que la violencia física no es el único mal que aqueja a los homosexuales, pues por medio del lenguaje también se genera y naturaliza la violencia. Hasta la fecha me sorprende las millonarias campañas que se han emprendido contra la homofobia que no han logrado sensibilizar ni a los universitarios, pues no sólo se trata de convertirse en un merolico que repite los conceptos sino que éstos se conviertan en una herramienta que desenmascare el contenido ideológico subyacente que deja constancia de la exclusión, explotación y violencia que los grupos, mal llamados  minoritarios, sufren.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades de la UAEM.

La novela ahora con “balacera” y en horario estelar

Oscar Daniel Prado Ramírez*

En la actualidad, cosas que antes nos hubieran parecido muy lejanas o eventos al menos a distancia de la casa donde crecimos o el barrio en el que nos aventuramos por vez primera en nuestras andanzas, se han convertido en situaciones cotidianas. Hechos que se repiten con regularidad hasta convertirse en algo que si no va perdiendo relevancia por su gravedad, sí es el pan transmitido con reiteración diaria por televisión, con forma de noticiero o para regocijo del teleauditorio asiduo a las historias melodramáticas, ahora en novela de nuevo formato. Me refiero a las nuevas transmisiones con temática de violencia y narco que Televisa está presentando en horario estelar. Por supuesto la violencia en la forma en que se nos presenta se va diversificando. Eventos de terror que se suscitan en zonas urbanas o a las afueras de las ciudades como las balaceras, los decapitados, “colgados”, “levantados”, secuestrados y por supuesto muertes que vienen de todas direcciones dejando rastro anónimo con mensajes explícitos o a veces, sin ellos. Con representación clara de las intenciones o con plena ambigüedad en la autoría, pero sobre todo colmando de alarma a la población civil. Una vez que se banaliza la violencia y sus efectos, poco a poco se va convirtiendo en parte del paisaje, no digamos en algo familiar pero sí en algo que comienza a perder su impacto inicial. Una mujer de una localidad norteña me dijo “lo más curioso es que ahora la gente anda bien ‘relax’, mira como si no pasara nada hasta altas horas de la noche, es mejor andar así”. Lo más curioso es que unos días antes se habían suscitado varias balaceras en al menos cinco diferentes colonias de su ciudad. La pregunta parecería clara ¿De qué nos habla que ahora hasta nuestros muertos se clasifican en de primera, segunda y hasta tercera categoría social como extensión de lo que fueron en vida? ¿No todos nuestros muertos deberían de contar con una sepultura digna y por supuesto de ser esclarecida su muerte con tanta urgencia como la de todos? ¿Acostumbrarnos a la violencia diaria, como ocurre en algunas ciudades, qué clase de efectos guarda para nuestras vidas? ¿La banalización de lo que está pasando ahora convertido en un “show” o en un producto con oferta de identidades de consumo, qué impactos tiene? Al parecer la respuesta a estas preguntas no se haya en el programa de seguridad del gobierno de Calderón ni en las autoridades inmediatas del país.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.