sábado, 12 de noviembre de 2011

Lo sublime y lo perverso de la violencia de género

Samantha Brito*
Sábado, 12 de noviembre de 2011

Las humanidades, no siendo rentables, revelan el sentido 
humano de cuanto concierne a hombres y mujeres en sus vidas. 
(Miguel León Portilla) 

Infinidad de ocasiones se ha discutido dentro de la academia la existencia de patrones de dominación fundados en el género, es decir, de la construcción cultural de la diferencia sexual biológica y también su persistencia, de lo que entreverado con otros procesos culturales, sociales, políticos y económicos surgen distintos tipos de violencia de género que es necesario dar cuenta pero también emitir una opinión al respecto. 
Sistemáticamente, dos mujeres universitarias y humanistas fueron víctimas de violencia de género por tres personas, quienes encabezan arbitrariamente, porque no hay una reglamentación como tal, la organización de la calle Comonfort mejor conocida como el Callejón del Libro. Estas agresiones infringen en violaciones severas de derechos humanos fundamentales como el trabajo, el libre tránsito y la libertad de decidir con quién hablar, estar, platicar o enamorarse.
Está por demás explicar que los motivos se fundan en experiencias privadas, sin embargo, ¿por qué escribir sobre esto? Una vez que los conflictos privados trascienden a la esfera pública, es decir, a la negación de los derechos fundamentales como el respeto y la soberanía individual, es necesario tipificar, lo que absurdamente los ingenuos, incrédulos y acríticos atribuirán a “chismes y habladurías”, como violencia de género.
Es necesario situar este conflicto en las lógicas construidas desde el género y la dominación masculina porque el móvil son egos heridos y una víctima más del patriarcado. Situar la violencia de género, especialmente contra las mujeres no ha perdido su dificultad por dos razones: Una, dada la naturalización que posee la violencia misma en nuestros días y otra, los matices simbólicos que adquieren sus manifestaciones, que fácilmente se silencian y se olvidan sino se denuncian con lo que tenemos en nuestras manos, es decir, la palabra.
Insisto mucho en derechos fundamentales, violencia de género y necesidad de denuncia porque son tres personas que mal manejan el poder bajo un discurso incongruente de “la calle es de todos” que se toman atribuciones que rebasan lo establecido. Es cuando se puede hablar de los matices sublimes que adquiere la violencia de género y paralelamente, la perversión de que personas de formación “humanista” reproduzcan patrones de dominación a nivel micro. 
Por ello, subrayo que mis palabras son una denuncia, una inconformidad y una exigencia. No podemos permitir que en un espacio que se construye como un escenario donde se propicia la cultura se reproduzcan prácticas entendidas como la persistencia de las manifestaciones diversas de la violencia, porque como bien lo dice Miguel León Portilla, “gracias precisamente a las humanidades, nos sentimos y queremos ser de verdad humanos”. 

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario