lunes, 15 de agosto de 2011

La nueva poesía

Davo Valdés de la Campa
Sábado, 13 de agosto de 2011

Hoy se vive en el mundo la renovación de la poesía. Después de muchos siglos de repetir una y otra vez, hasta el hartazgo las formas posibles de escribir poesía, hemos encontrado un nuevo modo, una nueva forma de crear. Otros poetas nos dicen que todo lo que estamos haciendo ya fue hecho por ellos o por las vanguardias el siglo pasado. Y es cierto, la vanguardia e incluso movimientos más viejos como el romanticismo siguen teniendo vestigios e influencia hasta nuestros días, pero nosotros contamos con un nuevo conducto, un medio que nos permite reinventar las formas poéticas y la forma en cómo se vive la poesía. Hablo del internet, de la multimedia, de las redes sociales, de la tecnología de la cual nos hemos apropiado para dejar fluir las expresiones artísticas. 
La poesía y las novelas híbridas, textos con hipervínculos, sistema binario, poesía en flash, con animación en 3D, video-performance, música electrónica, mashups, la colaboración entre escritores que viven a miles de kilómetros de distancia, la posibilidad de participar en tiempo real en festivales de poesía desde México hasta Brasil o cualquier parte del mundo con una webcam y un micrófono. 
La poesía y el internet han sido el medio por el cual diferentes colectivos y proyectos se han encontrado y la semilla de la poesía se ha diseminado por toda la red virtual, infectando a miles de personas. 
Los blogs, los libros en PDF, las revistas online, son nuevas estructuras por las cuales fluye la literatura joven. Encontramos más posibilidades de jugar con el espacio en el papel a través de programas como Photoshop, más tipografías, juegos visuales. El poema se vuelve algo más lúdico, algo que camina junto con el mundo. La poesía también se convierte no sólo en un producto de las élites culturales, sino un ente que vaga por los mundos (el real y el virtual) llenando los espacios vacíos. 
Los nuevos poetas creemos que la poesía no pertenece a un lugar específico, que la poesía es un arma que puede destruir el tedio de la cotidianidad, algunos dicen como Karloz Atl que “el poeta es un revólver en medio del dolor del mundo”; otros como Jhonnatan Curiel afirman que “si hay muertos en las calles, también habrá poemas; como una reacción, sí, como un efecto consecuente sin adjetivos, un puro acto creativo que nace y se redirige a los anhelos propios, como una especie de filtro que da aliento a la existencia” y otros como Gerardo Grande afirman contundentemente que “el rock no ha muerto, la poesía no ha muerto aunque parezca”. “La poesía es como un zombie que siguen matando periódicamente, pero que se rehúsa a morir”, aseveró el poeta argentino Ezequiel Zaidenwerg en una lectura hace unos días en la Casa del Poeta Ramón López Velarde. 
Yo digo que nuestro canto está resonando en otras galaxias y el eco dice que aún estamos vivos y nada nos detendrá.

*Estudiante de la Licenciatura de Letras Hispánicas de la UAEM
davotanko@hotmail.com

martes, 9 de agosto de 2011

En busca de ese tiempo perdido


Dzoara Delgado*
Sábado, 6 de agosto de 2011

“En este medio turbulento ir a contracorriente es arriesgarse a ser atrapado en un remolino”
Fernando del Río Haza

Dando vuelta a la página y yendo un poco al pasado, el panorama de los medios impresos culturales en la entidad, era completamente desalentador. Hoy, sigue siendo lo mismo. Se trataba de una situación penosa no sólo para los estudiantes que compartíamos la cátedra de excelentes profesores, entre ellos, al hoy polémico Javier Sicilia, sino precisamente para esos sujetos que continuamente nos alentaban a la entrega de ensayos, a la revisión de nuestros argumentos, a ser críticos delante de textos que enriquecieran el saber colectivo.
Parecía que toda iniciativa de sacar a la luz textos culturales, fracasaba ante la falta de recursos y por supuesto, debido al poco rigor que se imprimía en aquello que requiere dedicación y esfuerzo. En alguna ocasión, delante de un café, una de mis profesoras me dijo con aire resuelto y no carente de ironía que, bajo ninguna circunstancia adquiriría una de “esas” revistas que circulaban en el momento. La idea fue clara. Para qué gastar tiempo y dinero en esa literatura, en publicaciones (no vamos a dar nombres) que se hacían y repartían entre los amigos que asistían al mismo bar cada fin de semana, si, finalmente, en tales propuestas editoriales el papel de la literatura quedaba relegado a diferentes actividades que hablaban no sólo de la búsqueda de prestigio e ignorancia, sino de la urgencia de subsanar la carencia de textos que en el arte reflejan la realidad, las ideas y conceptos que dan forma al mundo que hoy se entreteje.
Me azora la manera espontánea en que surgieron y desaparecieron esas publicaciones que ofrecían como objeto mercantil a la cultura. Saber que pudieron enmendar fallas y ver que no pasó. Es más desalentador observar que no existe juicio crítico en el trabajo que actualmente exhiben las revistas que vemos en los estantes de algunos cafés. Porque, si finalmente se trata de perder el tiempo, quisiera hacerlo con material del que pueda extraer algo que me sirva, pienso en algún artículo que sea memorable y que quizá como lector no advierta enseguida pero me enganche, creo que este es el punto de mayor importancia en cualquier impreso que mantenga un sello de honestidad intelectual.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.