domingo, 30 de junio de 2013

¿Distribución libre o muestreo en aparador?

Patricia Romero Ramírez*
Sábado, 29 de junio 2013

¿Alguna vez has intentado descargar de internet algún artículo científico y te han pedido una suscripción mediante un pago anual o, en su defecto, el pago de ese material específico? Generalmente, cuando intentamos consultar un archivo alojado en una base de datos, no se nos permite descargarlo de manera gratuita y, si corremos con suerte, únicamente se nos muestra algún resumen o ciertas páginas del archivo, con la intención de que “te empapes” de lo que aborda aquel artículo. De esta manera, si tú necesitas ese material debes pagar o te quedas sin él. 
Con todo esto, en tiempos reciente se ha puesto sobre la mesa de discusión el tema del Acceso abierto. Esta iniciativa se define, según el portal electrónico www.accesoabierto.net, como “aquel que permite el libre acceso a los recursos digitales generados de la producción científica, sin barreras económicas y sin restricciones derivadas de los derechos de copyright”. De manera más simple, esto se traduciría en iniciativas que proponen el acceso libre a artículos académicos, científicos, entre otros materiales, sin que para esto sea necesario el pago de una suscripción, un registro previo en los portales o el pago por el material.
El sector de la población que se manifiesta a favor argumenta que el conocimiento se produce para ser compartido, para que el otro lo conozca, lo utilice y lo difunda. Yo, al igual que ellos, me declaro a favor, pues considero que el conocimiento no debe producirse para obtener con ello ganancias millonarias, sino para que las personas vean en él una herramienta útil. Yo prefiero que mi trabajo se distribuya de manera gratuita y que sea conocido por 100 personas (¡así pierdo el anonimato, claro!), a que su distribución tenga un costo y sea conocido por las 10 únicas personas que pudieron pagar el acceso al material.
Considero, y es mi humilde opinión, que aquellos que aún se oponen no toman en cuenta que en muchas ocasiones el hecho de cobrar por adquisición de los materiales hace que éstos se queden como muñecas de aparador, y que todo aquello que puede ser útil se malgaste en una base de datos de prestigio que brinda popularidad, pero que no nos permite que la gente nos lea, nos conozca y nos reconozca.

* Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades UAEM.

Violencia de género ¿un tema superado?

Edalit Alcántara Pérez*
Domingo, 23 de junio de 2013

Muchas personas miran con recelo el tema que da título a este escrito porque consideran que en pleno siglo XXI es una situación superada debido a que las mujeres incursionan en la política, la cultura, salen a trabajar, estudian y en algunos casos, deciden sobre sus cuerpos. Para las y los incrédulos, las mujeres que viven una situación de violencia es porque no tienen una autoestima alta que les permita valorarse y con ello fuerza de voluntad para cambiar su condición. Es más, algunos aventurados afirman que vivimos bajo un “matriarcado”. Sin embargo, analizando con detenimiento los contextos y las condiciones en que viven las mujeres, estas afirmaciones pueden ser desmentidas. Por ejemplo, en la política las mujeres siguen siendo minoría, tanto que se tuvo que establecer una cuota de género para nivelar la situación entre hombres y mujeres, además de enfrentar el fenómeno del techo de cristal que no les permite ascender a puestos importantes o de toma de decisiones. En lo que respecta a la cultura y la educación se debe mencionar que el mayor número de analfabetismo se concentra en la población femenina, debido a que muchas mujeres desertan de la vida escolar a causa de embarazos no planeados o que estas actividades no se consideran importantes para las mujeres pues de facto se les asigna el cuidado del hogar. La cuestión laboral no está libre de la violencia y discriminación, ya que las mujeres se enfrentan regularmente a bajos salarios y un mayor número de horas trabajadas. El derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo es un tema que merecería su propio espacio; no obstante, vale la pena resaltar que solamente en la Ciudad de México se puede acceder a abortos legales, seguros y gratuitos. En Morelos la interrupción del embarazo es un delito, con lo que el tema cobra tintes de justicia social porque las mujeres más pobres son las que mueren debido a abortos inseguros. 
Como puede apreciarse, las opiniones que minimizan la violencia de género y pregonan la existencia de un matriarcado son poco reflexivas, debido a que las mujeres entran a actividades del ámbito público con grandes desventajas y su presencia en éstos no garantiza que tengan acceso al poder.

*Estudiante de Letras en la Facultad de Humanidades UAEM.

La escuela rural: excusa y motivación

Alejandro Ramos*
Sábado, 8 de junio de 2013

Los actuales acontecimientos vinculados con los intentos del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto de atentar en contra de las conquistas sindicales del SNTE, conquistas que como ejemplifica su ahora presa líder están permeadas por la corrupción y abuso del poder
Y es que no es nada nuevo el reconocer que muchos maestros a nivel básico y medio superior han hecho de los nombramientos y las plazas de trabajo su propio negocio y del manejo o promoción de los mismos una subasta que beneficia al profesor, quienes ahora ven peligrar esta posibilidad debido a una nueva instancia gubernamental que podría ser creada: la agencia nacional de evaluación docente, un intento por parte del gobierno federal por poner una correa de mando a uno de los gremios más grandes y de mayor poder a nivel nacional, en ambos bandos hay intereses deshonestos en donde la docencia y la pedagogía son sólo una excusa y dentro de esto, la educación rural es una trinchera tomada por ambos bandos. 
La escuela rural presenta un matiz muy interesante dentro del espectro de las prácticas educativas en nuestro país, una de ellas es una relación muy estrecha entre la comunidad en donde la escuela es una extensión de la comunidad misma que la retroalimenta, es un tipo de educación en donde a pesar de las limitaciones tanto materiales así como muchas veces la falta de preparación de sus profesores hacen que la labor docente sea complicada y no encaje muchas veces en los procesos de evaluación nacional que no aceptan la heterogeneidad de las realidades educativas.Afortunadamente este tipo de enseñanza tiene otra característica, su permanencia e independencia respecto a programas que desde muchas décadas los pasan por alto y que cada año no hacen que repetir los bajas puntuaciones de una educación que cuando ocurre en su sentido más puro como una escuela que se nutre de los conocimientos empíricos y le devuelve a la comunidad conocimiento útil no falla en su propósito de dotar de nuevas visiones a quienes asisten a ella
Aunque los profesores saldrán como siempre más limitados por los programas educativos, la educación rural permanecerá y seguirá viva dentro de su contexto como un modelo necesario en una época globalizada que muchas veces la ignora o que se pierde en las inmutables presencias de las montañas, bosques, serranías o pueblos donde ocurre.

*Estudiante de Historia de la Facultad de Humanidades UAEM.

Causalidad

Miguel Ángel Romero Méndez*
Sábado, 1 de junio de 2013

Todo lo que es, es por una causa, reza el principio de razón suficiente que Schopenhauer expone en un libro cuyo título no recuerdo. Mi abuelo murió dos días antes de mi primer cumpleaños. En el momento justo de su muerte, las manecillas del reloj que tenía puesto en su muñeca quedaron inmóviles, como el ser de Parménides. Nadie sabe por qué. Hume diría que no hay una relación causal entre la muerte de mi abuelo y que el reloj se detuviera. De hecho, diría que no hay relación causal entre cualquier cosa imaginable y las manecillas que se detienen. Schopenhauer diría que la inmovilidad es causada por algo. Pero en el lugar donde nací no leían a Hume ni a Schopenhauer, ni a nadie. Quizá esto explica por qué llegaron a la conclusión de que la muerte de mi abuelo era la causa de que las manecillas dejaran de moverse. Para mí, su muerte fue una de esas demostraciones de lo que Borges llama la magnífica ironía de Dios: el tiempo, dice Kant, no está en el mundo, sino en el sujeto. El tiempo expiró con mi abuelo. Y así, pese a nunca haber leído a Kant, se convirtió en el perfecto ejemplo de la estética trascendental. Cuando cumplí ocho años, mi abuela me regaló el reloj de mi abuelo. Me lo regaló por dos razones: porque no tenía otra cosa que regalarme y porque no servía. Nunca lo usé, pero lo guardé de todos modos porque era antiguo y me gustaba, aunque no sirviera. ¿Habrá alguna relación entre esta “manía” de conservar cosas que no sirven (el resabio de la confusión entre bueno y útil: “bueno es aquello que sirve para lo que fue hecho”) y la fórmula en que se ha convertido de mi vida (siempre la misma banca frente a mi ventana, siempre la comida a la misma hora, siempre el mismo color de ropa)? Siempre me ha gustado leer a Schopenhauer, lo leo siempre que puedo. Leer algún fragmento de los Parerga es una de las tres cosas que todavía disfruto. Las otras son darle cuerda a mi reloj y dormir. Darle cuerda al reloj, porque olvido; dormir, porque a veces sueño. Nadie ignora lo que significa soñar. Hoy, el reloj funcionó de nuevo. Así, sin más, el segundero empezó a avanzar. ¿Por qué habrá vuelto a funcionar? Todo lo que es, es por una causa.

*Estudiante de filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

Cuando la violencia nos alcanza

Everardo Martínez Paco*
Sábado, 20 de abril 2013

En la calle ves imágenes en los aparadores de periódicos bañados con sangre, sigues caminando y los reproductores musicales de varios automóviles llevan consigo el soundtrack de alguna masacre, las mismas pláticas que escuchas a tu alrededor llevan consigo saliva bañada con sangre, las calles están llenas de violencia, nos hemos acostumbrado a la violencia. No hay un día en que no pensemos que tal vez sea el último de nuestra vida o si alguien de nuestros amigos caerá, claro está que no podemos predecir cuándo puede pasar esto, lo que sí podemos es prevenir, aunque claro esto no sirve de mucho cuando un genio de la maldad está al frente de dichas cosas.
Pasé mucho tiempo sin ver este tipo de cosas, en un estado como el mío (Guerrero) era raro ver este tipo de cosas, con esto no quiero decir que no pasaban, sino que no se veían; entonces pues, ¿cuándo es que te acostumbras a este tipo de cosas? poco a poco te haces a la idea de que te puede pasar a ti, que el día de mañana quizás no lo veas llegar. Es muy triste esta situación, el miedo se ve reflejado en los rostros de las personas que ves a tu alrededor.
Algunas veces queremos pensar que esto no está pasando, que la violencia es sólo un mito, hasta que te pasa, sí hasta que vives en carne propia lo que se siente jodidamente vivir la violencia, no acostumbrarte sino vivirla, tu mundo se viene abajo, es jodido sentir miedo en todos los poros de tu cuerpo, es realmente jodido no saber quién te atacará el día de hoy, ya no es si verás el día de mañana, se convirtió en quién me va a joder el día de mañana, resuelto esto, los altos mandos policiales y el otro bando no se preocupa por crear temor entre la gente, porque el temor ya está en la gente, poco a poco hemos empezado a vivir con un miedo constante, algo a lo que nos estamos acostumbrando.
Yo he sentido la violencia en carne propia, he visto, he vivido, lo he sentido, rabia, coraje, impotencia, miedo, pero hoy digo, basta ya, yo no me acostumbro a la violencia, ¿Qué harás tú? Levántate, lucha, hazte escuchar, no te acostumbres, lucha por tu vida y por tu dignidad.

*Estudiante de Antropología Social de la Facultad de Humanidades UAEM.
Face: Everardo Martínez Paco
Blog: http://tintaymierda.blogspot.com

Últimas divagaciones del migrante del american dream

Óscar Prado*
Sábado, 6 de abril de 2013

¿Cómo poder escapar al poder de estos hombres que parecerían haber salido de los árboles y de la tierra? Hombres que parecían alados por su velocidad, montados en sus corceles color miel. Estos seres cuasimágicos, con sus rostros pintados para la guerra y su piel cobriza como la nuestra, nos obligaron a hincarnos sobre la tierra. Nos amarraron a sus caballos cual si fuéramos unos becerros cualesquiera. Nos estaban asegurando, cuando de pronto se escuchó un tronido que dejó su eco regado en las cumbres: ¡Son los pinches gringos! ¡Se van a agarrar a balazos estos pinches pelados! ¡A jijo, gringos y apaches! gritaron algunos de la paisanada amarrada que se zangoloteaba. Quería zafarme, escapar y al mismo tiempo buscaba a Chinto desde mi propio apresamiento. ¡Pinche piojoso mundo, ahora sí nos van a llenar de agujeros! gritó Jacinto con su voz de escuincle “hulemiados” desde su propio lazo. Eso éramos en el fondo muchos de nosotros, los harapientos. Que para estas, ya estábamos bien metidos en un hoyo profundo y negro, esta escabrosa guerra. Con varias escopetas, pronto los blancos emboscaron y mataron a muchos de los comanches. Revestidos de una dignidad en el hueco de su muerte roja, los indios muertos hicieron que la pradera se llenara de espíritus que bailaban alrededor de los caballos, de los gringos y de nosotros. Las almas de estos hombres clamaban y llenaron de espanto nuestro corazón. El dolor parecía exhalar de las mismos orillas del río, de la misma tierra que triste lloraba la pérdida de sus seres míticos, del fin de su propia génesis. Asimismo, los blancos hicieron prisioneros a cuanto infeliz desamarraron de los caballos con todo y sus tripas vacías, haciéndonos descender un peldaño más. Uno más abajo hacia la tumba que la guerra había destinado para nuestro desdichado fin. Si bien nosotros, ansiábamos la vida. Si bien el objetivo de este viaje era ganar y ganar “verdes”, para acumularlos, para tener que ofrecer a nuestras familias. Para ofrecer algo a nuestra futura mujer. Entonces se me llenaban las ideas con una sola pregunta sin respuesta ¿por qué Dios parecía no recorrer estos solitarios parajes llenos de calamidad? Esa esperanza, el genuino apuro de sobrevivir para poder retornar a aquel camino curvo y a esa loma llena de polvaredas. El camino a casa estaba truncado por el odio de un puñado de hombres. Sin mediar palabra los blancos, que más bien eran mercenarios pagados por los propios rancheros acaudalados para robar ganado del lado mexicano y sembrar el terror, ataron al que estaba más asustado a uno de sus caballos y éste, tratando de seguirle el paso al caballo, terminó siendo arrastrado de forma atroz hasta llenarnos la mirada de muerte. Continuaron con otros que tuvieron incluso menos suerte. Al cabo de un rato estos se reían y nos pusieron a cavar las tumbas de los caídos y también las de nosotros. Y aunque esta historia termina con lo inevitable de nuestra muerte. Con lo que la miseria de nuestras vidas había trazado para nosotros desde que no hubo nada en esa tierra de la que nosotros nacimos, de la que nosotros terminamos huyendo para así, huir de nuestra propia hambre. Lo que para nosotros siguió fue el final de ese hueco en la panza, que es también el final de todos esos hombres y mujeres que no tuvieron la dicha de volver con los suyos. La otra historia que no está en estas líneas, que no se puede escribir. El dolor que queda después de este silencio infinito.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.
huapangomurga@hotmail.com

¿Mujeres juntas ni difuntas?

Samantha Brito*
Sábado, 26 de marzo de 2013

Las feministas son, en efecto, diferentes, pero siguen siendo mujeres.
Marcela Lagarde y de los Ríos

Más que permanecer solamente en la reflexión general de la violencia contra las mujeres por parte de los hombres, es necesario que las mujeres que adoptan el feminismo como posición política recuperen la discusión un poco introspectiva y replantear cómo hemos entendido el feminismo y cómo nos relacionamos entre nosotras, qué patrones de violencia reproducimos en una lucha que busca reivindicarnos de todo el peso de la invisibilización de la historia. ¿Qué tiene de relevante la introspección sobre cómo es el encuentro entre nosotras? 
La vida social está organizada, de tal modo que las únicas maneras de existir son la familia o la pareja (siempre heterosexual por supuesto). No hay espacio para las expresiones alternativas de arreglos familiares o con una misma. Por lo tanto, se desarrolla un proceso de aprendizaje y asimilación de la soledad y el asilamiento para cumplir exitosamente con el rol pasivo y dependiente. Aunado a eso, desde pequeñas aprendemos a mirarnos entre nosotras como una metáfora de lo maldito, la mala mujer, la puta, la loca, mi enemiga. Al nombrarla “mi enemiga” es la única cualidad de la cual me apropio y automáticamente me distancio. Recientemente leía una columna que decía que tenemos derecho a ser malas mujeres. Pero ser “malas mujeres” es ser transgresoras, romper con esa tradicionalidad que reprime una sexualidad erótica, que obliga al sacrificio por los otros, al silencio y aislamiento. No aniquilar a la otra en términos de competencia por un bien masculino.
Uno de los aspectos que señala Marcela Lagarde que forma parte de ese amplio espectro de dominación que reconocemos como patriarcado, es ese extrañamiento entre mujeres, a lo cual se ha referido como escisión de género. Esta enemistad histórica que perpetúa la condición cultural de las mujeres en los lineamientos de la inferioridad por medio de la competencia es un fenómeno real que debe ser atendido por las feministas y activistas afines para poder consolidar la incidencia en la transformación política de las estructuras de opresión que nos coloca no solamente a las mujeres sino a gran parte de los grupos sociales en desventaja y con predisposición a vivir violencia.
Necesario es reconocer que existimos una diversidad compleja de mujeres que no siempre coincidiremos ni mucho menos se consolidarán negociaciones que concluyan en el consenso. Hay lugar para el conflicto y la rivalidad. Porque somos producto de una estructura que nos disciplina con violencia tanto a hombres como mujeres. El presentarnos con la careta de feministas e involucrarnos ideológicamente con el feminismo no nos garantiza destruir las desigualdades de género, es más asumámoslo, reproducimos el poder en la única manera que nos han hecho concebir nuestra visión del mundo: patriarcalmente. 
En este sentido, Lagarde puntualiza que las alianzas y los pactos entre mujeres que convergen de pronto en una amistad en sí misma, representa un acto revolucionario, una vez que tal como somos construidas culturalmente, estamos predispuestas a mantener distanciamiento entre nosotras privilegiando nuestras diferencias patriarcales. Pero es necesario, construir, si bien no la sororidad –hermandad entre mujeres- porque no es posible con todas por nuestra misma diversidad, sí aquella capacidad de negociación, búsqueda de consenso y por supuesto, mirarla como una potencial aliada para de verdad subvertir ese sistema que tanto nos daña. Reivindicar esa revolución siempre pendiente. Mi cuerpo es mío y ella no es mi enemiga. De otra manera es darle la vuelta.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.
lamunequitaverde@hotmail. com

El mundo entre cerros

Angélica Ayala Galván*

Sábado, 16 de marzo de 2013

Dejar sentir, dejar vivir, sólo se trata de respetar los lugares sagrados que hablan cuando el viento estalla, cuando la lluvia cae y el fuego arde, cuando las nubes se mueven como si quisieran decir que todos esos paisajes son de todos aquellos que han sentido la adrenalina recorrer cada parte de su cuerpo, de aquellos que han entablado un sentimiento. El sentimiento de saber que la tierra no nos pertenece, que la tierra se defiende porque es la que nos arropa, es la dadora de vida.
Ahora por nuestros caminos vamos decidiendo nuestro destino, a cada paso se observan guerreros y doncellas caminando porque Yohualtepetl les está llamando, quiere seguir vivo, no quiere ser destruido, les dice que hay que romper las barreras y cadenas de la avaricia y apatía.
Por esta tierra en la que hemos nacido, vivido y donde queremos morir, porque es el espacio donde han quedado miles de corazones guerreros, espíritus y almas revolucionarias.
Por el mundo que tenemos es que miramos de frente, alzamos la voz y les contamos a todos aquellos que se acercan con armas y máquinas en mano, que Tepoztecatl sabrá responder a cada percance con valentía y sabiduría.
Tepoztlán es cuna del Tepozteco, guerrero que se ha enfrentado una y mil veces con adversidades. Ahora desafía una serpiente sin corazón, su piel es de concreto y va devorando todo lo que está a su alrededor, pero como en el pasado, una vez más la gente tepozteca escucha la sabiduría de sus montañas, está dispuesta a jugarse la vida por el derecho a defender algo más que el territorio, defienden la diversidad de mundos.
La gente sólo está pidiendo respeto y quien no pueda comprenderlo se topará con un pueblo que alza las voces de combate y avanza hacia adelante, luchando con garra y dignidad, porque esta vez se trata de cuidar a Tepoztlán desde una punta hasta la otra.

*Estudiante de Antropología Social de la Facultad de Humanidades UAEM.