viernes, 15 de julio de 2011

La novela ahora con “balacera” y en horario estelar

Oscar Daniel Prado Ramírez*

En la actualidad, cosas que antes nos hubieran parecido muy lejanas o eventos al menos a distancia de la casa donde crecimos o el barrio en el que nos aventuramos por vez primera en nuestras andanzas, se han convertido en situaciones cotidianas. Hechos que se repiten con regularidad hasta convertirse en algo que si no va perdiendo relevancia por su gravedad, sí es el pan transmitido con reiteración diaria por televisión, con forma de noticiero o para regocijo del teleauditorio asiduo a las historias melodramáticas, ahora en novela de nuevo formato. Me refiero a las nuevas transmisiones con temática de violencia y narco que Televisa está presentando en horario estelar. Por supuesto la violencia en la forma en que se nos presenta se va diversificando. Eventos de terror que se suscitan en zonas urbanas o a las afueras de las ciudades como las balaceras, los decapitados, “colgados”, “levantados”, secuestrados y por supuesto muertes que vienen de todas direcciones dejando rastro anónimo con mensajes explícitos o a veces, sin ellos. Con representación clara de las intenciones o con plena ambigüedad en la autoría, pero sobre todo colmando de alarma a la población civil. Una vez que se banaliza la violencia y sus efectos, poco a poco se va convirtiendo en parte del paisaje, no digamos en algo familiar pero sí en algo que comienza a perder su impacto inicial. Una mujer de una localidad norteña me dijo “lo más curioso es que ahora la gente anda bien ‘relax’, mira como si no pasara nada hasta altas horas de la noche, es mejor andar así”. Lo más curioso es que unos días antes se habían suscitado varias balaceras en al menos cinco diferentes colonias de su ciudad. La pregunta parecería clara ¿De qué nos habla que ahora hasta nuestros muertos se clasifican en de primera, segunda y hasta tercera categoría social como extensión de lo que fueron en vida? ¿No todos nuestros muertos deberían de contar con una sepultura digna y por supuesto de ser esclarecida su muerte con tanta urgencia como la de todos? ¿Acostumbrarnos a la violencia diaria, como ocurre en algunas ciudades, qué clase de efectos guarda para nuestras vidas? ¿La banalización de lo que está pasando ahora convertido en un “show” o en un producto con oferta de identidades de consumo, qué impactos tiene? Al parecer la respuesta a estas preguntas no se haya en el programa de seguridad del gobierno de Calderón ni en las autoridades inmediatas del país.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

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