sábado, 22 de mayo de 2010

Carta para un caudillo: del presente al pasado

Citlali Rossalí Salazar García*
Sábado, 22 de mayo de 2010


General
Emiliano Zapata Salazar:

Ha pasado mucho tiempo desde que usted murió. Su recuerdo sigue vivo entre nosotros, una parte de usted está en cada morelense que lucha por un mundo mejor, por sus tierras, por la naturaleza, la justicia y la paz.
La lucha de nuestros pueblos continúa, porque la situación, a pesar de tantos años, sigue siendo la misma, que cuando usted peleó. El pasado y el presente se unen con las mismas problemáticas y batallas. Nuestra gente sigue saliendo a las calles exigiendo justicia y libertad; las tierras ganadas se pierden al ser fraccionadas y vendidas, el campesinado sufre bastante pues a pesar de que el gobierno les ofrece “apoyos” no obtienen lo suficiente para vivir; y por eso se ven obligados a vender cada centímetro, que con tanto coraje se ganó, perdiendo la soberanía alimentaria que nos caracterizó hace algunos años.
El problema de la contaminación y devastación ambiental, no parece menor, el cuidado a la naturaleza es terrible; los ríos que fueron nuestros modos de recreación, ahora lucen contaminados y es raro ver un ser vivo cerca; las pocas barrancas limpias se nos arrebatan bajo el nombre de “proyectos ambientales”, las cuales terminan siendo contaminadas de cualquier manera.
Pero no todo son malas noticias, es bueno que sepa que hay quienes buscan mejorar esta situación, sin embargo, son tratados como criminales, los encarcelan y persiguen, violentan sus derechos humanos, y quienes a veces ofrendan su vida. También quiero comentarle que nuestro estado pasa por un momento crítico de violencia, Morelos está sitiado por el narcotráfico y el pánico cunde entre la gente, el gobierno no garantiza seguridad.
Sin embargo, el pueblo no se da por vencido; la combatividad que se siente está reflejada en comunidades como: Xoxocotla, Alpuyeca, Yautepec, Coajomulco, Tepoztlán, Santa Catarina, Flores Magón, entre otras, quienes se oponen a proyectos como: carreteras, gasolineras, clubes de golf, rellenos sanitarios, que afectan la economía, los campos o la forma de convivir; sabemos por ello que, cuando llegue el momento, legaremos lo que usted comenzó hace cien años.
¡Encaremos la muerte para dar vida!
Atentamente:
Los herederos de sus ideales.

*Estudiante de la Facultad de Humanidades UAEM

sábado, 15 de mayo de 2010

El vikingo Joe

Ana Martínez Casas*
Sábado, 15 de mayo de 2010

Joe Vikingo es una banda de rock cuernavacense que surge en 2008 cuando Diego Zarco (guitarra rítmica y voz principal) y Daniel Cepeda (bajo), mejor conocido como Linus, deciden formar un conjunto musical. Para esto invitan a Eduardo Catalán (guitarra melódica) y a Adrián González (batería). Sin embargo, poco tiempo antes de su segundo aniversario, Adrián deja el grupo por motivos de estudio y es entonces cuando Sergio Rabadán se integra como baterista.
En estos dos años Joe Vikingo se caracteriza por sus canciones chiclosas y la autenticidad de sus temas: además del topoi amor est morti, hablan de criaturas de la mitología del vikingo Joe, como El devorador de mundos –un ente cuasi– Horla que se alimenta de polvo cósmico y papilla estelar- o Jara, el temerario que, en palabras de Diego, cuenta “la antigua leyenda acerca de un hombre valiente que no tenía miedo (de) pelear con ogros, ni (de) besarse con chicas que parecían troles”.
El vestuario es otro elemento que distingue a los vikingos musicales. Su atuendo consiste en pantalones de mezclilla rotos y playeras blancas llenas de besos de diferentes tonos de lápices labiales. A primera vista no parecen reales, pero Diego, muy orgulloso de su playera, me corrige y comenta que en cada tocada aumenta el número de labios impresos gracias a sus fans.
Sin embargo, los integrantes de Joe Vikingo también son socialmente responsables. Para desalentar el uso de narcóticos, su canción Cannabis (no habrá salida) trata sobre una adolescente que consume drogas y destruye la relación con su novio por su comportamiento de autismo psicodélico. Además, los vikingos son embajadores de la campaña “VIH no es rock” ya que tienen una gran preocupación por la alta incidencia de sida en el estado de Morelos. En una entrevista Diego me dice “durante nuestras tocadas, normalmente damos algunas sugerencias para que la gente cuide su salud y regalamos condones. También damos pláticas y capacitaciones en escuelas, acompañadas por un buen rock”.
Para ponerse en contacto con la banda y saber cuándo son sus próximas presentaciones, visiten su myspace oficial en www.myspace.com/joevikingo.

htttp://lunaencajada.blogspot.com
*Estudiante de la Facultad de Humanidades de la UAEM

sábado, 8 de mayo de 2010

El Regreso

Davo Valdés de la Campa*
Sábado, 08 de mayo de 2010

La noche se apoderó del camino, con sus dedos largos y uñas afiladas rasgó el cielo y la esencia de las sombras se dispersó por el horizonte. El camión navegaba por la carretera como barco perdido a la deriva. Desde mi asiento observaba cómo se apagaba el sol entre parpadeos fortuitos. De pronto, el valle se iluminaba completamente por una nueva luz, mientras el sol se apagaba en la bóveda celeste. Todo parecía arder en un fuego uniforme y sereno. Girábamos por una curva pronunciada y por la ventana pude ver las miles o tal vez millones de luces que se aglomeraban en Cuernavaca. Atrás, la ciudad de México desaparecía en una línea cada vez menos reconocible. Podía ver los focos que alumbraban lo más alto del cerro, entre las barrancas malditas y los volcanes dormidos. Miraba los candiles que crecían y se minimizaban conforme me acercaba a la ciudad. La primavera se había esfumado para siempre.
Las luces, nacían, crecían y llenaban de vida la panorámica vista desde El Mirador. Se reproducían como una plaga. Cada una de ella es una historia: una vida. La inmensidad de ese mar de luminiscencia me atraía, me llevaba como un fantasma hacía sus puertas. En mi mente, contemplaba maravillado las casas, los patios, las personas que lloraban dentro de sus ventanas. Me estremecí. El tiempo era algo tan efímero en aquella travesía para mí. La noche daba vueltas, con ella los campos de sorgo y trigo, los montículos de paja, el eco de un cierto lamento, un lamento que parecía brotar del corazón del campo.
Las luces ya estaban impregnadas, brillando en todo el horizonte, despiertas y juguetonas ante los ojos de los que sufrían; resplandecían amenazando a las estrellas marchitas que reían en silencio. Los focos se convirtieron en algo cercano. Podía ver también a la gente sentada bajo los faros y cómo de pronto, algunas lámparas se apagaban misteriosamente. También se moría el tiempo y la melancolía de la carretera.
El camión seguía avanzando: parecía que no se detendría jamás, que no iba a ninguna parte.
Me pregunto dónde estoy. La luz me toca los ojos y entre tantas historias bifurcadas me cuestiono si estarás ahí, en algún lugar, esperando, aguardando el momento en que llegue a tí.
Hoy ya no encuentro brillo ni calor en las luces de esta triste ciudad. Lugar que pronto será devorado por una bestia tan hambrienta que su resplandor es el mismo infierno de la desolación.

*Estudiante de la Facultad de Humanidades de la UAEM