martes, 6 de septiembre de 2011

Se llamaba Muerte

Everardo Martínez Paco*
Sábado, 3 de septiembre de 2011

Todo el día se preguntaba lo mismo: ¿Por qué la vida era tan cruel?, ¿Por qué cada día tiene que morir alguien?, ¿Por qué lo que impera en el mundo es la violencia y la maldad?, ¿Quién se encargará de este trabajo tan nefasto? En su mente podrida revoloteaban miles de respuestas, el ciclo susceptible del destino atroz, los márgenes estructurales de una vida sin memoria o quizás sea que tienen que morir unos para otros quepan en esta vida, todas estas respuestas pasaban por su mente pero ninguna se le hacía factible. Parecía ser un imán de desgracias o alguna especie de amuleto de la mala suerte, su vida estaba inmersa en ese mundo de lo extraño, lo vil y lo vulgar. El primer encuentro que tuvo con la muerte fue a sus escasos cinco años, una larga edad para alguien inmiscuido en la desgracia, ese encuentro se originó cuando su padre, en un momento de locura la quiso asesinar clavándole un cuchillo en el tórax, no lo logró, aún se pregunta el por qué no lo logró… Su madre murió ante sus ojos, en medio de una serie de espasmos y de ataques repulsivos, desde ese momento se fueron ciñendo cientos de situaciones un poco cómicas sobre las muertes que desfilaban ante sus ojos, todo este ciclo de muertes y de situaciones extrañas la habían llevado a convertirse en alguien cruel, tétrico y solitario, por no decir que vivía en situación de calle. La mayoría de las veces hablaba sola, sola, completamente sola. Misteriosamente todas las personas que convivían con ella al tercer día morían, a estas personas se les veía el miedo en los ojos, como si adivinaran que morirían, que la muerte estaba cerca. Quizás la fama de esta lúgubre personaje los hacía temer un futuro incierto, todo era un enigma, hasta que un día ella tocó mi puerta, la miré de pies a cabeza, traté de hablar pero mis labios no se movían, no tenía miedo, al contrario sentía paz, extendí mi brazo y la hice pasar, no platicamos, nunca cruzamos palabras, ella sólo deambulaba por ahí, siempre mirando y vigilándome. He visto desfilar tantas vidas frente a sus ojos que se que la siguiente es la mía, por eso escribo estas últimas líneas, para recordar cómo fue ese, mi encuentro con la muerte.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

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