jueves, 14 de julio de 2011

Mi destino

Everardo Martínez Paco*

La lata salió volando estrepitosamente debido al fuerte puntapié que le propiné, la mirada al suelo me conducía por el sendero de la desesperación, el sendero de la maldita tristeza, el destino que jugaba chueco. Nuevamente me había llevado por un giro de los más estrepitosos, un giro del cual dudo que me pueda reponer, después de mi gran adicción a las pastillas para dormir, después de mis tres accidentes en el mismo auto, que podría parecer extraño que sólo yo resultara lesionado, después de la muerte de mi mejor amigo, después de una larga borrachera y después de muchas desgracias más,  que poco a poco me orillan a la locura, miro hacia el cielo buscando el por qué de mis desgracias. Sólo encuentro una gota que se estrella contra mi ojo y me obliga a agachar la mirada nuevamente. Camino sin rumbo fijo, esperando que de la nada salga un maldito auto y me arrolle de una buena vez y de esta manera cure mi maldita locura, mi destino es sufrir, mi destino es sufrir, mi destino es, bueno ¡ya basta de melodramas! Mi camino se torna un poco más pesado, estoy por llegar a mi casa y ver la figura horrible de la que se autollama mi esposa, mi mujer, mi dueña, una más de mis desgracias. Me paro en la puerta de la entrada y con una calma desesperante tomo la llave y me dirijo a la cerradura, mi cuerpo empieza a tener un pequeño temblor como si presintiera algo, mis manos se tornan frías y mi garganta se seca, entro y todo está en calma,  en silencio… Voy a la cocina, tomo un vaso con agua y me dirijo al cuarto, aquel cuarto del horror. Miro con horror cómo un bulto de 200 kilos brinca estrepitosamente en la humanidad de mi esposa, mientras ella gime, no sé si de placer o de dolor.  De mi boca sale un grito que yo nunca quise articular: ¡malditos!  Mi boca calla y sólo escucho mi corazón mientras la mole de 200 kilos se dirige a mí como una locomotora, su puño se estrella en mi cara y pierdo la razón, pierdo el juicio, me caigo en un pozo sin fondo, en un sueño profundo.
-          ¿A poco así acaba la historia Jesús?
Jesús sujetó sus lentes, los acomodó sobre su nariz, se rascó la panza, eructó, miró a Pedro y le dijo – ¡no! ¿cómo crees?  si se está poniendo muy interesante esto, quiero ver si la locura no lo invade antes.
-¿No crees que ya jugaste mucho con él?
-Sí, lo sé pero esto de escribir el destino de las personas es muy divertido, ¿no lo crees?

http://tintaymierda.blogspot.com

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

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