jueves, 14 de julio de 2011

Escrituras límite

Dzoara Delgado*
Sábado, 19 de febrero de 2011

De acuerdo con una noticia publicada en la página virtual de la BBC, “la primera matanza en México con el mayor número de víctimas decapitadas en lo que va del año, desde que en el 2006 el presidente, Felipe Calderón, lanzara su ofensiva para luchar contra el narcotráfico”, fue la de los 15 cuerpos decapitados en un centro comercial del puerto de Acapulco, en enero de este año.
Así que es difícil evitar preguntarse sobre los asesinatos que el narcotráfico ha perpetrado en el estado y que parecen quedar en el olvido. Dice Roland Barthes en el prefacio a sus Ensayos críticos que: “escribir tiene que ir acompañado de un callarse; escribir es, en cierto modo, hacerse “callado como un muerto”, convertirse en el hombre a quien se niega la última palabra”.
¿Cómo se leen los efectos que cobra la violencia en el estado? Somos, los morelenses, lectores de estos cuerpos desmembrados, cuerpos en bolsas negras de basura, cuerpos colgados, mantas –las ya tan conocidas narcomantas- que aparecen en los puentes peatonales, lectores de los encabezados de los diarios que hablan de muertos sin cabeza, descabezados. Paradojas de esta guerra contra el narcotráfico. Tal parece que el cuerpo del delito no tiene rostro, dado el carácter impune con que se manejan estas situaciones. 
No sólo es asesinar, es dejar un mensaje, una obra pero, ¿qué significado tienen estas ejecuciones? Mensajes indescifrables, escrituras límite que cumplen un fin, generar terror. El mensaje es preciso, gente muerta, muertes que, a manos del narco caen en el olvido, ¿qué implicaciones políticas acarrea esto a la sociedad? Dar por sentado que la corrupción perpetúa la ola de crímenes que parece no tener fin.
Herbert Marcuse en Eros y Tanatos, afirma que “contra la rendición al tiempo, la restauración de los derechos de la memoria es un vehículo de liberación, es una de las más nobles tareas del pensamiento”. Esta cita invita a no dejar en el olvido el envilecimiento de la justicia en el estado. Finalmente, como diría Barthes, cierro la boca, o mejor dicho, abandono momentáneamente el ordenador y dejo al lector de esta columna para que juntos pensemos sobre las escrituras límite, los narcomensajes, en un texto de apenas dos mil y tantos caracteres.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

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