sábado, 12 de febrero de 2011

La ironía, puesta en escena del tropo

Dzoara Delgado*
Sábado, 6 de noviembre de 2010

La atención del espectador es captada de inmediato al ver que el escenario no es lo que convencionalmente uno esperaría. La iluminación, los uniformes de los capitanes, los movimientos de Allende figuran ese lenguaje poético del que Rosalba García es autora. Estos elementos que para algunos podrían ser un factor de distracción en cuanto al discurso que maneja la obra, en otro sentido la llenan de un color y vida que pocas veces se ve en el teatro de la entidad.
El giro humorístico que los personajes desarrollan en escena es un acierto a decir de la ironía que con apego se proyecta en “La conspiración vendida”. Obra dirigida por Rosalba García Gómez, y ganadora del concurso de teatro “Los Centenarios en Morelos”, dividida en tres actos, se estrenó el 25 de septiembre en el Teatro Ocampo y ha ido presentándose en diversos lugares del estado. Como complemento de la novela “Los pasos de López”, el montaje refleja la crítica social y política que el escritor Jorge Ibargüengoitia (autor de ambas obras), inyectó a su trabajo al utilizar, entre otros recursos retóricos, la ironía.
La historia se sitúa “en varias partes del centro de México, a mediados de septiembre de 1810”. Cuando los insurgentes fraguan una conspiración en la que se prevé que México quedará libre de ser una de las tantas colonias de la Vieja España y sobre las consecuencias que acaecen una vez que ha sido descubierta esta conspiración. Piezas imprescindibles en el tablero son: la esposa del corregidor, la temeraria doña Josefa Ortiz (Catarina Mesinas), el cura Hidalgo (José García), el delator canónigo Iturriaga (Armando Ramírez) y por supuesto el traidor de la obra, el capitán Arias (Humberto Romero).
Como dispositivo crítico del arte dramático, “La conspiración vendida” muestra un trazo de las debilidades y pasiones humanas por medio de la ironía. ¿Cómo afecta a los asistentes el uso de este tropo en una puesta en escena? Con actuaciones memorables como la de Héctor Zetina en el personaje del alcalde Ochoa o la del actor Armando Ramírez, la atmósfera es la de un público que se deja conducir en una trama que deja en entredicho el valor de los próceres de la patria. Esta puesta en escena irradia sensibilidad y esfuerzo, motivos que el Instituto de Cultura de Morelos, debiera considerar en la difusión de los trabajos artísticos.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades de la UAEM

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