domingo, 13 de febrero de 2011

El grillete móvil

Roberto Monroy Álvares
Sábado, 18 de diciembre de 2010

La vida entre los todavía mortales está fundada en la sospecha y sus derivados. La soledad a la que nos ha envuelto nuestro presente nos arroja a un mundo en que el “otro” (ese siempre enemigo público) acaba siendo otra vez objeto de la quema de brujas. Silencios intermitentes ante un extraño en la calle nos muestran que el concepto de comunidad cada día se va quebrando más; como pensaría Borges, seremos la colectividad imposible.
Tal parece que se naturaliza una acción tan repudiada en otros momentos históricos: el delato. El soplón hoy en día es considerado un héroe nacional, un ciudadano digno de ser salvado de las balas perdidas de cualquier soldado mexicano. Sí no eres parte de la solución, ciertamente eres parte del crimen organizado, esa masa amorfa, cáncer social, de la que podemos ser parte en cualquier momento. Qué nos diferencia del malo si no es una simple declaración en nuestra contra. Cualquiera es estigmatizado, es víctima del holocausto anti narco, y la pregunta que siempre ha aterrorizado se hace presente, ahora más real que nunca: ¿si la policía y el ejército nos vigilan, quién vigila a la policía y al ejército? ¿Serán acaso diferente su comportamiento al de las tropas americanas ubicadas en Afganistán e Irak, o diferentes a los soldados de cualquier dictador sudamericano de los setentas, o será diferente la policía a los elementos violadores de mujeres en Atenco, o a los militares hostigadores en Chiapas? ¿Cuántas veces el malo se ha vestido de verde o azul y ha portado el escudo nacional? Hay cierto patrón en las grandes narrativas nacionales: hay buenos y malos. Yo sigo sin entender dónde queda esa delgada línea, se me escapa cuando el Estado me pide una revisión de rutina que no es más que transgredir el poco espacio de libertad que tengo y coartar mi derecho a no ser el malo, a no participar en su gran ficción llamada guerra contra el narco. No sé, tal vez el Estado también se organiza y crea un pequeño circo del crimen. 

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM.

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