sábado, 12 de febrero de 2011

Se llama sabiduría, no profecías

Abel Caballero Sánchez* 
Sábado, 13 de noviembre de 2010

Es irrebatible que si el objetivo de la humanidad fuese el engrandecimiento de cuentas o frugales deleites personales ya nos hubiésemos extinguido, los apoderados rigen nuestras vidas como tiburones sobre un cardumen, la situación no es diferente a la época de la colonia, cuando los mismos caciques salteaban a sus proletarios recién rayados. Los medios de comunicación masiva son una batuta para nuestra conducta, usurpan nuestro tiempo, atención y recursos, con tantas distracciones nos impiden explorar otras áreas de nuestro inconsciente personal y colectivo, dominar capacidades ignotas de nuestra mente y transformaciones de nuestra percepción sensorial.
Pareciese que para la mayoría de individuos no hay más en la existencia que paredes, dinero y un circulo de conocidos, a eso le atribuyen el sentido de la vida y dejan que los altos dirigentes dispongan de todo su tiempo y esfuerzo, aun así se conforman con la ilusión de haber hecho algo de provecho. De allí la importancia de rescatar nuestras tradiciones y nuestra sabiduría ancestral, de hallar fuentes de conocimiento, no podemos relegar tantos siglos de lucha y desarrollo. Ya nos hemos percatado de que tenemos entre manos una época inimaginablemente importante pero debemos dejar de pensar como individuos para pensar como humanidad, como efigie de la naturaleza.
A un lado la fantasía de juventud, nuestro punto de partida son 4 000 años de reflexión, no nos faltan experiencias pues los más grandes pensadores de la historia nos comparten las suyas de la manera más franca, nos corresponde darles continuidad a la evolución y a la madurez de la humanidad.
Se ha desdeñado el contacto con Dios a cambio de religión adulterada y tecnología, y aún más absurdo relegamos de nuestra conciencia a la naturaleza, jactándonos del cuidado del medio ambiente, el cual es nuestra extensión, una parte tan pulcra como nuestro espíritu y que conformamos un todo.
Para subir al siguiente nivel debemos honrar a la humanidad, darnos cuenta de que es una vida en sí, estudiar sus etapas, valorar los errores porque nos encausan a aciertos y determinar el siguiente paso, al igual que a nuestra vida le da aliciente la muerte, la encomienda primordial es encumbrar el proceso y glorificar el final.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de humanidades UAEM

No hay comentarios:

Publicar un comentario