viernes, 28 de marzo de 2014

Entre el olvido y la devastación

Angélica Ayala Galván*
Sábado, 11 de enero de 2014

A cuatro meses de la tormenta Manuel en el estado de Guerrero aún se perciben los estragos: la pérdida de cosechas, las enfermedades, la reconstrucción de casas. A este hecho se le ha conocido como una de las peores catástrofes naturales en la nación.
Al igual que las nevadas o las sequias en el norte del país, estos fenómenos son una consecuencia de la naturaleza, pero la otra parte es resultado de las distintas acciones y actividades que los seres humanos han realizado sin percatarse de los daños al medio ambiente, además hay que sumar la autorización que los funcionarios públicos otorgan para construir zonas habitacionales o carreteras en lugares no propicios, además de la negligencia y desorganización por parte de las autoridades.
Medios de comunicación como Televisa aprovecharon este acontecimiento como elemento de distracción y apropiación del Centro Histórico, en donde días antes desalojaron al movimiento de los maestros, además de que hicieron de la emoción, una técnica para inducir el comportamiento de los televidentes a través del inconsciente. Desde otra perspectiva es reconfortante saber que aún respondemos y colaboramos ante el dolor ajeno, aunque esto tenga que ser impulsado por medios que lucran con la necesidad de las personas.
Es probable que estos acontecimientos se repitan con frecuencia. En diciembre del año pasado se inundó Villahermosa, Tabasco, y en esta ocasión la noticia no tuvo gran difusión, pero no sólo se trata de dar difusión y de organizarse para mandar despensas, sino comprender que nuestras acciones tienen repercusiones, que formamos parte no sólo de un país sino de un mundo donde todavía el destino no nos pertenece. Habría que reconocer que no estamos preparados para las respuestas de la naturaleza, puede que por fortuna o infortunio.
Las catástrofes naturales son la expresión de la gran devastación y saqueo que se ha hecho a la tierra y aquellos recursos que han resultado ser benéficos para seguir alimentando el ingenio del ser humano, pero no precisamente para colaborar con aquellos/as que son olvidados y que aún no se han recuperado de la devastación, sino para su propio beneficio.

*Estudiante de Antropología Social de la Facultad de Humanidades UAEM.
angyayala@yahoo.com.mx

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