viernes, 28 de marzo de 2014

Animal errante el ser humano

Óscar Prado*
Sábado, 25 de enero de 2014

En sus comienzos, el homo sapiens sapiens se desplazaba grandes distancias como medio estratégico de supervivencia. De esta forma podemos vislumbrar que todo ser humano tiene implícita la necesidad de viajar. Quizá en la prehistoria el hombre viajaba con la idea de encontrar los recursos alimenticios o de refugio necesarios para poder subsistir y darle alguna garantía a su reproducción. En tiempos modernos, la idea del viaje puede acaparar distintas aristas de un filón, y que muchas podemos interpretarlas como inquietudes del alma humana. Una de estas puede ser la necesidad de abrir la experiencia a lo desconocido. Abrir la visión a nuevos paisajes y caminos. Es aquí cuando llegamos a uno de los rasgos imprescindibles para analizarlo, que es el encuentro con una nueva manera de mirar el mundo y sus detalles cotidianos a través de otra cultura vecina o lejana, esto dependerá la capacidad para desplazarnos grandes distancias tanto en el aspecto financiero, como físico e imaginativo. Es el encuentro con “la otredad” si se puede acompañar por supuesto de “alteridad”. Esta última es la capacidad que tiene el hombre para desarrollar una aceptación de las diferencias culturales, incluso raciales. El encuentro con “el otro” es el encuentro con ese mundo que hasta cierto punto hace lo mismo (cocinar, vestir, trabajar, casarse y morir) pero de otra manera. Podríamos decir figurativamente al revés. Pero apartándonos un poco de una visión meramente culturalista encontramos que en la actualidad hay otro tipo de viajes que corresponden más a lo que podemos llamar “viajes de descanso” y quizá podemos agregar “con todo incluido”. Este tipo de viaje está relacionado con el imaginario de la clase media y está asociado enteramente a ésta, porque quizá tiene los recursos para poder consumir dicha oferta hablando en términos puramente comerciales. Este tipo de viaje oferta la pérdida de estrés en un lugar paradisiaco frente a los desafíos y ansiedades que causa la vida moderna. También está su opuesto: el viaje de trabajo.
Otro tipo de viaje y quizá el más doloroso hasta ahora es la migración como medio estratégico para encontrar un mejor porvenir. Aliviar el hambre o las necesidades que la vida posmoderna y consumista impone al sujeto como forma adecuada de vivir. La migración está asociada más a la clase trabajadora que tiende a cruzar fronteras internacionales o regionales para poder acceder a una fuente de ingreso que no encuentra en su propio país o espacio sociopolítico. No sólo la clase trabajadora es forzada a migrar por la situación en que se ve envuelta. Otras razones de la migración son el exilio o asilo político por amenazas contra la integridad física y moral de algunos ciudadanos. En muchos casos los exiliados tienen que vivir ocultándose de las autoridades tanto del propio país como del de destino. Por lo tanto, el viaje en muchas ocasiones impulsa al hombre a conocer lugares distantes en donde puede quizá, a modo de comparación con los locales, recuperar algo que parece diluírsele en la urbanidad y que es su propia identidad.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.
huapangomurga@hotmail.com

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