domingo, 5 de agosto de 2012

La suerte en alas de un pájaro

Sábado, 30 de junio de 2012
Patricia Romero*

Él contaba orgulloso que siempre corría con la suerte de estar un paso por delante, o uno por detrás, de la caída de la caca de un pájaro. En otros aspectos no podía decir que fuera afortunado, pero la buena estrella que lo acompañaba en su relación con las aves lo hacía sentirse insuperable. El trabajo que tenía no era bueno, sus amigos eran escasos y, además, su salud no era la mejor, pero sobrevivía. En el amor tampoco cantaba victorias. A Luisa la conoció luego de su fracaso con Amalia, y tardó ocho años en conquistarla. Luego de tres meses de relación ella tuvo que irse, él nunca supo por qué, pero ella tuvo que irse. En resumidas cuentas la vida que le había tocado no era digna de la menor envidia, lo único que lo salvaba era su fortuna con los pájaros.
Cuando algo salía mal no se deprimía, ni lloraba su pena más de media hora, siempre se reconfortaba diciendo que nadie en el mundo corría con la misma suerte que él, nadie en el mundo se salvaba de ser cagado por un pájaro.
En una ocasión, olvidó sobre la mesa de la cocina una veladora encendida, cuando volvió a casa vio que todo ardía en llamas. Los vecinos solo miraban, puesto que ya no era posible hacer nada. Todos lo veían con lástima, y se acercaban para darle algunas palabras de consuelo, pero él los sorprendía con la única respuesta que atinaba a darles: “Gracias Chonita, pero no se preocupe, nadie corre con la suerte, como yo, de vivir a salvo de las cacas de los pájaros”. Luego de un tiempo su comentario dejó de parecerles raro, pues lo mismo pasó cuando perdió su empleo, cuando le robaron el carro, cuando Amalia lo plantó en el altar. 
Las personas que le rodeaban lo tenían por loco, nadie comprendía que pudiera vivir tan despreocupado y tan orgulloso de algo que todos consideraban absurdo. Una tarde, justo cuando regresaba del trabajo, dos hombres se acercaron a él, lo encañonaron y le pidieron el reloj y la cartera. Él no opuso resistencia, y esto enfadó a los asaltantes. Le soltaron un tiro que dio justo en el estómago. Los dos tipos corrieron, él cayó al piso soltando la bolsa de alpiste que llevaba en las manos. Muchos pájaros se acercaron a su cuerpo, él los miraba comer mientras se repetía: “no todo es tan malo, nadie corre con la fortuna, como yo, de nunca haber sido cagado por un pájaro”.

* Estudiante de letras de la Facultad de Humanidades, UAEM
andro0717@gmail.com

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