Maricarmen Salazar
Virginia Woolf escribió Orlando en 1928 y la tradujo Jorge Luis Borges en
1937. Esta mancuerna hizo de esta novela, por un lado, “una obra capital para
la literatura latinoamericana” (Rodríguez: 14). Por el otro, una aportación al
feminismo. Leah Leone manifiesta que “Borges hace una traducción que reorienta
el texto hacia lo masculino, aunque por omisión y no por un acto subversivo” (232).
Es decir, Borges se focalizó en el aspecto ficcional de la obra dejando de lado
las críticas patriarcales. Esto le dio una riqueza particular a esta novela,
pues contiene elementos literarios de gran valor como el uso del tiempo
narrativo, de las múltiples perspectivas del yo y de los aspectos ficcionales;
al mismo tiempo que plantea cuestionamientos al tratamiento que se les da a las
mujeres en la literatura, a las escritoras dentro de ella y cuestiona la
representación del género sexual por medio de su particular personaje.
Orlando
nace como varón, pero en sus más de cuatrocientos
años de vida, experimenta una metamorfosis hasta convertirse en mujer. Después
de una serie de peripecias amorosas y poéticas cae en un estado de inconsciencia
y despierta siendo una mujer que padece las cuestiones de la moral, la decencia
y el pudor. Tiene una terrible confusión y reflexiona sobre lo absurdo de la
condición de la mujer: la incomodidad de la ropa, su actitud inocente por no
decir tonta, la incapacidad de exteriorizar y la imposibilidad de responsabilizarse
de los propios actos. Reflexiona también, sobre su conducta cuando era varón y
se da cuenta de lo injusto y egoísta que había sido. Mientras está asimilando esto, Orlando se ve obligada a casarse para
ser tomada por decente para conservar sus propiedades, pues esto solo se podía
si estaban casadas. Orlando conoce a Shelmerdine y sienten una gran empatía,
se casan rápidamente pero él vuelve al mar, pues éste es su pasión, pero cuando
el viento se calma visita a Orlando que
tiene la libertad para escribir.
Entonces, por un lado la dualidad que
representa Orlando muestra que no es
el cuerpo ni el género lo que nos determina como seres humanos y que no hay estructuras
diferenciadoras entre hombres y mujeres. Y, por el otro, la traducción de
Borges enfatizó la estructura fantástica de la novela y le dio un impacto
positivo. Estas perspectivas hacen de Orlando
una novela vigente que ofrece una gran variedad de lecturas.
* Estudiante de Letras Hispánicas de la
UAEM