Patricia Romero Ramírez*
En los últimos tiempos, han surgido movimientos
sociales a lo largo de todo el mundo, pues el descontento general es cada día
más visible en la población. “Todos somos Ayotzinapa”, “Je Suis Charlie” y “Yo
soy 132”, entre otros, han logrado, unificar de alguna manera a la gente, con
la intención de hacer eco del descontento, de la rabia y la indignación por los
muertos, el fraude, los atentados, la inseguridad y las injusticias mundiales
en general.
Unirse a un movimiento y protestar contra los
Estados fallidos es un punto de comienzo y una esperanza para que la situación
en el mundo cambie; sin embargo, de pronto olvidamos que no solo es el caso de
los 43 estudiantes desaparecidos, sino de los miles de ciudadanos, no solo
mexicanos sino también extranjeros, que han desaparecido en México, aquellas
mujeres, víctimas de un sistema machista y patriarcal, que día tras día
desaparecen para después ser encontradas –si es que son encontradas− murtas,
violadas, mutiladas, tiempo después. Asimismo, olvidamos que no solo es un
atentado en Francia contra el Charlie
Hebdo, sino todos los ataques que la prensa sufre diariamente. La libertad
de expresión ha sido siempre coartada, los medios son manipulados y la
información llega siempre solo a unos cuantos. Las amenazas y los atentados no
caen únicamente en las oficinas de los diarios, sino también en los reporteros,
en los periodistas independientes, bloggeros, activistas sociales, entre otros.
Cada movimiento es un grano de arena y un detonante
para que la bomba por fin estalle, para que se produzca un cambio radical a
nivel mundial; sin embargo, es necesaria la solidaridad y la unión de cada uno
de los movimientos, necesitamos una movilización global. Cada uno de nosotros
es ese muerto inocente en la guerra, el periodista asesinado, la mujer violada
o asesina, los niños de la guardería ABC. Los movimientos no deben ser
excluyentes, hay una necesidad de ser inclusivos, de aprovechar todos los
momentos para alzar la voz, para que cada caso anónimo se convierta en público.
Como dice Ismael Serrano, “la tristeza, si es compartida, se vuelve rabia que
cambia vidas”, y compartir esa tristeza debería ser la bandera y el bastón.
* Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de
Humanidades, UAEM.
andro0717@gmail.com
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