domingo, 30 de junio de 2013

Causalidad

Miguel Ángel Romero Méndez*
Sábado, 1 de junio de 2013

Todo lo que es, es por una causa, reza el principio de razón suficiente que Schopenhauer expone en un libro cuyo título no recuerdo. Mi abuelo murió dos días antes de mi primer cumpleaños. En el momento justo de su muerte, las manecillas del reloj que tenía puesto en su muñeca quedaron inmóviles, como el ser de Parménides. Nadie sabe por qué. Hume diría que no hay una relación causal entre la muerte de mi abuelo y que el reloj se detuviera. De hecho, diría que no hay relación causal entre cualquier cosa imaginable y las manecillas que se detienen. Schopenhauer diría que la inmovilidad es causada por algo. Pero en el lugar donde nací no leían a Hume ni a Schopenhauer, ni a nadie. Quizá esto explica por qué llegaron a la conclusión de que la muerte de mi abuelo era la causa de que las manecillas dejaran de moverse. Para mí, su muerte fue una de esas demostraciones de lo que Borges llama la magnífica ironía de Dios: el tiempo, dice Kant, no está en el mundo, sino en el sujeto. El tiempo expiró con mi abuelo. Y así, pese a nunca haber leído a Kant, se convirtió en el perfecto ejemplo de la estética trascendental. Cuando cumplí ocho años, mi abuela me regaló el reloj de mi abuelo. Me lo regaló por dos razones: porque no tenía otra cosa que regalarme y porque no servía. Nunca lo usé, pero lo guardé de todos modos porque era antiguo y me gustaba, aunque no sirviera. ¿Habrá alguna relación entre esta “manía” de conservar cosas que no sirven (el resabio de la confusión entre bueno y útil: “bueno es aquello que sirve para lo que fue hecho”) y la fórmula en que se ha convertido de mi vida (siempre la misma banca frente a mi ventana, siempre la comida a la misma hora, siempre el mismo color de ropa)? Siempre me ha gustado leer a Schopenhauer, lo leo siempre que puedo. Leer algún fragmento de los Parerga es una de las tres cosas que todavía disfruto. Las otras son darle cuerda a mi reloj y dormir. Darle cuerda al reloj, porque olvido; dormir, porque a veces sueño. Nadie ignora lo que significa soñar. Hoy, el reloj funcionó de nuevo. Así, sin más, el segundero empezó a avanzar. ¿Por qué habrá vuelto a funcionar? Todo lo que es, es por una causa.

*Estudiante de filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

No hay comentarios:

Publicar un comentario