Mauricio
Morales*
Cada
año los mexicanos conmemoramos la Revolución mexicana, un movimiento bélico de
corte político-social que transformó la vida nacional. Celebramos a nuestros
“héroes” revolucionarios que contribuyeron a despojar a Porfirio Díaz del
poder, con el objetivo de crear un Estado más democrático. Me atrevo a
entrecomillar el calificativo de héroes, precisamente porque personajes como
Zapata, Villa, Carranza o Huerta fueron considerados unos bandoleros, impostores
o saqueadores en su tiempo. Por ello, vale
la pena preguntar: ¿qué celebramos entonces?
La
invitación es la siguiente: repensar la Revolución mexicana. Si escudriñamos un
poco este acontecimiento histórico, nos daremos cuenta que quienes “ganaron”, por
decirlo de alguna forma, no fueron los pobres, sino los dirigentes de masas,
los que tuvieron los medios para conducir la Revolución a un fin particular. La
Revolución mexicana, de acuerdo con la definición de Arnaldo Córdoba, ha sido
conceptualizada como “democático-liberal, agraria, popular y antimperialista.”
La
Revolución mexicana tenía como objeto mejorar las condiciones de vida de los
sectores sociales más desprotegidos: los obreros y los campesinos. No obstante,
quienes más se beneficiaron de la lucha armada fue la clase media emergente,
así como miembros de la clase alta proveniente del porfirismo. No resulta
sorpresivo dicho resultado. Si Porfirio Díaz había justificado su estancia en
el poder porque el pueblo mexicano no estaba preparado para la democracia, cabe
preguntarse lo siguiente: ¿y después del porfiriato sí? No lo creo.
El
balance crítico de la Revolución se traduce en una sociedad desfragmentada,
donde los pobres o las clases más marginadas sufrieron los estragos causados
por los políticos que se encontraban en el poder; las clases medias, por su
parte, buscaron ascender social y políticamente; y por último, la clase alta se
supo manejar en el contexto bélico con tal de no perder sus privilegios.
Ahora
bien, ¿por qué es tan importante recordar la Revolución mexicana año con año?
Precisamente porque fue una guerra civil que nos invita a pensar, o a repensar
que los mexicanos si no nos ponemos en un proyecto mexicano común y justo para
todos, tal y como sucedió con los constantes desacuerdos entre los bandos
revolucionarios, seguiremos repitiendo la misma historia. Hoy por hoy, seguimos
arrastrando esa pesadilla de la Revolución, anhelando lo
que todavía no tenemos: consolidarnos como un país fuerte, con justicia social
y democrática.
*Estudiante
de Historia de la Facultad de Humanidades, UAEM.
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