sábado, 15 de noviembre de 2014

De Diógenes a Descartes.

*Miguel Ángel Romero Méndez      

El día de hoy, durante mi recorrido, fui testigo de un incidente digno de contarse: recorría el parque de los tlacuaches, aproximadamente a las 20:00 hrs, cuando me percaté de que dos personas discutían. Me acerqué y pregunté qué pasaba. El primero en responder fue el que se identificó como Diógenes Uribe, que dijo ser “filósofo, consejero aúlico de la verdad, maestro de los misterios pitagóricos y guardián de la casa del Ser”. Dijo que “repasaba el antiquísimo problema de la posibilidad de existencia del vacío” cuando percibió “clara y distintamente” que se acercaba a él “una jauría de perros ferales que parecían descender del mismísimo Cerbero”, frente a los cuales “Escila y Caribdis daban risa” y de la cual sólo pudo escapar gracias a que en su mochila llevaba varios voluminosos volúmenes de Hegel, con los cuales se defendió como la Providencia le dio a entender y gracias a los cuales pudo “salir airoso de tan difícil trance”. Afirmó que no era la primera vez que resultaba atacado por esas “bestias del infierno” y que la propietaria de tales fieras estuvo presente durante el ataque “sin inmutarse ni parpadear pese que a que estaba en riesgo una mente brillante”. La dueña de los canes, de nombre Irene Menchaca, rechazó la versión del filósofo. Dijo que no existía tal jauría de perros, que uno de los perros apenas medía veinte centímetros de alzada y que en ningún momento lo atacaron; que varias veces lo había sorprendido jugando; que esta ocasión no fue diferente y que vio  los perros jugaban con él antes de que estos le arrebataran la bolsa que traía en la mano y “el maniaco” empezara a perseguirlos mientras gritaba que no dejaría “que unos cuadrúpedos se burlaran de la especie de los bípedos implumes”. El filósofo Diógenes negó rotundamente que fuera cierto, pero posteriormente señaló que probablemente las personas tenían razón puesto que “no sería la primera vez que los sentidos engañaran a una persona”, incluso si la persona “es un filósofo de futuro prometedor”. Que sí, que recordaba “no en un sentido platónico sino en un sentido pedestre”, que había jugado con los perros, puesto que era más schopenhaueriano que spinoziano; que los perros le habían arrebatado la bolsa que contenía “una exquisita pata de vaca”; que los persiguió durante un rato antes de que su carrera fuera frenada por una bolsa de mano que se estrelló en su cara; que se levantó  y que por eso discutían.  Les dije dejaran de discutir y en su lugar  expresaran que necesitaban para zanjar el problema. Ella dijo que una disculpa por tratar mal a sus mascotas. Él dijo que  no tenía problema en disculparse siempre y cuando le repusieran su pata de vaca. Ella dijo que no tenía pata de vaca pero sí unas albóndigas. Él dijo que la res; pensante, extensa, en forma de pata o de albóndigas no deja de ser res y aceptó de buen modo.


*Estudiante de filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

No hay comentarios:

Publicar un comentario