Rodrigo Alexander Uribe Cevallos*
Aprecio sus
comentarios hacia mi obra “Para fabricar auroras”. No esperaba que alguien con
sus conocimientos, y consagrado al estudio con tanta devoción, tomara unos
minutos para leer mi pequeño panfleto. He de advertirle que no es mi intención
elaborar un sistema filosófico, mucho menos pretendo adornar esta mísera
existencia con títulos tan excelentísimos, pues “pienso que lo que me obliga a
escribir es el miedo a volverme loco” (Bataille, “Prefacio”, Sobre Nietzsche). Miedo a volverme loco,
pero no miedo a la locura. Pues en el delirio (del latín delirāre: de [prefijo de
alejamiento], lira [surco]; es decir,
alejamiento del surco. Expresión que surgió en la agricultura y se utilizó para
denominar una afección del alma que se interpretaba como un “alejamiento de la
norma”) podemos obtener manifestaciones fenoménicas que de otro modo no son
posibles, y por ende principios y categorías que nuestra experiencia, a la cual
denominamos “normal”, no puede transmitirnos. La Norma, en nuestros días, se
encuentra viciada por intereses ajenos al próspero porvenir de los pueblos, y
como dicen los antiguos a cane muto et
aqua silente cave tibi, pues de quien maquina sus propósitos en la sombra
siempre hay que tener desconfianza, y a
fructibus cognoscitur arbor, pues las consecuencias de este sistema
económico-político son más que catastróficas. La discusión entre la Libertad y
la Necesidad, tan comentada por las luminarias de nuestro siglo, hoy más que
nunca es fundamental en nuestras sociedades. Es por ello que la noción, no me
atrevería a llamarlo concepto, de la “causalidad contingente”, intenta salir
del atolladero ontológico en que ha concluido el pensamiento de nuestra época.
Y es que, “si el ser es en la raíz acto, es decir, interior a sí; si es un en sí que es también un por sí, es
evidente que hay identidad entre el ser y su propia justificación. De donde la
imposibilidad de separar la ontología de la axiología. […] es imposible al
intelecto sentar afirmación alguna sobre uno de los modos del ser sin asignar a
éste un carácter que hace de él al mismo tiempo un objeto del querer. ” (Louis
Lavelle, “Ser”, Introducción a la
ontología). Por ello, no sólo debemos hablar de la “determinación
necesaria” de los objetos de nuestra experiencia, sino también de la
“determinación contingente” de nuestros deseos por dichos objetos, ya que si
nuestros principios ontológicos moldean nuestros principios volitivos a través
de nuestros deseos, es muy posible que el proceso pueda invertirse. Pero aquí
he de emular la humildad de Spinoza, que usted había recuperado en su epístola,
al decir que “por el momento no puedo explicar esto más claramente” (Ética, II,
7, Escolio).
*Estudiante
de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario