*Miguel Ángel Romero Méndez
Nobilísimo señor:He leído su libro “Para fabricar auroras” y apruebo de buen grado lo que ahíexpone. Si tuviera que definir su obra en pocas palabras, diría que es el acto dehumildad más grande que he visto en filosofía desde aquella declaración queSpinoza hizo en el segundo libro de su “Ética”. Los filósofos hemos reflexionadodurante siglos acerca del el mejor modo de gobernar, el mejor modo de pensar, elmejor modo de vivir. Pero pese a que esto significa pensar la totalidad, lo hemoshecho tomando lo subjetivo como ser originario y el resultado ha sido que hemosterminado por negar al individuo. Bien cierto es que, a lo largo de la historia, los filósofos “dirigidos fatalmente por sus instintos han corrido hacia alguna cosa que para ellos era «verdad», para ellos y sólo para ellos” (Nietzsche, Fragmentos póstumos, W II 5, 142). Durante siglos hemos tratado de imponer una cierta racionalidad pero no por enseñar a pensar. Es por eso que todas las propuestaspara alcanzar un orden que termine con el caos, fracasan una y otra vez; y pese aello, nos empeñamos en repetir el mismo método. Erróneamente se cree que lasolución es responsabilidad de unos cuantos y arrogantemente creemos que esospocos predestinados somos los filósofos. ¿Cómo no habría de estar condenado al fracaso todo intento por mejorar el mundo si quienes se dedican a encontrar soluciones lo hacen como si pudieran ver las cosas sub specie aeternitis,olvidando que hay una multitud de detalles y situaciones específicos que determinan la situación (lo que escuchamos, el lugar donde nacemos, las personas con las que nos relacionamos)? Dicho de otra manera, si se olvida que lo único necesario en este mundo es que el Azar determina lo que acontece. En este sentido coincido con usted cuando dice que intentar decir cómo solucionar los problemas de la humanidad, debemos preguntarnos si es posible hacerlo,considerando que “este mundo es una red tejida no por la causalidad ni por la casualidad, sino, en todo caso, por una causalidad posible” (p. 158), si estos problemas “no serán producto de una cierta forma de pensar” (p. 160) y en caso de ser así, si es posible pensar de otra manera. Por el momento me veo impedidoa comentar más a fondo lo que expone en su libro, pero espero que en el futuropueda hacerlo.
*Estudiante de filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM
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