sábado, 4 de octubre de 2014

El miedo, nuestro fiel compañero

Angélica Ayala Galván*

Tarde de mayo en el Ciruelo, el cielo está nublado y el espíritu de la lluvia amenaza con mandar una tormenta. Rafa está sentada en las bancas que rodean el zócalo del pueblo, como hace tiempo, se pregunta en qué momento podrá pasar los barrizales que hasta este instante le impiden expresar sus sentimientos. Tiene miedo, mira el cielo y cada gota que cae es como si le quemara el cuerpo, como si le dijeran que debe ir en busca de sus sentimientos. Hay gente, pero es como si no la vieran, no le importa, quiere estar sola, ya no pertenece a este mundo, quiere ir a donde tenga tranquilidad. Todos corren para cubrirse del agua, la miran como si fuera un fantasma. Todo le parece extraño, ya no quiere dar explicaciones, sólo quiere responder a las preguntas que le acechan en todo momento. 
Entre truenos y rayos sigue pensando, quiere gritar, quiere correr al lugar que le permita confesar su secreto, quiere borrar el dolor que le ha causado el fuego. A lo lejos ve una sombra, sabe que no debe seguirla, pero camina hasta perderse entre callejones, cruza el río, llega al pie de la montaña, sigue, con cada paso siente que todo lo malo queda atrás, corre, corre, como si quisiera ser parte del viento, como si quisiera volar. Ya es parte del horizonte, pero no lo sabe.
Otra vez la sombra, sigue hasta llegar a la cima, todo en silencio, mira el paisaje, quisiera que sus ojos fueran una máquina que absorbiera todo lo que está sintiendo. De entre los árboles sale una sombra, es Paz, no se ve su rostro. Están atrás de los árboles, no se saludan, no se ven, pero sonríen mientras se alejan, empieza a desaparecer todo lo que les rodea. La obscuridad acecha, tan cerca y tan distantes, se vuelven vigilantes, todos los miedos van desapareciendo, sin motivo empiezan a caminar con paso lento y en silencio, buscando coincidir en cada momento y en el lugar correcto.
Se pierden entra las grietas, sólo se escucha una voz que dice: el miedo fue nuestro fiel compañero, pero hoy la tranquilidad se ha quedado en los cerros, saben que serán dos sombras en vuelo.
angyayala@yahoo.com.mx
*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM 

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