sábado, 11 de octubre de 2014

Del espejismo

Patricia Romero Ramírez*

Día tras día nos paramos frente a la ventana a ver cómo el mundo se cae a pedazos. Antesquedaba  la  esperanza  de  que  en algún lugar  hubiera  un refugio,  algún lugar  al  que  sepudiera llegar a sobrevivir con tranquilidad. Hoy, en cambio, se puede voltear a cualquiersitio con la seguridad de que no hay esperanza. Aquí hay una guerra, allá el terrorismo haceestallar  un  sitio  en cualquier  momento,  acullá  se  matan  y  se  persiguen estudiantes,librepensadores. Lo mismo es Israel que España, Chile o México; la libertad condicionadade la que "gozamos" se amenaza al salir a la calle, al hablar, al pensar, al criticar o protestar.La gente lo sabe, se queja, pero no despierta y no piensa despertar, parece que vivimoscontentos  con el  miedo,  con las  deudas  y  con el  estrés  de  una  cotidianeidad  que  nosconsume. Vivimos en un espejismo, una ilusión de confort creada para nuestras necesidadesinventadas.  Buscamos crear ese algo  que nos repita que de algún modo todavía somosfelices.  Intentamos  no  escuchar  que  afuera  hay  un
disparo,  un  grito,  un  enfermo,  unmiserable o un desaparecido que pueda aparecer en cualquier sitio, sí, pero muerto. Y entretanta indiferencia, entre tantos disfraces, ¿cómo iremos vestidos cuando la realidad  nosllame a la puerta?, ¿qué haremos cuándo nos escupa a la cara ser tan irresponsables, tantorpes? Siempre nos compadécenos de ellos, de los otros, y es que a nosotros no nos pasa,nosotros tenemos la dicha y la  comodidad de solo ver desde la venta,  de solo tener lanecesidad de mandarles algunas palabras de aliento, una consigna. 
Un día la realidad será tangible, nos llegará la guerra y el hambre, y un millón de sueñosrotos y futuros que no llegan. Por lo pronto parece que esperamos, y querremos despertar eldía que pasemos de testigos a víctimas, el día que quizá sea tarde para un hermano, unprimo, un amigo, un padre o para uno mismo. Mientras seguiremos observando a aquellosque cargan con el peso en los hombros, que buscan la forma de romper este espejismo, detrazar otro futuro, algo nuevo y mejor para todos. Quizá con esto un día la fuerza nos lleguea los pies y nos den ganas de salir para hacer algo, para dejar de pagar la crisis y el fraude,para dejar de recoger migajas. Quizá un día por fin salgamos, hagamos algo, cambiemosnosotros para cambiar el  pequeño mundo en el  que nos sumergimos a diario,  quizá dealguna manera aún podamos lograr sentirnos más vivos.

*Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades, UAEM.

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