Patricia Romero Ramírez*
Sábado, 21 de septiembre de 2013
Dentro del orden patriarcal socialmente establecido, las mujeres siempre han estado posicionadas en un segundo plano, se le ha mantenido al margen de lo público, de las relaciones sociales e históricas. Alejadas de las esferas donde se supone que residen los poderes sociales, las mujeres están casi obligadas a permanecer en los espacios privados, en el anonimato, a actuar de manera pasiva; es el apoyo del varón, la acompañante del héroe, del caudillo, pero jamás la líder o la contrincante. Bajo este discurso se intentan mantener los ordenamientos socioestructurales de las instituciones patriarcales, las cuales legitiman la condición de subordinación de la mujer ante el hombre.
En este contexto, entre toda la lucha que se ha venido haciendo con el objetivo de reivindicar el papel de las mujeres y su participación en la sociedad, apoderarse de las herramientas con las que generalmente se les ha oprimido ha sido una forma de ganar aquellos espacios en los que siempre han sido tan marginadas. Así por ejemplo, al apropiarse de la palabra escrita para nombrarse y nombrar el mundo que las rodea, se consigue hacer una traducción literaria de su visión de mundo. Han conseguido convertir un espacio en el que siempre se las había traducido en un espacio de resistencia en el que pueden escribirse desde dentro, apropiándose de su historia, de su imagen y de su cuerpo, contarse a sí mismas desde donde siempre se les ha ubicado, desde la periferia, y con ello lograr salir, convertirse en el centro, ser narradas y ser narradoras.
De esta manera, si el espacio de acción y desenvolvimiento de las mujeres está marcado socio-histórica y culturalmente como el privado, entonces actuar desde ahí puede ser la forma de resistir, de crear nuevas identidades y nuevos posicionamientos. Así, la Literatura Femenina, al ser el producto de la propia interpretación y reconstrucción de la experiencia en función del contexto discursivo al que se tiene acceso, surge como una forma de resistencia, en la que se plantea la necesidad de recrearse a sí mismas, rompiendo con los arquetipos culturales construidos desde una visión androcéntrica del mundo. Se consigue en cierta medida alterar el orden discursivo y social, a través de los textos escritos desde su propia experiencia, se trasforma y se reelabora la identidad.
* Estudiante de Letras Hispánicas, Facultad de Humanidades, UAEM
andro0717@gmail.com
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