miércoles, 4 de enero de 2012

¡Os pido posada!

Ricardo Molina Domínguez*
Sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuernavaca ha dado cobijo a mucha gente de todo el mundo; ¿hoy es fácil abrir las puertas de tu casa a alguien más? Sin duda que no, nunca lo ha sido; abrir las puertas del hogar a alguien es darle entrada a un extraño, aunque este sea un familiar o un amigo. Y sin embargo el dar posada ha sido considerado como un acto loable en muchas culturas en todo el mundo. 
Antes de abrir las puertas siempre preguntamos ¿Quién? La respuesta es de sobra conocida; esta pregunta es ya comenzar un diálogo, pero también ha de significar cuidarnos, medir peligros, riesgos, ser un tanto calculadores. Abrir la puerta ha de ser disponernos al encuentro cara a cara con el otro; al diálogo fecundo que interpela; es un riesgo, sí, pero es un riesgo que vale la pena correr. 
Abrir las puertas es atreverse a conocer al otro, hacer que deje de ser un extraño, para que sea él mismo, para que nos confronte en su extrañeza y para que esa extrañeza pueda hacernos crecer, para aceptar que también nosotros podemos ser un riesgo, un extraño; para aceptar y aceptarnos, es hacer un esfuerzo por entendernos, por comprendernos en las diferencias. 
Abrirse al otro es dar posada en uno mismo, es encontrarse en el otro y también es pedir posada en él; dar y pedir cabida en el interior, es lucha y acción por cambiar la situación violenta, por acabar con la intolerancia, es rescatarse con el otro en una alegría compartida y en el reconocimiento de la dignidad propia y del otro.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM.

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