jueves, 6 de agosto de 2009

Tiempos de crisis

Abel Caballero Sánchez*
megamett_alboy@hotmail.com

Hace algunos días, la necesidad inminente de sortear la crisis económica nos orilló, a un colaborador y a mí, a hacer algo que hasta ese entonces habíamos rehuido: abordar el servicio de transporte comunal provistos con guitarras y entonar algunas melodías. Los autobuses no iban muy concurridos, probablemente por un flamante rumor que empezaba a circular alusivo a un virus advenedizo.

Arribábamos sirviéndonos de un rollo efusivo y conmovedor (no por rollo menos genuino) sobre que teníamos que costear nuestros estudios profesionales, porque queríamos dedicarnos y vivir de la música, pero que nuestra más sincera intención era animarles el día o, de menos, alegrarles el trayecto, todo dicho digna y entusiastamente. Luego nos arrojábamos con vehemencia sobre unas amenas melodías populares.

Con mi experiencia como usuario del transporte público puedo decir, sin afán de ensalzar nuestra función, que no había visto semejante exhibición de regocijo colectivo. La gente tomaba una auténtica actitud de oyente, lo que infortunadamente muchos colegas no obtienen. Algunos pasajeros incluso coreaban los consabidos versos. La técnica vocal de mi compañero no es para nada desdeñable y escoltada por el impetuoso acompañamiento de mi guitarra rendían un alborozador ambiente. Así durante tres canciones. Ocurrió una vez, cuando rematábamos el ciclo, que nos cedieron unos tímidos aplausos.

Seguía el turno del recorrido recaudador. Pocas veces he sentido tal satisfacción por tocar. Gente de dispares edades nos daba acogida con fraternal sonrisa, eso bien vale los sacrificios y montones de horas de práctica. Eso aunado a la cantidad que recolectamos y que rebasaba nuestras expectativas.

Sostengo que no hay acto más noble que profesar la música. Causa una alegría inconmensurable, como dijo Nietzsche: “Merced a la música, las pasiones gozan de sí mismas”. Me llegan noticias de que el sector socioeconómico político va de mal en peor y una sarta de problemas eternos. Pero mientras tenga a la mano una guitarra puedo hacer frente a lo que venga y llevar mi optimismo a una concurrida audiencia o a un autobús a medio llenar. Eso es, eventualmente, el espíritu de la música.

* Estudiante de Filosofía la Facultad de Humanidades de la UAEM.

2 comentarios:

  1. si si, asi suele pasar, pero mientras el espiritu musical viva en el corazon, es cuando la mente y el alma cambia.

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  2. Ahora escribes y te expresas como aquellos autores de revistas que leíamos en los buenos tiempos; aquellos de compañeros de muchas travesías; de esas que no se olvidan ni formateando la memoria de tu disco duro mental.

    Un abrazo donde quiera que andes, sin resentimientos por nada de lo que pudiera haber acabado con ese dúo imparable en todos los aspectos.

    Será bueno saber de ti AMIGO.

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