domingo, 4 de julio de 2010

La pasión de estos días

Samantha Brito*
lamunequitaverde@hotmail.com
Sábado, 03 de julio de 2010

Desde que comenzó el mundial en Sudáfrica son sorprendentes los matices que adquieren las manifestaciones de la pasión que experimentan los aficionados, amantes y seguidores de la Selección Mexicana, más que como un equipo de fútbol, como un símbolo de identidad y que a través de la cancha, se revisten escenarios de confrontación entre naciones.
De lo observado en los últimos días, uno de los detalles más sobresalientes es aquella fiebre, casi religiosa al que se encamina la pasión futbolera. Y recobra un sentido todavía más profundo que, aún cuando el contexto que vivimos está como para no dejar de llorar, el entusiasmo y el deseo del triunfo son conmovedores.
Este domingo, cuando jugó México contra Argentina tuve la oportunidad de asistir a un bautizo. La familia de la nena Victoria se congregó en el patio de la casa y como parte de la fiesta, encendieron el televisor y dispusieron de guardar un silencio sepulcral al inicio del partido. Comenzaron los gritos de angustia, desesperación y una cierta resignación del fracaso que se avecinaba, pero eso sí, con la esperanza más que viva hasta el último minuto. “Todavía podemos ganar, todavía hay chance”, se oía por ahí.
Cuando El Chicharo metió el único gol del partido, uno de los tíos de Victoria al momento del desahogo por medio de las groserías, dijo “siquiera… el del honor”. El partido en sí mismo trasciende al manifestar diversos aspectos de la cultura del mexicano. Por un lado, el juego como un elemento de una posible reivindicación ante tantas pérdidas y fracasos a lo largo de la historia, pero además una herramienta que permite la suspensión de una realidad complicada.
Pero, aun cuando la Selección encarna todos esos ideales de triunfo y éxito que históricamente se le ha negado a México, hay que reconocer que ni por medio del fútbol, el mexicano obtiene una satisfacción que le permita continuar con otros ánimos, sino que vienen las mentadas de madre, maldiciones, expresiones de desilusión y el “perdimos otra vez, pinche Selección”. Más aún, después viene todo el proceso de decepción que se desemboca en la fiesta y la embriaguez.
Lo curioso de estas reacciones es que tanto sobresalen en reuniones familiares, bares, y cualquier espacio físico de convivencia social, como en las redes virtuales y es cuando el fútbol se reinventa como una posibilidad de ruptura con la realidad, sentir aunque sea por un par de días un sentimiento de pertenencia y seguridad ontológica que se nos ha negado por vivir un proceso de aculturación forzoso y violento desde la Conquista.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.

1 comentario:

  1. Afortunadamente la afición por el fútbol es una de las pocas cosas que los mexicanos (aunque no todos, porque hay sus tontas excepciones) tenemos en común, aunque algunos desesperanzados pretendan desacreditar y censurar tan sano y apasionante entretenimiento.

    vamos México...
    arriva en TRI

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