sábado, 17 de julio de 2010

Lucha de tiempo completo

César Armando Hernández Bahena*
khampa-68@hotmail.com
Sábado, 17 de julio de 2010

Lucha de tiempo completo
Mi padre murió en la mina
Al fondo del socavón.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!
Atahualpa Yupanqui

El paisaje en las calles suele ser tan cotidiano que al pasar uno no puede distinguir las particularidades de cada cosa. Tres años parecen ser suficientes para lograr que las banderas rojinegras y la resistencia de cientos de trabajadores pierdan la relevancia que tiene la lucha por las condiciones justas de nuestra clase obrera. De esa clase obrera que alimenta a la sociedad con el sudor de su frente, que ha resistido cientos de vejaciones a lo largo de su historia; historia de mártires de los salarios miserables y de la inmensa riqueza del patrón.
“Ahorita se alborotan, y al ratito los aplacan” es una de las formas en la que algunos poco enterados entendían el conflicto. Y el tiempo fue revelando la firmeza de aquellos que no estaban dispuestos a soportar más lo que ahí se vivía: largas jornadas en instalaciones altamente insalubres, riesgos latentes de derrumbes, carencia de equipo seguro y en buen estado, para llevar a cabo una de las actividades más importantes en la historia de este país altamente explotado hasta la entrañas de su tierra y de su gente.
Aquel 30 de julio de 2007 fue el día elegido por los mineros de Taxco, Sombrerete y Cananea para colgar las banderas de resistencia, para ocupar sus fuerzas en un reclamo necesario e innegociable, para comenzar una lucha dura y fatigosa, gracias a los esfuerzos de Germán Larrea, inversionista y presidente de Grupo México, al que algunos carteles llaman el asesino de mineros y la indoblegable conveniencia de la secretaría del trabajo.
A más de mil días de resistencia siguen ahí, en las guardias de seguridad, en las comitivas de diálogo e información, en las oficinas del sindicato, donde ya han pasado a formar parte de lo cotidiano. Absorbidos por la regularidad que nos hace creer firmemente que no importa que día, a qué hora o en qué circunstancias uno pueda estar ahí, porque ahí también estarán como ayer las rojinegras y los carteles con consignas en lo alto, esperando ser vistos, ser leídos, ser comprendidos y si el caso se da, ser apoyados.
Ellos prometen no rendirse y muchos esperamos que así sea, que le den el ejemplo a esta sociedad desesperada que clama por justicia, igualdad y muchas necesidades más, pero por las cuales aun no se deciden a emprender una lucha de tiempo completo.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

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