sábado, 27 de marzo de 2010

Correspondencia sin destinatario

Samantha Brito*
Sábado, 27 de Marzo de 2010


Mi querida sombra:

Le escribo cuando la noche no se transparenta en las sábanas de mi cama y me conduce lentamente a una asfixia que se llama sueño. La espalda se me ha resquebrajado poco a poco y no puedo conciliar, lo que la utopía me dicta que es la paz. No he dejado de pensar en usted. Quisiera estrecharlo, aunque fuera una vez, en estos brazos, que me invitan a creer en la mutilación del espíritu, al no conseguir mis más oscuros propósitos de quererle e invitarle a soñar.
¿Qué le puedo contar de trascendental? Hoy, fue un día –o ¿noche?- como cualquier otro, desprovisto de detalles que lo convirtieran en algo interesante… Mis párpados me abrumaban como si sobre de ellos, recayera el peso del mundo. Suele pasarme esto a menudo cuando pasan los días y no puedo verlo, aunque fuera el minuto que tarda en pasar el autobús por usted y llevarlo a su cotidianidad. Culminan mis días una y otra vez como un círculo sin fin, me dejo llevar por mis debilidades hacía el interminable placer de no hacer nada y duermo ya muy entrada la madrugada.
En cambio, le puedo contar de una noche cuando la Luna estaba en su máximo esplendor, bellísima, sugerente. Permanecía callada contemplando al Sol dormir. Las estrellas parpadeantes, seductoras, cómplices. Un viento tenue acariciaba los árboles sin hojas, sin frutos, con la compañía de cuervos silenciosos en acecho, de alguna presa, ojalá se tratara de mí. Reinaba como un todo, una serenata de grillos friolentos que me recordaba de alguna manera, al suicidio.
Aquélla noche fue extraña. No pensé en usted. Será, tal vez por eso que encuentro lo extraordinario, como para contárselo en esta carta que enviaré mañana mismo cuando cante el alba.
¡Cómo deseo que pueda leer esta carta sentado en un sofá, que pueda parecerle cómodo para no aventar estas letras patéticas a las chispeantes llamas de su chimenea! Le escribo todas las noches desde la primera vez que le vi. No sé su nombre. No tengo razones como para amarle de este modo y sin embargo, me gusta esta incertidumbre que me crean los secretos de su boca. En este instante la tinta llora sobre la hoja que le escribo, no me permito descansar antes de manifestarle la complacencia que me provoca su quietud. Le mando en la profundidad de un beso todos estos anhelos.
Por siempre suya…

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM

1 comentario:

  1. Carmen Baez Campos2 de abril de 2010, 9:47

    Samatha me dio mucho gusto leer tu texto, alguna vez te lo dije supongo, que me gusta como escribes, tu pasión por lo romántico y erótico.

    Es un texto en el cual me identifico por aquellas noches que pasamos los enamorados.
    Felicidades y Muchos Saludos!

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