sábado, 6 de marzo de 2010

La espada, el fusil y la palabra

Roberto Monroy Álvarez*
bass_d_griz@hotmail.com

Sábado, 06 de marzo de 2010

Las palabras siempre han cargado un gran poder dentro de sí. Robert Burton dice “Una palabra hiere más profundamente que una espada” y no hay nada más cierto. La palabra es el instrumento divino que utilizó el Dios cristiano para crear cielo y tierra (comparado ahora con cualquier escritor que simula ser un dios, erigiendo mundos tan reales como inexistentes): crea la luz con pronunciar su nombre en medio del caos; crea el mar con sólo llamarlo, y después de la traición, inventa los primeros castigos con sus gritos inaugurales. No sólo en la religión de occidente se observa este fenómeno, recordemos a los indios quiché, autores del Popol Vuh, que también creían que los todopoderosos hicieron al hombre para que utilizara la palabra y que su poder descansara en la memoria oral. Inevitablemente me viene a la mente el poder de las palabras en nuestro actual gobierno. El presidente Calderón, por ejemplo, ya ha utilizado su omnipotencia verbal para desaparecer a la compañía Luz y Fuerza del Centro, utilizando sus grandes mandatos presidenciales; otro matiz de la palabra y su poder: la destrucción. Pese a su calidad de titán de titanes, en cuanto a las palabras, el jefe presidencial se quedó corto, pues por mucho tiempo Luz y Fuerza no se extinguió inmediatamente. Durante tantos meses una memoria más potente que la voz gubernamental se opuso a dejar ir el recuerdo de la empresa: la retuvo en los gritos de manifestantes, creando una incertidumbre existencial pues, oficialmente, nadie tapaba las calles en marchas gigantescas y nada ponía banderas rojinegras llamando a huelga general. El recuerdo de Luz y Fuerza volverá como un fantasma enojado a jalar los pies del actual gobierno, de eso estoy seguro. Pero veamos el lado positivo, tal vez el Estado aprenda de sus errores y comience a perfeccionar el poder destructivo de su voz, para apuntar a objetivos más pertinentes: el narcotráfico, la corrupción de autoridades, la ignorancia (que siempre van ligados). Por lo menos así los militares no tendrán más trabajo en las calles, y yo volveré a estar seguro con el ejército mexicano en los cuarteles, donde tanta falta hace.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM

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