sábado, 19 de junio de 2010

La contradicción de la guerra

Roberto Monroy Álvarez*
Sábado, 19 de junio de 2010

Juan Villoro ya lo dijo: “vivimos una realidad paralela”. Por un lado un discurso institucional quiere brindar “la seguridad” de toda una democracia digna, y por otro lado, en cada esquina se vislumbran hombres armados, en cada pueblo llueven balas y una guerra civil controla a la población. ¿Confusión de términos? ¿Lucha entre la oposición seguridad-violencia? Cómo saberlo. Lo seguro es que hay una superficie y un fondo: una superficie militarizada y un fondo ambiguo en la retórica oficial (pacificador o político). La inteligencia federal propone una guerra para conseguir la paz, estrategia equivalente a la que se usó en la guerra de Irak, donde se planteó el exterminio para conseguir la seguridad. Hay que aceptarlo para entenderlo: la verdad es que vivimos en el exterminio del equilibrio social. La sombra del narcotráfico cubrió los rincones más olvidados del país desde que se declaró la guerra a un enemigo que no está definido, un enemigo invisible si se quiere, un enemigo al que no se le puede tomar la bandera. Las calles se llenan de órganos humanos mutilados y el Estado pretende hacer caso omiso a la población que dice: “la guerra contra el narco la está perdiendo el gobierno”. Lo más interesante es ver, a partir de esta realidad, como la narrativa federal crea a su propio enemigo; es el Estado quien propone la ilegalidad, quien juzga, de esa masa inmensa llamada pueblo, cuál de todos es el transgresor. Podemos decir que mientras exista el discurso de la legalidad-penalización existirán enemigos a los cuales cazar, ergo: sin Estado no hay narcotráfico. Para finalizar (y retomando a Villoro en su ensayo premiado La Alfombra Roja) no pueden imaginar mi sorpresa cuando escucho a las innumerables estaciones de radio trasmitir los legendarios narcocorridos, y más aún cuando vi a la banda Ska-P tocar su canción Cannabis en tierra mexicana, ante una audiencia del Vive Latino que pregonaba la legalización con cada coro de dicha canción. No hay duda, el universo paralelo de la narcocultura trasciende entre el pueblo (en la misma gente que el Ejército protege). Prueba de ella son todas las divagaciones que escribo acerca del temido narco, con ayuda de una legal taza de café.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades UAEM

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