sábado, 10 de abril de 2010

Atisbos de realidad

César Armando Hernández Bahena*
khampa-68@hotmail.com
Sábado, 10 de abril de 2010

Somos hijos de la ciudad,
de este desequilibrio
entre el bien y el mal.
César González Chico

Me levanté con un brinco desganado de la cama, con el mismo sueño de la noche anterior, decidí salir y sacudirme el pesimismo que de un tiempo a esta parte, la vida en este lugar me inspira.
“Veintiocho muertos deja el crimen organizado en ciudad X”; leo el encabezado de un periódico poco alarmista. Quiebro la esquina y sigo la búsqueda de algo bueno para alegrarme el insípido día.
Infantes inocentemente ignorantes juegan a los soldados en el patio polvoso del colegio; de a uno, de a dos, de a tres en cada esquina, a medio pasillo, en el baño, esperando el momento de actuar, o quizá solo deseando salir de una buena vez al “campo de batalla”.
Tontos preparatorianos improvisando la fuga del siglo. En el callejón más ruin, a la hora más pesada, con los cigarros más corrientes, con la bebida más “fuerte” y la verba fina que a los dieciséis años se puede tener. Presumiendo lo poco que les da orgullo a estas alturas de sus vidas y muy en el fondo deseando que algún día, se vuelva realidad.
Con el mandil desgarrado, ruega casi de rodillas. Los hombres de azul, como para no perder la costumbre, hacen caso omiso de los chillidos de la vieja gorda que pretende salvar a su hijo de una golpiza, sin perder mucho de lo poco que poseen, -al cabo muertos de hambre-; gruñe el más gordo de ellos, cuando la mujer toma el cuerpo ensangrentado e inerte entre sus brazos. “Hijos de su puta madre” clama ella para arrancarse el coraje, al escucharla uno de ellos da la media vuelta, el coraje y dolor ahora se mezclan con miedo que la llevan a aferrarse más fuerte a lo que queda de su hijo...
Un perro vagabundo arrastra con sus fauces un pequeño bulto negro, mientras un grupo de niños se sorprende al ver el rastro de sangre que aquel festín va dejando a su paso. Algunos pequeños más ríen al leer: “pinches putos” entre el mensaje que acompañaba a la cabeza sin cuerpo que alguien se ocupó en dejar justo en la entrada de una escuela.
Tiro el octavo cigarro del día cuando me veo convertido en un peligroso delincuente perseguido por la metralla del orden público. Ahora soy peligroso y merezco la muerte, sólo por recorrer los caminos de esta ciudad-país, por estar ahí, por verlo todo y no decir nada.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

2 comentarios:

  1. Buen texto koreano hahahahah, este me gustó trae buena tinta :)



    bHiEN"

    ResponderEliminar
  2. ese buen texto, pues la ciudad de la que hablas bien podria ser cuernavaca en estos dias de furia o tu bien amado taxco el año pasado. buena narracion. felicidades

    ResponderEliminar