viernes, 13 de noviembre de 2009

Drácula

Ana Martínez Casas*
luceln@hotmail.com

Sábado, 07 de Noviembre de 2009

Después de más de cien años, la influencia de Drácula prevalece. Infortunadamente, los escritores contemporáneos han abusado de los recursos “draculinos” al punto que llegan a ser tediosos, estigmatizando así, la figura del vampiro. Habiendo tanto potencial por explotar, no me explico por qué los autores se obstinan en imitar al maestro. No es raro encontrar, por ejemplo, vampiros fotofóbicos en las novelas de Anne Rice o estacas antivampiros en Soy leyenda o que en La historiadora el conde sea un personaje secundario. Pero ahora analicemos al original:

Escrito en 1897 por Bram Stoker, la narración es en forma de cartas, recortes de periódico y pasajes del diario de los personajes relevantes de la historia. Pluralizar al narrador permite que la novela cuente con diferentes perspectivas: sabemos lo que piensa Jonathan Harker, quien viaja a Transilvania para venderle mansiones en Londres a Drácula; nos adentramos en el método cazavampiros del profesor Van Helsing y mutamos junto con Mina después de ser mordida por el conde.

La importancia de esta novela radica en la estereotipación del vampiro; lo que hace Stoker es atribuirle a los no muertos las características que los distinguirán a partir del siglo XIX: la tez pálida y traslúcida; labios carnosos y caninos prominentes; el cabello negro, lacio y engomado; su complexión alta y delgada, ataviada con capa y trajes de la nobleza victoriana; su procedencia de Europa Oriental; su flaqueza ante los ajos y los símbolos religiosos cristianos; la manera de convertir a sus víctimas al morderlas en el cuello por varias noches consecutivas; su poder de controlar y transformarse en animales nocturnos (sobre todo en murciélagos y lobos); duermen durante el día en ataúdes que contienen un puñado de su tierra natal; su belleza construida en base a una relación hipnótica con el infectado, y la inmortalidad: las formas de darle muerte son exponer su cuerpo a la luz del sol y esparcir las cenizas o clavarle una estaca en el corazón, cortarle la cabeza y llenarle la boca de ajos.

Podrán escribir cien novelas más pero siempre serán una sombra en la que se envuelve el vampiro más famoso de la literatura y el cine.

*Estudiante de la Facultad de Humanidades de la UAEM.

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