sábado, 12 de diciembre de 2009

La comodidad del engaño

Samantha Brito*
lamunequitaverde@hotmail.com
Sábado, 12 de Diciembre de 2009

Quienes acostumbramos criticar los aspectos políticosociales nos hemos cansado de hablar de la represión y nos hemos empantanado ideológicamente en juzgar solamente a las instituciones y no a los individuos que nos definimos como el pueblo.

Es cierto que los métodos del Estado mexicano para mantener el orden de las sociedades provocan repugnancia e impotencia. La restricción de los derechos fundamentales, en cualquiera de sus modalidades, se silencia con amenazas, persecución y en la faceta más oscura, con la desaparición y el asesinato, que fácilmente se le atribuyen al narcotráfico.

Sin embargo, culturalmente, los mexicanos tenemos implícita una personalidad dual. Por un lado, ser represores pero al mismo tiempo, ser reprimidos, por el otro. Depende de cómo, en qué situación y con cuánto poder nos toque actuar. El fenómeno de la represión es un reflejo de lo que los mexicanos conciben como orden, poder y justicia. No debería sorprendernos los actos represivos, porque se dan a escala, desde lo que no se dibuja siempre como “el hogar dulce hogar”, hasta las instituciones mayores que nos regulan.

Entonces no cabe juzgar solamente al gobierno, porque ellos son ejemplares del todo lo que representa el ser mexicano. Sabemos que no podemos concebir la abundancia y es por esto que el dinero y el poder nos enloquecen cuando se nos presentan vestidos de excesos.

Por ello, apelo a la conciencia ciudadana, pero ésta va más allá de toda erudición o ignorancia. También se ve maniatada por el hambre y la pobreza, lo que evidencia la incapacidad gubernamental para la satisfacción de las necesidades básicas, impidiendo así que los ciudadanos puedan reflexionar sobre la situación actual del país.

No se trata solamente de indiferencia colectiva o represión como fenómenos aislados, sino que hay toda una serie de herencias y condiciones culturales que atrapan al mexicano a ser de cierta manera, no afirmo con ello que sea imposible el cambio, sino que será un proceso largo y tal vez muchos de nosotros no lo atestigüemos.

Debemos desistir de la actitud permanente de victimizar al pueblo y condenar solamente a la célula gobernante. Engañémonos, pero no recurramos a la mentira. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a reconocer que también el pueblo es responsable de lo que ocurre en México?

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades de la UAEM.

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