lunes, 19 de octubre de 2009

Se dice de la libertad

Abel Caballero Sánchez

Sábado, 16 de octubre de 2009

Se dice de la libertad que nacemos con ella. Que es un bien universal y usual. Que es la legalidad de decir a los demás lo que no gustan oír. Se dice del encantador epíteto que por él empieza la razón. Que es el instrumento que puso Dios en manos del hombre para que realizase su destino.

Agoreros convienen que la libertad es una ilusión y que bien vale distinguir azaroso al que pueda elegir sus yugos. Soy libre de poder decir en esta columna lo que me plazca, lindado por dos mil letras, cuidando mi vocabulario, una turba de reglas ortográficas, redacción y más importante: hundido en una realidad espesa y amarrosa que el lenguaje hizo por encargo.

El regocijarse en la propia voluntad no se las apaña con la vida moderna en sociedad. Obligadamente consideramos con quienes cohabitamos para decidir.
Una gama de velos entendidos como reglas de urbanidad, nublan lo que la pasión clama en primera instancia. Podría decirse que para rondar la libertad mucha falta hace estar solo. Aún así, siendo estrictos, no hay posibilidad de franquear las reglas físicas y se figura que el acecho de la libertad es inconsecuente.

Pero esto bien podría ser anhelante para una barca a la deriva en espacios lejanos, hastiados de incertidumbre. Me atrevo a decir que la libertad absoluta es adversa a una realidad como la que distinguimos.

¿Es el humo que sin forma, se burla de dichas obligaciones, o son las obligaciones desdeñosas que deforman al humo? ¿Debemos coronarnos soberanos o subyugados? Si fuese congruente inquirir a nuestra jaranera aludida, ¿qué diría? Digo de la libertad que se es libre de darle significado; que nadie consigue seguirla, que basta gozarse en lo propio; que el espíritu de la libertad no lo posee ni lo entiende nadie más que ella misma.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

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