sábado, 7 de junio de 2014

Panteón Rococó y la vigencia de la discriminación

Patricia Romero Ramírez*

El pasado 27 de mayo, la banda mexicana Panteón Rococó publicó una carta dirigida a la línea aérea Interjet, debido a que ese día, al intentar abordar su vuelo en Cd. Juárez, el personal de seguridad de la empresa le indicó a dos de sus integrantes que para poder abordar el avión debía cubrirse los brazos, aspecto que está indicado, según ellos, en una cláusula de las políticas de la empresa, o de lo contrario no se le permitiría viajar. La indicación tenía que ver con que ambas personas llevaban los brazos tatuados. Luego de un rato de discutir con el personal de la empresa, y apoyados por el personal de la Policía Federal, los dos hombres pudieron subir al avión y, finalmente, viajar.
La cuestión es si este caso debería extrañarnos o no. Muchos dirán que es increíble que en pleno siglo XXI estos casos de discriminación sigan ocurriendo, pero la verdad es que, dicho coloquialmente, estos acontecimientos siguen siendo el “pan de cada día”. La sociedad sigue discriminando y estigmatizando por la forma de pensar, la preferencia sexual, los tatuajes, el color de piel, la forma de hablar, la religión, entre otras.
Hace algunos meses circulaba por las redes sociales una propaganda de una mujer que ofrecía terapia psicológica con especialidad en tratamientos para la corrección de la homosexualidad. Se anunciaba: “Sospechas que tu hija, hermana o tía es lesbiana ¿Suele vestirse como hombre?, ¿sale con muchas mujeres?, ¿utiliza cabello corto?” Lejos de la estupidez de que la homosexualidad sigue siendo considerada por algunos una enfermedad, lo que verdaderamente llamó mi atención es que la supuesta “doctora” considere el cabello corto o salir con muchas mujeres como una característica definitiva para ser lesbiana. En el anuncio, por cierto, se utilizaba la cara de Carmen Aristegui como un claro ejemplo de mujer lesbiana, y es que, ¡claro!, tiene el cabello corto, la pobre se condenó y quedó definida.
Desafortunadamente, la sociedad no ha comprendido que la apariencia no dice todo de un ser humano. Una persona con tatuajes no es un delincuente, un hombre con cabello largo no es homosexual, una mujer con el cabello corto no es lesbiana. La discriminación sigue siendo un martillo que golpea fuertemente a la sociedad, y es casi impensable que en esta época en la que tanto se ha procurado la dignificación de las personas, se sigan permitiendo este tipo de actos violentos que dañan a los individuos y a la sociedad.
En este tiempo, las sociedad debería criticar y sentirse avergonzada por la discriminación, la violencia, la inseguridad, la guerra, el hambre, los niños de la calle, el machismo y otras cuantas situaciones más, no por las decisiones que cada quién toma sobre su vida.
* Estudiante de Letras Hispánicas
de la Facultad de Humanidades, UAEM.

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