viernes, 31 de julio de 2009

Humanistas trabajando
















Iniciamos hoy a contracorriente, como la dignidad misma, como los sueños que aún sobreviven en nuestras jóvenes mentes. A contracorriente, como todas las luchas dignas de lidiarse. Y a contracorriente, porque padecemos un mundo y un país que soslaya, cada día más, a las humanidades. Mientras las políticas educativas del gobierno en turno siguen el camino del error, el oscurantismo y la ignorancia –estableciendo reformas que dejan fuera a la filosofía y a la historia de los programas oficiales–, nosotros pugnamos por el pensamiento alterno. Pugnamos por expresar nuestras ideas desde la trinchera que nos brinda la riqueza de la palabra, del logos.

Iniciamos esta columna a contracorriente, porque no hay otra manera de hacerlo ante la ceguera gubernamental que lamentablemente empapa a toda a la sociedad en general. Somos estudiantes. Si de por sí el término está ligado a la utopía, habrá que definir aún más la tesitura de nuestros asideros: Somos estudiantes de la Facultad de Humanidades, perteneciente a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Así que la Filosofía, Antropología, Historia y Literatura son los derroteros por los que nos conduce nuestra formación. Hablaremos pues desde la atalaya del humanismo, ese término tan olvidado en este presente tecnócrata.

En la columna que hoy se nos otorga expresaremos nuestras consideraciones –como humanistas y estudiantes de una universidad pública– acerca de lo que se engloba en el término “cultura”: ese territorio fértil, en tanto amplísimo, sin fronteras reconocibles, entre las distintas actividades artísticas y aun sociales del hombre. Analizaremos desde aspectos netamente artísticos hasta políticos, sin dejar de exponer algunos textos de creación e intimistas que revelen el sentir de nuestra generación, cuyo sello de identificación es la heterogeneidad.

Diversos discursos entrarán en contacto en esta Torre de Babel, siempre en búsqueda de ofrecer al lector una mirada distinta y, en ese sentido, enriquecedora de la realidad, cada vez más sufrible. Ante la apatía proponemos la acción, ante la ignorancia, el pasado, y ante el silencio, la palabra, la palabra joven, en el entendido que esa palabra joven está reconocida y sustentada en la tradición.

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