sábado, 25 de octubre de 2014

Respuesta al distinguido y erudito Dr. Schlome Brennersohn

Rodrigo Alexander Uribe Cevallos*

Aprecio sus comentarios hacia mi obra “Para fabricar auroras”. No esperaba que alguien con sus conocimientos, y consagrado al estudio con tanta devoción, tomara unos minutos para leer mi pequeño panfleto. He de advertirle que no es mi intención elaborar un sistema filosófico, mucho menos pretendo adornar esta mísera existencia con títulos tan excelentísimos, pues “pienso que lo que me obliga a escribir es el miedo a volverme loco” (Bataille, “Prefacio”, Sobre Nietzsche). Miedo a volverme loco, pero no miedo a la locura. Pues en el delirio (del latín delirāre: de [prefijo de alejamiento], lira [surco]; es decir, alejamiento del surco. Expresión que surgió en la agricultura y se utilizó para denominar una afección del alma que se interpretaba como un “alejamiento de la norma”) podemos obtener manifestaciones fenoménicas que de otro modo no son posibles, y por ende principios y categorías que nuestra experiencia, a la cual denominamos “normal”, no puede transmitirnos. La Norma, en nuestros días, se encuentra viciada por intereses ajenos al próspero porvenir de los pueblos, y como dicen los antiguos a cane muto et aqua silente cave tibi, pues de quien maquina sus propósitos en la sombra siempre hay que tener desconfianza, y a fructibus cognoscitur arbor, pues las consecuencias de este sistema económico-político son más que catastróficas. La discusión entre la Libertad y la Necesidad, tan comentada por las luminarias de nuestro siglo, hoy más que nunca es fundamental en nuestras sociedades. Es por ello que la noción, no me atrevería a llamarlo concepto, de la “causalidad contingente”, intenta salir del atolladero ontológico en que ha concluido el pensamiento de nuestra época. Y es que, “si el ser es en la raíz acto, es decir, interior a sí; si es un en sí que es también un por sí, es evidente que hay identidad entre el ser y su propia justificación. De donde la imposibilidad de separar la ontología de la axiología. […] es imposible al intelecto sentar afirmación alguna sobre uno de los modos del ser sin asignar a éste un carácter que hace de él al mismo tiempo un objeto del querer. ” (Louis Lavelle, “Ser”, Introducción a la ontología). Por ello, no sólo debemos hablar de la “determinación necesaria” de los objetos de nuestra experiencia, sino también de la “determinación contingente” de nuestros deseos por dichos objetos, ya que si nuestros principios ontológicos moldean nuestros principios volitivos a través de nuestros deseos, es muy posible que el proceso pueda invertirse. Pero aquí he de emular la humildad de Spinoza, que usted había recuperado en su epístola, al decir que “por el momento no puedo explicar esto más claramente” (Ética, II, 7, Escolio).

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM. 

sábado, 18 de octubre de 2014

Al muy noble y docto señor Lazslo Szesz

*Miguel Ángel Romero Méndez

Nobilísimo señor:He leído  su libro “Para  fabricar  auroras”  y  apruebo de buen grado lo  que ahíexpone.  Si tuviera que definir su obra en pocas palabras, diría que es el acto dehumildad más grande que he visto  en  filosofía  desde aquella  declaración  queSpinoza hizo en el segundo libro de su “Ética”. Los filósofos hemos reflexionadodurante siglos acerca del el mejor modo de gobernar, el mejor modo de pensar, elmejor modo de vivir. Pero pese a que esto significa pensar la totalidad, lo hemoshecho tomando lo subjetivo como ser originario y el resultado ha sido que hemosterminado por negar al individuo. Bien cierto es que, a lo largo de la historia, los filósofos “dirigidos fatalmente por sus instintos han corrido hacia alguna cosa que para  ellos era  «verdad»,  para  ellos  y  sólo para  ellos”  (Nietzsche,  Fragmentos póstumos,  W II  5,  142).  Durante  siglos hemos  tratado  de  imponer  una  cierta racionalidad pero no por enseñar a pensar. Es por eso que todas las propuestaspara alcanzar un orden que termine con el caos, fracasan una y otra vez; y pese aello, nos empeñamos en repetir el mismo método. Erróneamente se cree que lasolución es responsabilidad de unos cuantos y arrogantemente creemos que esospocos predestinados somos los filósofos. ¿Cómo no habría de estar condenado al fracaso  todo  intento  por mejorar  el  mundo  si  quienes  se  dedican  a  encontrar soluciones  lo  hacen como  si  pudieran  ver  las  cosas  sub  specie  aeternitis,olvidando  que  hay una  multitud  de  detalles  y  situaciones  específicos  que determinan  la situación  (lo  que  escuchamos,  el  lugar  donde  nacemos,  las personas con las que nos relacionamos)? Dicho de otra manera, si se olvida que lo único necesario en este mundo es que el Azar determina lo que acontece. En este sentido coincido con usted cuando dice que intentar decir cómo solucionar los problemas  de  la  humanidad,  debemos  preguntarnos  si  es  posible hacerlo,considerando que “este mundo es una red tejida no por la causalidad ni por la casualidad, sino,  en todo caso, por una causalidad posible” (p.  158),   si estos problemas “no serán producto de una cierta forma de pensar” (p. 160) y en caso de ser así, si es posible pensar de otra manera. Por el momento me veo impedidoa comentar más a fondo lo que expone en su libro, pero espero que en el futuropueda hacerlo. 
*Estudiante de filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

sábado, 11 de octubre de 2014

Del espejismo

Patricia Romero Ramírez*

Día tras día nos paramos frente a la ventana a ver cómo el mundo se cae a pedazos. Antesquedaba  la  esperanza  de  que  en algún lugar  hubiera  un refugio,  algún lugar  al  que  sepudiera llegar a sobrevivir con tranquilidad. Hoy, en cambio, se puede voltear a cualquiersitio con la seguridad de que no hay esperanza. Aquí hay una guerra, allá el terrorismo haceestallar  un  sitio  en cualquier  momento,  acullá  se  matan  y  se  persiguen estudiantes,librepensadores. Lo mismo es Israel que España, Chile o México; la libertad condicionadade la que "gozamos" se amenaza al salir a la calle, al hablar, al pensar, al criticar o protestar.La gente lo sabe, se queja, pero no despierta y no piensa despertar, parece que vivimoscontentos  con el  miedo,  con las  deudas  y  con el  estrés  de  una  cotidianeidad  que  nosconsume. Vivimos en un espejismo, una ilusión de confort creada para nuestras necesidadesinventadas.  Buscamos crear ese algo  que nos repita que de algún modo todavía somosfelices.  Intentamos  no  escuchar  que  afuera  hay  un
disparo,  un  grito,  un  enfermo,  unmiserable o un desaparecido que pueda aparecer en cualquier sitio, sí, pero muerto. Y entretanta indiferencia, entre tantos disfraces, ¿cómo iremos vestidos cuando la realidad  nosllame a la puerta?, ¿qué haremos cuándo nos escupa a la cara ser tan irresponsables, tantorpes? Siempre nos compadécenos de ellos, de los otros, y es que a nosotros no nos pasa,nosotros tenemos la dicha y la  comodidad de solo ver desde la venta,  de solo tener lanecesidad de mandarles algunas palabras de aliento, una consigna. 
Un día la realidad será tangible, nos llegará la guerra y el hambre, y un millón de sueñosrotos y futuros que no llegan. Por lo pronto parece que esperamos, y querremos despertar eldía que pasemos de testigos a víctimas, el día que quizá sea tarde para un hermano, unprimo, un amigo, un padre o para uno mismo. Mientras seguiremos observando a aquellosque cargan con el peso en los hombros, que buscan la forma de romper este espejismo, detrazar otro futuro, algo nuevo y mejor para todos. Quizá con esto un día la fuerza nos lleguea los pies y nos den ganas de salir para hacer algo, para dejar de pagar la crisis y el fraude,para dejar de recoger migajas. Quizá un día por fin salgamos, hagamos algo, cambiemosnosotros para cambiar el  pequeño mundo en el  que nos sumergimos a diario,  quizá dealguna manera aún podamos lograr sentirnos más vivos.

*Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades, UAEM.

sábado, 4 de octubre de 2014

El miedo, nuestro fiel compañero

Angélica Ayala Galván*

Tarde de mayo en el Ciruelo, el cielo está nublado y el espíritu de la lluvia amenaza con mandar una tormenta. Rafa está sentada en las bancas que rodean el zócalo del pueblo, como hace tiempo, se pregunta en qué momento podrá pasar los barrizales que hasta este instante le impiden expresar sus sentimientos. Tiene miedo, mira el cielo y cada gota que cae es como si le quemara el cuerpo, como si le dijeran que debe ir en busca de sus sentimientos. Hay gente, pero es como si no la vieran, no le importa, quiere estar sola, ya no pertenece a este mundo, quiere ir a donde tenga tranquilidad. Todos corren para cubrirse del agua, la miran como si fuera un fantasma. Todo le parece extraño, ya no quiere dar explicaciones, sólo quiere responder a las preguntas que le acechan en todo momento. 
Entre truenos y rayos sigue pensando, quiere gritar, quiere correr al lugar que le permita confesar su secreto, quiere borrar el dolor que le ha causado el fuego. A lo lejos ve una sombra, sabe que no debe seguirla, pero camina hasta perderse entre callejones, cruza el río, llega al pie de la montaña, sigue, con cada paso siente que todo lo malo queda atrás, corre, corre, como si quisiera ser parte del viento, como si quisiera volar. Ya es parte del horizonte, pero no lo sabe.
Otra vez la sombra, sigue hasta llegar a la cima, todo en silencio, mira el paisaje, quisiera que sus ojos fueran una máquina que absorbiera todo lo que está sintiendo. De entre los árboles sale una sombra, es Paz, no se ve su rostro. Están atrás de los árboles, no se saludan, no se ven, pero sonríen mientras se alejan, empieza a desaparecer todo lo que les rodea. La obscuridad acecha, tan cerca y tan distantes, se vuelven vigilantes, todos los miedos van desapareciendo, sin motivo empiezan a caminar con paso lento y en silencio, buscando coincidir en cada momento y en el lugar correcto.
Se pierden entra las grietas, sólo se escucha una voz que dice: el miedo fue nuestro fiel compañero, pero hoy la tranquilidad se ha quedado en los cerros, saben que serán dos sombras en vuelo.
angyayala@yahoo.com.mx
*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM