domingo, 10 de marzo de 2013

Señor rutero: su tiempo no es el mío

Patricia Romero* 
Sábado, 9 de marzo de 2013

Los que utilizamos el transporte público solemos considerar entre nuestro tiempo de traslado ya no solo el tráfico, sino también el tiempo que el conductor de la ruta decide utilizar para llegar a su destino. Cuántas veces no nos ha sucedido que salimos de casa considerando cierto tiempo para llegar a un lugar y nos hacemos casi el doble por la manera en que el chofer maneja. Resulta que bien se puede correr con la suerte de que el conductor decida hacer su recorrido de manera “normal” o bien que decida tomar su tiempo para conversar con el sujeto que atiende el “checador”, o con aquellos que van previéndolo de la distancia que lleva con las unidades que han pasado por delante de él. También puede ocurrir que le entren unas ganas inmensas de llamarle por teléfono a su madre o a su novia, pasar a comprar el desayuno, comida o cena, o detenerse a hacer una recarga de saldo a su teléfono celular.
El punto es, pues, que pese a que pagamos por el servicio público (quizá si el trasporte fuera gratuito las quejas serían diferentes, quién sabe) el servicio es de pésima calidad. No se considera ni la seguridad del pasajero ni su integridad física ni nada.
Es cierto también que el problema del trasporte no tiene que ver únicamente con los conductores, pues detrás de este gran negocio hay algunos aspectos que se deben tomar en cuenta. Está por ejemplo la cuota que deben entregar a los permisionarios al final del día, pues los choferes se valen de esto para acumular pasaje sobre el permitido para las unidades y para mantener la constante lucha de ganarle el pasaje al de enfrente o al de atrás.
El gobierno “de nueva visión”, debería ocuparse de las unidades no solo para pegarles cintillos y propaganda, sino también para dar capacitación a lo conductores, mejorar las unidades, reducir el número excesivo de rutas que tienen algunas líneas y aumentarlas en donde están escasas.
El problema aquí es que a todos nos sucede y todos nos hacemos de la vista gorda. Nosotros deberíamos exigir que el chofer ponga la unidad en alto total antes de que podamos descender, y no andar aprendiendo a bajar “de carrerita” mientras la unidad continua avanzando. En resumen, deberíamos exigirle el uso de la unidad de manera adecuada. Si unos no se quejan y otros no escuchan ¿qué se supone que se debe hacer?

*Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades, UAEM
andro0717@gmail.com