sábado, 10 de marzo de 2012

Ósculos negros de una noche de verano

Sábado, 10 de marzo de 2012 
Rodrigo Alexander Uribe Cevallos* 

La Verdad nace!”: En algún punto de la extensión del espacio y en algún momento de la evolución del tiempo la Verdad nace. Después de que nace, la Verdad, se busca. -¡Oh!- Dolores de parto. -¡Oh!- El clamor de los que no se han enterado, de los que tendrán que agradecer su nacimiento, de los que vivirán bajo el yugo de su descendencia. -¡Pero si es luz!- alguien grita, -¡Veo, veo!-; mientras la estrecha multitud saliva por los corderos que pasarán al fuego. -¡Es blanca! ¡Es clara! ¡Es rubia!-. Su llanto parece armonía a sus consanguíneos, su llanto es dolor en el tímpano de su nodriza mulata, de su nodriza de naturaleza negra, oscura, confusa. 

“No me encuentro” 

Entre los muros y el polvo no me encuentro. Vago sobre las putas de las esquinas que iluminan los faroles. Me he perdido entre unas piernas, ahora entre pétalos me sigo el rastro. Las lágrimas que brotan chocan con la multiplicidad de pelos. Yo ya no me siento. Deje mi pecho con los pantalones. Mido mi pene cual zapatilla para encontrar a la cortesana que se escapó del cuarto a medio baile. 

“El sabor de un chocolate” 

El sabor de un chocolate es sensación o es recuerdo. Si es sensación pega con fuerza y es más nítido el impacto. Si es recuerdo acaricia constante y fluye con nostalgia. 

“Eco” 

Para morir me falta un suspiro./ Flotan mis ojos en una solución salina./ Vuelo esperando el impacto./ ¿Dónde? ¿Cuándo?/ La vida es llanto; la muerte, risa. 

“El Hombre” 

¿Quién lo ha visto? ¿Acaso ahí siempre ha estado? ¿Se pretende universal y por lo tanto nos lo representamos como eterno? ¿Es modelo y molde? ¿Es menos contingente que necesario? ¿No es retórica? ¿No es una construcción histórica? ¿No es un planteamiento teórico? ¿No es la ontología de un discurso? ¿Es genérico? ¿Por ser general o por ser un género? ¿No se planteó como posibilidad a condición de pasar por un proceso educativo? ¿No se desprende de un esquema jerárquico? ¿Es la condición de igualdad por excelencia? ¿Es esencia o es reflejo? ¿Es Derecho natural o nada más Derecho? ¿Es ipso iure o ipso facto? ¿Es categórico? ¿No es tautología? 

*Estudiante de Filosofía, Facultad de Humanidades, UAEM 

Algo que sentir

Sábado, 3 de marzo de 2012
Angélica Ayala Galván*

En los últimos meses en nuestro país se ha hecho alusión al tema de la violencia, de la carencia de alimentos en algunos estados del norte, asimismo, se ha puesto en boga el tema de las próximas elecciones electorales. 
Al respecto, han surgido múltiples reacciones, entre ellas están las de políticos que son indiferentes al observar una imagen de personas descuartizadas, al mismo tiempo hay personas que hacen visible que esos muertos no han sido olvidados por sus familiares. 
Por otra parte, algunos funcionarios públicos dicen que en México no hay carencia de alimentos, es más, somos flanco de la obesidad. Para qué invertir en alimentos, mejor hacerlo en algo que contribuya a la estética de la ciudad de México, con construcciones como la estela de luz, que por cierto, el día de su inauguración dejó sin electricidad a varias colonias. 
Mientras tanto los precandidatos se preparan con cientos de propagandas, las cuales se pueden resumir a un mismo discurso –“vamos a trabajar en la economía”, la salud, educación, turismo- actualmente estos discursos están de más. Por qué no mejor decir que esos sectores que tanto mencionan son acontecimientos, son realidades, hay gente que se está muriendo y mientras tanto, aún hay autoridades que piensan que la guerra contra el narcotráfico es un juego, que las heladas en la sierra son un cuento. 
A estos acontecimientos hay que agregar a las televisoras (Televisa) que pretenden “rescatar” y dar a conocer la vida de los indígenas por medio de las novelas, como lo están haciendo actualmente con los raramurís. 
Ante estos hechos hay tanto que sentir, hay tanto que decir, no se trata solamente de salvar vidas, se trata de respetar mundos, se trata de hacer las cosas diferentes, se trata de ir contracorriente. No se puede permanecer insensible ante estos hechos, pero tampoco se trata de lucrar con ellos. Hemos sido blancos de promesas rotas, actualmente se busca el respeto hacia otras realidades, se trata de humanizar, aun más, lo humano. 

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM

El lado cultural del dolor

Sábado, 25 de febrero de 2012
Samantha Brito*

La desnudez con la que nacemos ha sido reprimida incansablemente después de sorprenderse de la belleza sin tapujos, ese cuerpo blando, sin nada, sin significado. Somos como un lienzo que conforme pasa el tiempo, la supervivencia exige la adaptación y adopción de formas de realizar cuanto acto sea necesario, con su posterior carga simbólica y de significado. Sin embargo, una vez que se establecen las instituciones y las relaciones sociales, quedan instaurados los discursos y las prácticas, envueltas de un aura de idealismo, que lleva implícito el deber ser institucional y una jerarquización. De ahí que no todas las personas seamos iguales, sino que todos tenemos una posición diferenciada en el mundo. 
Ese deber institucional coercitivo e idealista se nos impone porque tenemos que formar parte de una sociedad que nos acoja y nos permita desarrollarnos como seres sociales que somos. Pero cuando se insiste en acatar los patrones culturales en el amor, el sexo, el matrimonio, la familia y el éxito, las pruebas empíricas demuestran lo contrario: no necesariamente tiene ni debe ser así. Estas reglas institucionales que nos regulan cuentan con un discurso ambicioso, pero las prácticas concretas desmienten la universalidad occidental impuesta. 
Todo lo anterior genera distintos tipos de reacciones emotivas que pueden converger en alegría, dolor, pasión, frustración, indiferencia, sublevación, trascendencia. Aquí intento ambiciosamente explicar el por qué los individuos alimentan emociones, que fuera de toda mirada etnocentrista, acaban con sus vidas sumergidas en la frustración y el dolor cuando no encuentran sostén dentro de su cultura. 
Esas imposiciones discursivas que se manifiestan en el inconsciente y consiente de las personas convergen en una supuesta incompletud del ser, y son más las repercusiones cuando estas circunstancias son atravesadas por las relaciones entre los géneros y los sistemas económicos encaminados al consumo y acumulación de bienes. 
Cuando hablamos de los estereotipos de género, sobresalen la maternidad y el matrimonio como ritos de paso que te erigen como un ser (mujer) social, los bienes materiales y económicos (perro, carro último modelo), la creencia judeocristiana de la vida y la muerte. Con respecto a los varones, ser proveedor, tener aptitudes de cortejo y copula impresionantes, portar el estandarte opuesto a las mujeres: la dominación. 
Y cuando por alguna circunstancia no entramos en los estereotipos oficiales, comienza ese malestar que provoca la cultura, los cuestionamientos metafísicos de quién soy, qué soy, a dónde voy, por qué quiero lo que quiero y no lo que debe ser, lo cual conduce a un interminable camino hacia la incertidumbre, a la nada, porque no hay normalidad ni realidad, sencillamente somos. 

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.