sábado, 24 de abril de 2010

Acceso a la Verdad

Abel Caballero Sánchez*
Sábado, 24 de abril de 2010

La verdad es un concepto que atañe preponderantemente a todos los campos de la Ciencia y Humanidades; acometen manifestarla enunciando dogmas que pretenden ser irrebatibles, los triunfos de éstos se arraigan en nuestras tendencias ideológicas, una vez enraizadas no nos inquieta más su probable falsedad. Sin embargo en momentos inesperados acontece una nueva verdad… Algunos filósofos defienden la relación entre la noción de verdad y un consenso universal racional, otros arguyen que esto no se sigue de manera ineludible, sin afirmar que hay que abandonar la idea de una aceptabilidad racional. Presentaré brevemente la idea de León Olivé respecto al problema de la verdad: él propone un “pluralismo epistemológico”, que significa la aceptación de la variedad en asuntos factuales, cognoscitivos, estéticos, éticos; así la verdad no está ligada a un concepto de consenso racional universal, sólo a una aceptabilidad racional parcial; el que una creencia sea verdadera expresa que es racionalmente aceptable, no es necesario ni una racionalidad global ni una idea relativista para justificar esto. Esta visión pluralista sostiene que es posible una idea de la verdad de acuerdo con la diversidad de culturas y múltiples maneras de comportarse racionalmente en cada contexto de interacción; mas ese pluralismo no acepta que las acciones que se realicen dentro de cierta cultura deban juzgarse bajo criterios de esta misma. Olivé añade que no todos los puntos de vista ni todas las culturas son igualmente correctos o valiosos, pero ¿qué va a determinar que unos sean más valiosos o correctos que otros?, ¿o de esto no hay que preocuparse? Por otro lado Olivé no quiere caer en problemas de compromisos del realismo metafísico y nos dice que la verdad y la aceptabilidad racional están ligadas de manera importante en condiciones óptimas, pero no ideales, no es necesario sostener que nuestro conocimiento sí tiene acceso a la realidad… la garantía de que se alcanza la realidad sólo debe entenderse como criterio que, aunque falible, es el mejor criterio que se puede tener… un genuino acceso a la realidad epistémica.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

sábado, 10 de abril de 2010

Atisbos de realidad

César Armando Hernández Bahena*
khampa-68@hotmail.com
Sábado, 10 de abril de 2010

Somos hijos de la ciudad,
de este desequilibrio
entre el bien y el mal.
César González Chico

Me levanté con un brinco desganado de la cama, con el mismo sueño de la noche anterior, decidí salir y sacudirme el pesimismo que de un tiempo a esta parte, la vida en este lugar me inspira.
“Veintiocho muertos deja el crimen organizado en ciudad X”; leo el encabezado de un periódico poco alarmista. Quiebro la esquina y sigo la búsqueda de algo bueno para alegrarme el insípido día.
Infantes inocentemente ignorantes juegan a los soldados en el patio polvoso del colegio; de a uno, de a dos, de a tres en cada esquina, a medio pasillo, en el baño, esperando el momento de actuar, o quizá solo deseando salir de una buena vez al “campo de batalla”.
Tontos preparatorianos improvisando la fuga del siglo. En el callejón más ruin, a la hora más pesada, con los cigarros más corrientes, con la bebida más “fuerte” y la verba fina que a los dieciséis años se puede tener. Presumiendo lo poco que les da orgullo a estas alturas de sus vidas y muy en el fondo deseando que algún día, se vuelva realidad.
Con el mandil desgarrado, ruega casi de rodillas. Los hombres de azul, como para no perder la costumbre, hacen caso omiso de los chillidos de la vieja gorda que pretende salvar a su hijo de una golpiza, sin perder mucho de lo poco que poseen, -al cabo muertos de hambre-; gruñe el más gordo de ellos, cuando la mujer toma el cuerpo ensangrentado e inerte entre sus brazos. “Hijos de su puta madre” clama ella para arrancarse el coraje, al escucharla uno de ellos da la media vuelta, el coraje y dolor ahora se mezclan con miedo que la llevan a aferrarse más fuerte a lo que queda de su hijo...
Un perro vagabundo arrastra con sus fauces un pequeño bulto negro, mientras un grupo de niños se sorprende al ver el rastro de sangre que aquel festín va dejando a su paso. Algunos pequeños más ríen al leer: “pinches putos” entre el mensaje que acompañaba a la cabeza sin cuerpo que alguien se ocupó en dejar justo en la entrada de una escuela.
Tiro el octavo cigarro del día cuando me veo convertido en un peligroso delincuente perseguido por la metralla del orden público. Ahora soy peligroso y merezco la muerte, sólo por recorrer los caminos de esta ciudad-país, por estar ahí, por verlo todo y no decir nada.

*Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades UAEM

sábado, 3 de abril de 2010

“La tierra del nunca jamás”

Angélica Ayala Galván
angyayala@yahoo.com.mx
Sábado, 3 de Abril de 2010

Los seres humanos pertenecemos a distintas sociedades, las cuales se encuentran regidas por normas, juicios y mandatos que la misma población va adaptando de acuerdo al contexto en que se encuentra. Es importante mencionar que este conjunto de normas debería procurar y permitir una armonía entre las personas que estén regidas por éstas.
¿Pero qué sucede cuando los juicios se convierten en prejuicios o críticas despectivas, sólo porque una actitud, pensamiento o forma de actuar no se encuentra dentro de lo establecido? Por ejemplo, en disciplinas como las artes, de qué manera se puede saber si una obra es bella o grotesca; o si la comunidad homosexual pertenece o no a lo “normal” o “anormal”, o si un budista es mejor o peor que un cristiano.
Es aquí donde me surgen algunas interrogantes como: ¿hasta que punto, estos juicios benefician o perjudican la convivencia social? y ¿quién tiene el derecho para decidir estos juicios? Es verdad que en las artes existen ciertos estándares que permiten dictaminar la calidad de la obra y de acuerdo a ello se establece el valor de ésta.
Por otra parte, la comunidad homosexual adquiere entonces la categoría de “normal” por el hecho de ser aceptados por el Estado, pero si no ocurriera de esta manera, tendríamos que decir lo contrario, ¿solamente porqué son la minoría? Luego entonces, deberíamos analizar y cuestionar cómo es posible que en pleno siglo XXI la libertad, la igualdad y la tolerancia aún sean cuestiones un tanto abstractas para los grupos minoritarios.
¿Es acaso que los conceptos como la libertad o la igualad sólo son “conceptos vacíos, ideas sin más contenido histórico que el que le prestan las relaciones sociales”, como lo dice Octavio Paz en su libro el Laberinto de la soledad?
Es quizá la libertad de pensamiento o de actitud una utopía que día a día permite que la sociedad mantenga un sueño, que tal vez nunca llegue a realizarse. Es por ello que debemos convertir ese sueño en realidad, tratando de entender que los seres humanos suelen ser como los libros, mantienen una misma estructura pero con gran diversidad de contenidos, que las más de las veces, transmiten un conocimiento que debe ser descifrado y entendido de diferentes maneras.

*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM