lunes, 25 de enero de 2010

De madrugada en la 13

Davo Valdés de la Campa*

Sábado, 23 de enero de 2010


Adormilado llego a Tejalpa, la avenida está todavía en sombras, en esta parte del mundo amanece. Le hago la parada a la ruta 13, voy rumbo a la avenida Universidad. La oscuridad no es total pero sí cubre con su manto la mayor parte de las sustancias materiales. Los rostros de la gente son manchas negras que miran el suelo, son siluetas difusas. Subo al camión, me instalo en la parte trasera junto a una ventana.


El sol ilumina débilmente desde algún lugar dentro de la Tierra, escondido tras el volcán. El cielo, que hoy amaneció estrellado, se tiñe de azul. Un azul oscuro que posado sobre las cosas las embellece, las convierte en poemas cotidianos. Se empiezan a apagar los astros, parpadean y se mueren.La avenida crece y se extiende frente al camión. Veo las luces de los faros que parecen infinitos, lacrimosos iluminan las banquetas sucias, veo los faros de los automóviles sangrar cada vez que frenan.


Las luces del semáforo cambiar y dictar el paso de los transeúntes, miro los anuncios perpetuos de los bancos, de los supermercados, de los restaurantes de comida rápida, siempre prendidos, siempre reproduciéndose. El azul del cielo se esclarece, los rostros de la gente se comienzan a vislumbrar, ojos cansados, gestos de dolor. Las calles semivacías murmuran en silencio y me estremezco. Los árboles y las palmeras parecen sombras dibujadas en el horizonte.


El frío se cuela por la ventana de la ruta, el viento se lleva las hojas de las jacarandas, las bolsas vacías de frituras, el sombrero del campesino que va en busca de trabajo a la Capital. Entre parpadeos de somnolencia las estrellas ya han desparecido y en su lugar comienzan a transitar aves por el cielo. Se escuchan los bostezos de las personas que comienzan a subir en La Luna, en los ficus los pájaros gritan anunciando la llegada del sol quien ya extiende sus brazos iluminando la ciudad. Las cosas comienzan a tornarse a su verdadera imagen, con sus colores vivos.


La madrugada se apaga y se lleva esa luz, ese azul cobalto que posado sobre los objetos los transforma en nostalgia. También se apagan los focos de los faros. La ruta 13 se empieza a llenar, muchos van rumbo a la Universidad, no todos a estudiar, no todos a enseñar. Miro por última vez las sombras que van huyendo en el horizonte, se posan durante un suspiro por los montes y se alejan volando hasta la otra parte del mundo.

* Estudiante de la Facultad de Humanidades de la UAEM.

lunes, 18 de enero de 2010

Como es la música así es el Estado

Abel Caballero Sánchez
megamettAL_boy@hotmail.com
Sábado, 16 de enero de 2010

La música, según se ha convenido, adiestra al alma, la instruye en los terrenos de la armonía y el ritmo, implícitamente le da alguna propensión a la justicia. Un ser que se constituye con armonía difícilmente puede ser injusto. Así, participa en el curso definitivo de los problemas sociales y políticos.

Aceptando el definitivo axioma: “Como es el hombre así es el Estado”, resulta que la música como manifestación del hombre transfigura en emblema del estado. Cualquier criterio objetivo convendrá con que la música que colma nuestra sociedad no es por mucho la más grata.

La música representa a su época y contexto, así que cuando las leyes fundamentales del Estado cambian, deben cambiar asimismo las formas de la música. Procurarse de obras poco nobles constata poca nobleza en lo propio y en lo que se procura a los demás.

Es primordial saber discernir un buen artista de entre un cúmulo de pretenciosos, para idealizarlo y reconocerlo. Cito algunas reflexiones de la filosofía tolteca, ancestral cultura cuyo nombre se transcribe como artista: “El verdadero artista es capaz, se adiestra, es hábil; dialoga con su corazón, encuentra las cosas con su mente. El verdadero artista todo lo saca de su corazón; obra con deleite, hace las cosas con calma, con tiento, compone cosas, obra hábilmente, crea; arregla las cosas, gracias a él las cosas ajustan”.

Mientras la tendencia al lucro subyugue al espíritu, y la originalidad se permute a cambio de popularidad, seguirán proliferando los malos artistas. Como contraposición al buen artista, nuestros antepasados lo refieren así: “El torpe artista: obra al azar, se burla de la gente, opaca las cosas, pasa por encima del rostro de las cosas, obra sin cuidado, defrauda a las personas, es un ladrón”.

Las anteriores citas se ajustan no sólo a artistas sino a cualquier profesión. No se puede omitir que el Estado es lo que es, porque sus ciudadanos son lo que son, antes de esperar un mejor estado debemos dar mejores hombres.

No hace falta más que gozar de las riquezas emocionales y de la satisfacción de estar haciendo algo que mantenga ardiente la pasión por la vida. Podemos estar seguros que la música puede ser un haz de luz para alumbrar un alma, sociedad, cultura o país.

* Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la UAEM..

miércoles, 6 de enero de 2010

Esa manía que llamamos "amor"

Dzoara Delgado
Domingo, 03 de enero de 2010

Hablar del amor a estas alturas sería como echarse la soga al cuello, ¿quién, en su vasta experiencia se atreve a decir lo que el amor significa?, pero, ¿qué sobre sus concreciones, el matrimonio, por ejemplo?

En La sonata a Kreutzer, Tolstoi da vida a un hombre convencido de que su esposa le es infiel. A través de los pizzicatos del violín, Posdnichev traspasa los umbrales de la cordura: “Con tanta frecuencia arrojé a la cara de mi mujer ese vitriolo de los celos, que, a mis ojos, quedó desfigurada. En esa época de inconsciente rencor, abominé de ella después de haberla cubierto, allá en mi fuero interno, de vergüenza e ignominia”.*

Desesperanzado narra su tormentosa vida conyugal a un desconocido, y recrea el escenario en que los celos ocupan un notable lugar en sus recuerdos. Como si se tratara de un presto, la historia muestra los impulsos que conducen al protagonista a su infortunio, el azoramiento ante la inminente pérdida del “amor”, apelativo con que se oculta el deseo sexual de los cónyuges.

Cualquiera sabe que el enamoramiento es un estado pasajero, el amor, en cambio, según Ortega y Gasset, “se prolonga en el tiempo: no se ama en serie de instantes súbitos (…) el amor no es un disparo, sino una emanación continuada”.** Probablemente no sea una de las obras más reconocidas de León Tolstoi, La sonata a Kreutzer, publicada en 1889 detalla la actitud de Posdnichev respecto al matrimonio.

Desde la perspectiva del personaje, el amor es aniquilado cuando se superpone el deseo. El argumento refiere cuán difícil es amar y herir al objeto amado, es la historia de un hombre que deseó no embaucarse en el amor. Tal y como Barthes lo menciona en sus Fragmentos de un discurso amoroso, el demonio de los celos vuelve a apoderarse de él, “torna de nuevo abrir la herida”. En La sonata a Kreutzer el protagonista se encarga de develarnos cuán fácil es caer en esa manía de nombrar “amor” lo que en realidad es un efecto de éste y cómo la sociedad apremia las relaciones desiguales.

* León Tolstoi. La sonata a Kreutzer. México: Universidad Veracruzana. 2007.
** José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor. 2º ed. Madrid: Plenitud. 1963.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Humanidades de la UAEM

lunes, 4 de enero de 2010

Celebración necesaria

César Hernández
khampa-68@hotmail.com
Sábado, 26 de diciembre de 2009

Digamos el “requiéscat”
por el año que ha pasado a formar entre los muertos
Guillermo Aguirre y fierro.

A pocos días de concluir el año, como es costumbre cada uno de nosotros nos pondremos a hacer el recuento de lo acontecido a lo largo de los últimos 12 meses de nuestras existencias, rememorando las grandes hazañas, por insignificantes que parezcan, lamentando las pérdidas y haciendo el balance de qué tan bien, si es el caso, nos fue en el año que termina. Muchos lamentarán la pérdida de alguien cercano, otros la pérdida de su trabajo, algunos otros se lamentarán por el bienestar y la tranquilidad social que nos ha sido arrebatada. Muchos otros celebrarán sus logros alcanzados y la bienaventuranza de la que fueron partícipes durante el año 2009.

La mayoría de nosotros nos reuniremos con familiares, amigos, conocidos o simplemente buscaremos alguien con quién celebrar el término del año, ya sea por lo bien que nos fue o simplemente porque sentimos la necesidad de cerrar una etapa tan mala, cuyo fin merece necesariamente una celebración y una plegaria para que el futuro sea un poco mejor.

La celebración de fin de año es parte de la tradición de muchos hogares y personas, con una rica cena, música, baile y en algunos casos, el inevitable calor que en estos tiempos de frío nos brindan esos elixires de la destilación y el añejamiento, que nos hacen disfrutar la ocasión y despreocuparnos por un momento de todo lo mal que nos pinta el tiempo. Porque ese desenfado momentáneo que nos brinda esa celebración, es necesario para liberar las presiones y aclarar las ideas. Para después de un respiro profundo, volver a esa vida de incertidumbres y exigencias, de preocupaciones y pesares.

Liberarnos por momento de todas las presiones que nos impone esta vida en sociedad, es un derecho que nadie nos puede negar, y qué mejor ocasión que ésta para hacerlo, aunque al concluir la fiesta creamos que la cruda realidad es “invivible”, y nos dé pavor darnos cuenta de que la vida se encarece, la familia se empobrece, el futuro se oscurece.

Pero cuando llegue ese momento, nuestros ánimos renovados nos llevarán a repetir –al igual que todos los años– que si ya pasamos un año como el que terminó seguramente podremos con lo que venga más adelante.Así que hay que preocuparnos por sobrevivir sin olvidarnos de vivir esta vida que necesita de alegrías tanto como nosotros.

* Estudiante de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la UAEM.